La experimentada interiorista apostó por un diseño ecléctico, con distintos materiales, colores y texturas, muy bien integrado al ambiente natural de los parques y jardines del entorno.
Por: Sergio Rebaza Fotos de Jaime Gianella
“Una, como diseñadora, tiene que recomendar a los clientes, proponerles soluciones, no imponer su estilo personal. Es cierto que a veces nos piden que hagamos cosas que realmente no van a funcionar, pero es cuestión de darle la vuelta, transformarlo y amoldarlo a lo que nos están pidiendo. Porque al final son ellos los que van a vivir en la casa o departamento, no yo”.
Alexandra dice esto desde un quinto piso en la zona del Golf en San Isidro, pero también desde sus más de veinte años de experiencia como profesional en el rubro del diseño de interiores. Ciertamente, con el tiempo, el diseñador o diseñadora termina por interpretar a sus clientes para saber qué es lo que realmente necesitan, detrás de lo que piden. Y suele pasar que termina por conocerlos mejor de lo que ellos mismos se conocen, sobre todo si son personas cercanas… o familiares, como es el caso de este encargo.
Una relación de tres
Los propietarios compraron el departamento de estreno justo al término del encierro por la pandemia. “Él es minimalista, y ella, recargada; por eso fue todo un reto llegar a acuerdos, como si fuéramos una relación de tres. Uno tiene que ceder; el otro se molesta. Eso pasa mucho en la decoración; una termina por hacer un trabajo de terapeuta, porque debe entender lo que necesitan, y darles a los dos, en este caso, lo que quieren”.
Felizmente, para sorpresa de ella, en esta oportunidad todo fluyó muy bien, y prácticamente no hubo nada que no le aceptaran –salvo el color de las paredes, que ellos querían blancas y que Alexandra consiguió que quedaran en tonos más cálidos–. Tampoco hubo presión por acabar en el menor tiempo posible, como a veces pasa; de hecho, tuvo un año entero, que es un tiempo óptimo para un proyecto de esta clase. “No menos de seis meses”, dice Alexandra, quien ya ha vivido lo que es tener plazos muy ajustados. “Porque mandar a hacer los muebles a la medida toma tiempo”. Y su idea, con este encargo, era hacerlo todo desde cero.
“Felizmente, me adapto al gusto del cliente. Si quiere algo rústico, me vuelvo rústica… si quiere algo minimalista, me vuelvo minimalista. Soy bien camaleónica. Obviamente, yo tengo un estilo, pero en mi casa, que es una locura. Solo que esa locura no se la puedo plantear a nadie”, confiesa la interiorista. En este departamento, quiso arriesgarse y jugar con distintos estilos. El resultado es un diseño arriesgado y ecléctico. La propuesta incluye muebles antiguos de familia con piezas mandadas a hacer y otras compradas, como las alfombras que enmarcan y dividen espacios (en la sala y el comedor destacan las de Nathan) o el arte de Jesús Pedraglio. “Hay infinidad de materiales: mármol, madera, piedra; telas y alfombras de todo tipo: cuero, terciopelo… he mezclado de todo. Incluso los adornos. Hay piezas heredadas, así como mías y de mi hermana”, acota mientras señala unas coloridas y traslúcidas paletas de acrílico.
“Hay muy pocas cosas que quedaron del departamento anterior, que era más pequeño –este bordea los trescientos metros cuadrados–. Pero prácticamente todo es nuevo”. Como empezar una nueva vida, sin mirar atrás; pero, sobre todo, sin remordimientos. Una vez que dejas ir, es como quitarse un peso de encima. Uno se siente más ligero, rejuvenecido, algo que le ha caído muy bien a la pareja de clientes, que son personas mayores.
Para Obradovich, este es el espacio de personas maduras, pero activas, con capacidad para seguir asombrándose y sin miedo al futuro y, por supuesto, con ganas de disfrutar con sus nietos y amigos. Y la mezcla de todo esto –la historia de los clientes, sus gustos personales, sus oficios y necesidades– es la materia prima para dar forma al trabajo de diseño.
Este departamento corrobora que la obra de un diseñador o diseñadora no acaba con la selección de los colores, de las luces y los acabados. Todo eso es lo tangible, lo concreto, lo que tiene precio. Pero más allá hay un trabajo impalpable, inmaterial… diríase que espiritual en la labor del interiorista. Por eso, para culminar con éxito un proyecto, es clave tener sensibilidad para entender a las personas, algo que, definitivamente, Alexandra Obradovich posee.
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