La Panamericana Sur no solo acoge casas de playa. En esta zona ahora también es posible encontrar una robusta oferta de casas de campo para todos los gustos.
Por Fiorella Iberico Foto María Dulanto y Arquitectos
El sur de la capital no solo está de moda por sus playas o su propuesta gastronómica y de entretenimiento durante el verano. El panorama ha cambiado. Desde hace poco menos de una década, hacia el margen izquierdo de la carretera Panamericana Sur se vienen construyendo proyectos de casas de campo. La oferta ha dado un vuelco tremendo hacia este tipo de viviendas, debido a la gran disponibilidad de terrenos, el buen clima y el interés de las familias por buscar espacios cada vez más alejados de la ciudad.
Las casas de campo ya no se limitan a zonas como Cieneguilla, Chosica o Chaclacayo, pioneras en ofrecer este tipo de formato y, por tanto, aquellas que albergan las propiedades más antiguas. Hoy, diversas inmobiliarias promocionan sus proyectos en el sur bajo la promesa de una nueva urbe que despegará en los próximos años. “La nueva Lima”, la llaman. Ya sea como primera o segunda vivienda, existe una gran inclinación del mercado hacia las casas de campo en esa parte de la ciudad.
Las ubicaciones van desde Lurín, pasando por Pachacámac y Pucusana, y continúan en Chilca, Mala y otros distritos de la provincia de Cañete hasta Pisco, en Ica, e incluso más allá. Entre ellos, Lurín es, sin duda, el precursor en esta oferta. A unos treinta kilómetros al sur de Lima, se caracteriza por su verde inmejorable y su clima templado. Aquí es posible encontrar proyectos disponibles, como el condominio Fundo Paso Chico, con terrenos de 1000 metros cuadrados a más, que se encuentra rodeado de un entorno natural único y está ubicado cerca de la ciudad.
Siguiendo el recorrido, entre Pucusana y Chilca, ya pisando el distrito de Cañete, a la altura del kilómetro 60, también hay una oferta significativa de casas de campo. Una de ellas es el condominio El Olivar, dentro de un extenso bosque de olivos y eucalipto, que antes fue un fundo que llevaba el mismo nombre. Los terrenos en esta zona van desde los 1200 a 1600 metros cuadrados. Se trata de una propuesta privada y exclusiva para familias que quieren vivir en el campo, pero con las comodidades de la urbe, y como plus, con una ubicación adyacente a la playa.
Continuando en la provincia de Cañete, hay alternativas como Finca Bonita, en el kilómetro 72, cuya propuesta es más la de un club privado, con club house, piscina, canchas de grass sintético y zona de parrillas. Un poco más allá está San Andrés, un entorno natural que tiene parcelas desde 2000 metros cuadrados. La ventaja de este lugar es que se puede acceder desde la Panamericana Sur, lo que favorece que los propietarios puedan cruzar hacia las playas aledañas. Este fue uno de los primeros proyectos de casa de campo en esa ubicación.
Más arriba, como una joya en medio del desierto, aparece el valle de Quilmaná, uno de los dieciséis distritos que forman la provincia de Cañete. Su cercanía a la Panamericana Sur por el lado oeste, a la altura del kilómetro 120, y su clima seco y cálido lo han convertido en una alternativa interesante para la construcción de casas de campo, que cada vez toma mayor impulso. Ya en el departamento de Ica, en Pisco, se encuentra la hacienda Murga, condominio privado rodeado de campos agrícolas, naturaleza y desierto que se proyecta a ser algo más que una vivienda temporal. El camino al sur está destinado a ser un espacio de solaz para una ciudad que cada vez nos deja menos espacio para la calma.
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