Un lujoso espacio desarrollado por la renombrada diseñadora Kathy Grimberg, guía de este proyecto desde los planos hasta la última pieza de decoración, se alza en el cerro, sobre la línea costera, siguiendo un camino vertical de gran sofisticación.

Por Giacomo Roncagliolo

“No tengo un estilo determinado”, afirma Kathy Grimberg, diseñadora de interiores de larga y versátil trayectoria. “He diseñado todo tipo de espacios: deco, neoclásicos, biedermeier, franceses con muebles originales, peruanos con muebles criollos y coloniales… Lo que me importa es que, cualquiera sea el estilo, todo quede perfecto: cada detalle, cada pieza”. Fruto de aquel virtuoso y profundo recorrido estilístico, surge esta casa de playa, cuya ruta de diseño, ejecución y decoración Grimberg capitaneó desde el inicio. 

Planteando su diseño como una gran instalación en la que convergen arte, mueblería, antigüedades y vegetación, Grimberg
consigue combinar lujo y relajo en este hogar frente al océano.

 

Alma natural

 “La casa está pensada para usarse durante todo el año como un refugio relajante. El encargo incluyó que yo escogiera a los arquitectos, así que contacté al estudio 511 Arquitectos y les di pautas y referencias; sobre todo, insistí en que intentaran que la construcción se mimetice con el cerro y en que se inspiren en la casa de Frank Lloyd Wright”, cuenta la diseñadora al rememorar el origen del proyecto. 

Parte de la premisa y la estrategia para conseguirlo fue trabajar con materiales naturales, procurando respetar sus texturas, de forma que los límites entre la casa y el paisaje se difuminaran. En la terraza, por ejemplo, la piedra elegida para la piscina parece perderse en el azul del océano que tiene delante. Asimismo, para aportar mayor calidez, algunas paredes y techos fueron cubiertos con celosías de madera oscura.

Y por supuesto, en cada rincón: plantas. Quizá su presencia sea uno de los elementos más llamativos de la vivienda, no solo por el volumen de las jardineras o las incontables macetas que pueblan las áreas sociales, sino además por la excéntrica ubicación de esta presencia vegetal. Un jacuzzi escondido entre hojas verdes o, también, conforme nos aproximamos al piso superior, plantas que caen sobre nuestros hombros –una marca lúdica que Grimberg ha materializado en otros proyectos anteriormente–, logran que aquella mímesis entre edificación y naturaleza sea casi literal.

 

Sin arte no hay refugio

La última capa del sueño ideado por la diseñadora es el arte que viste la casa: obras de Armando Williams, María Alejandra Lozano y Ryan Brown, o el gran cuadro shipibo en la cabecera del comedor componen la extraordinaria colección. El complemento pop son los grandes pósteres del siglo pasado que guían el recorrido, como aquel de la película “Island of Love”, estrenada en 1963. En la mueblería también hay importantes nombres encarnados. Solo por mencionar algunos: la barra mosaico del bar, hecha por el joven artista peruano Renzo Pittaluga; una silla con el clásico diseño del arquitecto germano-estadounidense Ludwig Mies van der Rohe; un bar-aparador que décadas atrás fue parte del desaparecido hotel Crillón, y un sofá tapizado con tela pintada a mano por la cubana Quisqueya Henríquez. Además, encontramos dos mesas de los años cincuenta, una de pepelma y otra hallada en un mercado de pulgas en París. 

La diseñadora logra expresarlo claramente: “Soy arriesgada; me gusta el color y la alegría. Para romper espacios rígidos, uso muebles curvos y siempre mezclo formas y materiales. Nada es casualidad. Todo conversa de alguna manera. Me encantan las piezas controversiales que dan de qué hablar”. Aunque, a su vez, su pericia le permite configurar espacios más neutros, pensados con énfasis para el relajo. Así, en los dormitorios, reinan visiblemente el minimalismo, la paleta monocromática y los tonos claros, decisiones que contrastan con el estilo más recargado del primer piso y que cumplen una función muy clara: depositar sobre el habitante la tranquilidad hipnótica de la costa. 

“Como dijo Le Corbusier, la casa debe ser el estuche de la vida, la máquina para habitar”, sentencia Grimberg, y agrega que parte de su motivación como diseñadora es la oportunidad de regalar a sus clientes un hermoso lugar donde vivir, rodeados de objetos estimulantes y siempre priorizando la comodidad. Sobre las particularidades estéticas de sus proyectos, insiste: ella se adapta a cualquier gusto, pero siempre enfatizando en una mirada a largo plazo. “Mi idea es tratar de armar espacios atemporales. Las tendencias desaparecen; el estilo, en cambio, es eterno”, concluye, en una más que pertinente cita a Yves SaintLaurent.

La porosidad de los materiales nobles y su coloración natural son las bases con las que conversan los elementos decorativos, usualmente de tonos más
encendidos. Las plantas, la madera, el concreto y la piedra, por su parte, amarran el concepto de cada espacio, por lo demás, recargado y ecléctico.

La íntima relación con la naturaleza se hace patente principalmente en la privilegiada vista del mar peruano

 

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