En el fondo del Valle de Cajamarca, el arquitecto diseñó un refugio cúbico, atravesado por marcas coloniales e innovaciones modernistas, bajo el cielo profundo de la sierra norteña.
Por Giacomo Roncagliolo Fotos de Vinicios Barrios
En las afueras de la ciudad de Cajamarca, en el distrito vecino de Baños del Inca, Roberto Rojas recibió un encargo muy personal: diseñar una casa que lograra replicar algunas características del hogar de infancia de la clienta; particularmente, el patio de la casa de su abuela. Quería un lugar que pudiera compartir con sus dos hijas adolescentes y que, más adelante, sirviera como refugio personal: lleno de paz, lejos del trabajo, ideal para desconectarse de las preocupaciones mundanas. Fue así que Rojas y su equipo plantearon lo que llaman la Casa Patio, un espacio en el que se mezclan paradigmas tradicionales y contemporáneos para capturar las grandes bondades del exterior cajamarquino.
La lógica del contexto
“Cajamarca tiene dos escenarios muy marcados: la colina, de pendientes medias y fuertes, y el fondo del valle, un sitio muy plano donde por seis meses hay lluvias constantes y por seis meses hay un sol inclemente”, indica Roberto para referirse a la geografía donde se levantó la casa. “La manera más tradicional de enfrentar la lluvia es un techo a dos aguas. No quisimos inventarnos nada en ese sentido”. Sin embargo, fue partiendo de esa sencillez que el arquitecto ideó un proceso de deconstrucción. La alteración más importante planteada por Roberto fue despegar el techo de los muros a fin de conseguir efectos concretos. Entre ellos, la sensación de que este flota por encima de la masa de la casa, la dinámica iluminación que ocurre por la noche gracias a las luces interiores y, sobre todo, el contacto directo con el cielo, celestedurante el día y azul profundo en el horario nocturno.
Por otro lado, siguiendo el anhelo de la clienta y también la ruta de masas atravesadas por el vacío, se instaló un patio interior como corazón de la casa, replicando el de las casonas coloniales de los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX. Lo mismo ocurrió con el zaguán, una marca muy clara de aquella antigua arquitectura, que en este proyecto, además, sirvió como eje de perforación: si uno se ubica en esa entrada principal y abre la puerta de la casa y la mampara del patio interior, la vista puede atravesar por completo el espacio, de un extremo a otro. Este efecto de transparencia, transversal a toda la vivienda, es el mismo que se repite alrededor del patio interior: gracias a sus paredes de vidrio, uno puede mirar toda la casa desde cualquiera de sus rincones, reforzando la idea de una familia integrada.
Traer de vuelta el pasado “Lo que me gusta de este proyecto es que no responde a los cánones actuales de habitabilidad”, comenta el arquitecto. “En las casas antiguas, uno tenía que exponerse a la intemperie para moverse de una habitación a otra, incluso para ir al baño. Aquí, gracias a la transparencia que nos ofrecen el patio y sus galerías vidriadas, hemos logrado simular esa experiencia sin que sea necesario salir de la casa”. Es también en ese patio donde encontramos el único punto de color de las estructuras principales: un azul intenso que se funde con lo que el techo vidriado deja ver del cielo cajamarquino. “El patio es un vacío que, contradictoriamente, llena la casa de cielo”, declama Roberto, casi con poesía. Desde ese cubo, que el arquitecto reconoce como una marca modernista presente en casi todos sus proyectos, el habitante captura los colores de las alturas, el calor del sol y la luz blanca de la luna. Roberto reconoce las apuestas que involucraron su búsqueda: “Nuestros clientes son nuestros socios de aventura. Al ir por cosas nuevas, sabemos que estamos apostando, probando, y que alguna imperfección tendremos que solucionar al tiempo que se avanza con la obra. Es parte del proceso”. Sin esa vehemencia, sin ese espíritu lúdico y ese recorrido de ida y vuelta entre la tradición y el futuro, entre lo seguro y lo novedoso, los resultados serían muy distintos, más apegados a la norma, sin la experimentación que atraviesa la Casa Patio. Dentro de su trayectoria como arquitecto, Roberto, además, encuentra en este proyecto un gran logro: haber construido un espacio de gran calma y simetría, el espacio de sosiego y unidad que la propietaria quería.
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