Un proyecto liderado por la exviceministra Elizabeth Añaños propone atacar la dramática vulnerabilidad y riesgo de la vivienda informal a través de una estrategia de reforzamiento que impulse la productividad de las viviendas y enfrente el déficit habitacional en la capital.

Por Edmir Espinoza
Ilustración de Elmer Yarmas 

Lima es una ciudad de inmensas oportunidades. Contenedora de una historia y patrimonio cultural únicos, y poseedora de un largo y estratégico litoral, nuestra capital tiene todo el potencial para transformarse en un referente en la región. Si a ello le sumamos una clase media pujante y emprendedora, una industria cada vez más moderna y una composición etaria joven y productiva, queda claro que la nuestra es una ciudad cuyo horizonte se presenta lleno de posibilidades.

Ilustración de Elmer Yarmas.

No obstante, pese a sus diversos atributos, Lima ha enfrentado una serie de desafíos derivados de su rápido crecimiento en el último siglo y de la falta de una planificación urbana adecuada. La informalidad, la inseguridad, el transporte público deficiente y la insuficiente cobertura de servicios básicos son solo algunos de los problemas arraigados en nuestra capital desde hace décadas, a los cuales es necesario agregar aquellos relacionados con la vivienda.

La falta de vivienda es el elefante blanco en la habitación del que nadie quiere hablar. El Perú debería producir ciento cuarenta y tres mil viviendas anualmente para cubrir el déficit de esta, y el sector formal apenas produce cuarenta y tres mil en suelo nuevo. El resultado es que el 68,9% del total de viviendas construidas (que corresponde al 40% de la población peruana) son informales o no han sido asistidas técnicamente por profesionales.

Por otro lado, el riesgo latente de un sismo, y el antecedente de lo sucedido en Pisco en 2007, cuando setenta y seis mil viviendas fueron totalmente destruidas o quedaron inhabitables, presentan un viejo desafío para el futuro inmediato de la ciudad.

El déficit de vivienda nueva y la vulnerabilidad de gran parte de las viviendas existentes tienen sus particularidades y desafíos propios. No obstante, un proyecto impulsado por el Colegio de Arquitectos de la Región Lima y liderado por la exviceministra de Vivienda y Urbanismo, Elizabeth Añaños, propone una estrategia que ataque ambos frentes desde una perspectiva común.

Para Añaños, las estadísticas demuestran que gran parte de los barrios construidos hace cincuenta años –y que hoy son distritos y zonas consolidadas–, como Comas, Los Olivos o Independencia, están optando por el alquiler de cuartos y viviendas como medio de generación de ingresos. Sin embargo, se trata en su gran mayoría de residencias construidas a partir del instinto de maestros de obra y sin la participación de un arquitecto. La falta de asesoramiento técnico no solo eleva el riesgo estructural ante un sismo, sino que muchas veces elimina la posibilidad de construir un piso extra o ampliar la propiedad, con lo que se reduce su potencial productivo.

Atendiendo esta realidad de autoconstrucción e informalidad en la ciudad, pero también de ímpetu emprendedor y autogestión, el proyecto Manzana Segura propone soluciones de reforzamiento estructural y microdensificación en barrios consolidados de origen informal como estrategia para reducir el riesgo sísmico y mejorar la calidad del hábitat y la resiliencia de las viviendas. “Gran parte de Lima corresponde a distritos consolidados que surgieron en la década de los setenta. En ese entonces, la mayoría de esas viviendas no tuvo asistencia técnica durante su construcción, y hoy presenta alto riesgo de edificación frente a sismos. Este es un problema que se va reproduciendo, pues los mismos barrios continúan produciendo vivienda, construyendo y densificando sin la opinión de arquitectos”, explica Añaños, quien añade que las familias de estos barrios gastan entre doce mil a ciento veinte mil soles en vivienda, pero sin asistencia técnica.

En 2022, la facultad de Arquitectura de la PUCP organizó el Workshop Manzana Segura en el Barrio Año Nuevo en Comas, que sirvió como un espacio para plantear alternativas innovadoras para la reducción del déficit de vivienda en Lima Metropolitana.

“En este contexto, lo que vemos es que muchos de los programas del Gobierno orientados a vivienda no están considerando que en Lima y en Perú la autoconstrucción está por encima del 70%. Necesitamos reenfocar las políticas a la necesidad que tiene la gente, que es mejorar su hábitat con asistencia técnica, con mejores soluciones técnicas, con innovación y participación de diferentes actores del ecosistema de la vivienda. Y es aquí donde el reforzamiento y mejoramiento de vivienda puede ser una clave”, explica la exviceministra.

Si bien la mayor necesidad de reforzamientos está en viviendas construidas en los años setenta, y que reúnen las mismas fallas de aquellas que colapsaron en el sismo de Pisco, actualmente, los bonos de reforzamiento del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento están focalizados en viviendas de estratos D y E. Muchas de estas recién se han construido o tienen poca capacidad de mejora por los materiales utilizados en su edificación. Conscientes de esta realidad, Manzana Segura nace como una estrategia multiactor que articula a colegios profesionales, academia, sector privado, Gobierno, colectivos y usuarios para promover soluciones que contribuyan a reducir riesgos estructurales e impulsar el valor de la vivienda en tejidos urbanos consolidados. “La idea es que no solamente sea una intervención para mejorar la vivienda, sino que permita que esta sea un motor de producción para la familia. Se trata de una inversión con el potencial de mejorar las condiciones de la familia”, refiere Añaños.

En una primera fase, Manzana Segura planea levantar información de los barrios, identificar una manzana piloto y plantear soluciones que puedan ser sistematizadas para la creación de un catálogo de reforzamiento. Más adelante, se deberá elaborar una propuesta que pueda ser traducida en una norma y que, a su vez, sea apropiada por gobiernos locales o por el mismo Gobierno nacional como parte de su política de mejoramiento de viviendas. Además, el proyecto pretende impulsar la actualización de las normas existentes sobre los bonos de reforzamiento o la creación de un nuevo programa que atienda las necesidades de reforzamiento de viviendas en barrios informales consolidados.

El alto riesgo de sismos e inundaciones en gran parte de la capital vuelven urgente la tarea del reforzamiento de viviendas, las mismas que hoy se utilizan como un patrimonio productivo por las familias de estos barrios de origen informal, pero ya consolidados.

Para Añaños, es urgente que el Estado peruano comprenda los hábitos de construcción de la vivienda en la capital y promueva políticas adaptadas a estas realidades. “Necesitamos aceptar que la arquitectura y la formalidad están al margen de la forma en que las familias peruanas construyen. Solo así podemos idear programas y políticas que ayuden a que las familias se conviertan en socios estratégicos de la política pública, y se incorporen dentro del ciclo para reducir el déficit de vivienda. Para ello, necesitamos estrategias, como un bono de reforzamiento, para que tu vivienda sea más productiva y puedas alquilar habitaciones, implementar un taller, una tienda o una guardería con asistencia técnica”, reflexiona la arquitecta.

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Lima es una ciudad cuyas oportunidades son proporcionales a sus problemas. Aprovechar unos y resolver otros depende de la capacidad de las autoridades y la sociedad civil para idear soluciones creativas e innovadoras, que tomen en cuenta las realidades particulares de esta megalópolis y que, a partir de ellas, promuevan dinámicas productivas y positivas para el desarrollo urbano.

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