A poco más de cien kilómetros de Lima, en un valle plano y frondoso, la arquitecta Marina Vella ha diseñado una casa bajo la sombra de siete ficus. Su nombre: “Entre copas”.

Por Giacomo Roncagliolo Fotos Marina Vella

Tiempo atrás, casi todo lo que estaba al alcance de la vista formaba parte de un fundo familiar ubicado en el valle de Irrigación Santa Rosa, en Huaral. Por ser de agua subterránea, se trata de un valle particular: a diferencia de las típicas quebradas, este configuraba un espacio amplio y plano. Con el paso del tiempo, la familia decidió urbanizar buena parte del fundo y vender algunos lotes a familiares y amigos que quisieran compartir el hermoso oasis. Entonces apareció la clienta: una persona que había crecido en el lugar y que contactó a la arquitecta Marina Vella para concretar su ilusión de tener allí su casa propia, regresando al origen.

Marina Vella

La oportunidad de diseñar sobre un trazo anterior pocas veces encerró tanto potencial como en este proyecto de Marina Vella.

Un diseño natural

Fue la antigua alameda de acceso al fundo la que sirvió de inspiración al momento de presentar una propuesta arquitectónica. Frente a lo que algunos hubiesen considerado una dificultad, decidieron tomar la hilera de árboles, cuyas copas coronaban la antigua alameda, y utilizarla como eje principal del proyecto.

Para no competir con ellos, se decidió realizar una construcción de un solo piso y encajar en ella los árboles que tiempo atrás habían guiado a los recién llegados hacia la casa principal del fundo. De esta forma, se consiguió un juego de volúmenes y vacíos en el que los ficus preexistentes alternan con la zona de huéspedes, la zona y la zona de dormitorios principales, todas con vistas magníficas hacia la terraza principal del terreno.

Marina Vella

El área social exterior, encarnada por la terraza, repite ciertos elementos de la antigua casa principal del fundo, como las rejas, y los emplea para marcar los límites del terreno con sutileza

Ahora bien, además de un elemento histórico, testamento de una época anterior, los árboles de la antigua alameda también fueron aprovechados a favor de la nueva edificación. En una región de altas temperaturas, hoy las sombras mantienen fresca la casa durante todo el año.

Marina Vella

El cruce de ejes permite que la luz y los elementos visuales del paisaje exterior sean “atrapados” desde el interior, convirtiendo al lugar en una casa de muchos frentes.

Además, las hojas de sus copas, sacudidas por los vientos de la zona, suenan como el calmo susurro de la naturaleza. Y finalmente, por supuesto, los siete ficus son parte integral del paisaje que todo habitante de la casa puede disfrutar a través de innumerables entradas de luz, viento y estímulo visual. La estrategia para capturar la mayor cantidad de esos estímulos se apoyó principalmente en el diseño de teatinas, ventanas altas y vacíos en la volumetría.

Marina Vella

El cruce de ejes permite que la luz y los elementos visuales del paisaje exterior sean “atrapados” desde el interior, convirtiendo al lugar en una casa de muchos frentes.

Historia y naturaleza

En el diseño planteado por Marina no existe una fachada delantera ni una trasera. Ese no es un concepto que suela trabajar en sus proyectos. Al contrario, procura pensar todos los espacios como un conjunto que atrapa las vistas aledañas, vengan de donde vengan. En este caso, los ingresos a la casa son múltiples y, de forma semejante, esta se despieza en cinco zonas: área privada, área social, área de invitados, área técnica y área social exterior. Aunque todas funcionan de forma independiente, también se encuentran lo bastante integradas como para hacer de la casa un lugar acogedor en el cual recibir a los invitados que llegan en tiempos festivos.

El cruce de ejes permite que la luz y los elementos visuales del paisaje exterior sean “atrapados” desde el interior, convirtiendo al lugar en una casa de muchos frentes.

En cuanto a los materiales, según explica Marina, “al estudiar las técnicas de construcción de la casa principal del fundo, descubrimos que estaba hecha con ladrillos que se hacían ahí mismo. Al ser un valle subterráneo, el terreno es muy húmedo, y eso genera una capa de arena gravosa ideal para la fabricación
de ladrillos. Como además se usa muy poco cemento en la mezcla, no tuvimos el problema de transportar el material. Todo se hizo en el terreno”. Algo similar ocurrió en otra sección de los muros,
para la cual se utilizó la quincha, conformando una estructura muy típica de la costa peruana, elaborada con madera, carrizo y barro.

Para la arquitecta y su equipo, significó un gran esfuerzo integrar la casa a los siete ficus de la antigua alameda. Dar con las medidas exactas y evitar dañar los árboles fueron algunos de los más grandes retos del proyecto.

Para la arquitecta y su equipo, significó un gran esfuerzo integrar la casa a los siete ficus de la antigua alameda. Dar con las medidas exactas y evitar dañar los árboles fueron algunos de los más grandes retos del proyecto.

“Para nosotros, lo importante era integrarnos al contexto natural y estudiar las técnicas constructivas de la zona. Y al propietario de la casa antigua le interesaba que las nuevas viviendas guardaran cierta relación con la casa original”, cuenta la arquitecta.

Cada espacio de la vivienda está pensado para tener una relación íntima y única con sus alrededores, sea al llegar a la entrada principal o al observar el paisaje desde uno de los dormitorios.

Esos dos enfoques coincidieron en el desarrollo de un proyecto con elementos muy tradicionales y, al mismo tiempo, una mirada contemporánea y consciente de su medio ambiente. Sacar provecho de la luz, los paisajes, el calor y los vientos fueron acciones vitales para conseguir una casa a primera vista discreta, de complejo diseño, muy sostenible y de sencillo funcionamiento.

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