Esta casa en Cieneguilla emerge como un testimonio de la sinergia entre el entorno, los interiores y la funcionalidad. Desde la distribución lineal de la infraestructura hasta la cuidadosa disposición de cada ambiente, la residencia diseñada por Carlos Echegaray se presenta como un reflejo de la conexión entre el paisaje y los ambientes de esta espaciosa vivienda.
Por Fiorella Iberico Marotta
Fotos de Christopher Schreier
Los dueños de esta residencia en Cieneguilla adquirieron el terreno en busca de una casa de campo para disfrutar con amigos y la familia. Su elección fue estratégica, ya que el predio destacaba por su emplazamiento frente a un cerro con andenes que le otorgaba un carácter único dentro del condominio. Entre las distintas opciones, esta ubicación resonó mucho con el dueño, ya que evocaba los recuerdos de su infancia en el valle de Cusco.
“Este vínculo emocional entre el terreno y la vista del cerro lo convirtieron en la elección perfecta para materializar su idea”, explica Carlos Carlos Echegaray, arquitecto a cargo del proyecto.
Con la intención de capitalizar la impactante vista del cerro y diseñar un amplio jardín, Carlos ejecutó la orientación de la casa con una visión estratégica, aprovechando los retiros naturales que ofrecía el área. La distribución fue configurada de manera lineal, direccionando todos los espacios hacia el extenso jardín y el majestuoso cerro. Esta disposición no solo buscaba integrar la arquitectura con el entorno natural, sino también crear una experiencia fluida y armoniosa para los ocupantes. De esta forma, la conexión visual entre los interiores y el paisaje se convierte en un elemento clave del diseño, que establece una interacción mutuamente beneficiosa entre la estructura y el contexto. Hay algo que llama la atención en el enfoque estilístico del arquitecto. La fachada de la propiedad evoca elementos coloniales, con frisos en el frontis –los propietarios tienen predilección por la arquitectura de este tipo– que recrean una primera impresión que remite a lo antiguo y tradicional. Sin embargo, al ingresar a la casa, el visitante se encuentra con un diseño moderno y fluido. Este contraste entre la fachada y la gran apertura hacia el paisaje revela la habilidad del planteamiento para fusionar la estética clásica con una visión contemporánea, lo que da como resultado una experiencia arquitectónica que llama la atención.
En cuanto a la distribución, esta fue planeada para fomentar la interacción y la fluidez entre los espacios. Al ingresar, el vestíbulo actúa como un punto de transición que revela gradualmente las vistas de más adelante. El área social, que abarca el comedor, la cocina y la sala, se despliega como un gran espacio a doble altura, delimitado por mamparas que se integran con la terraza. Estas últimas, ingeniosamente escondidas tras la despensa de la cocina, pueden deslizarse para crear un ambiente abierto que se conecta sin esfuerzo con el jardín. Este diseño proporciona una sensación de amplitud y permite que la vida social transcurra sin obstáculos, cumpliendo uno de los principales requisitos de los propietarios.
En el área privada, la planificación refleja la armonía entre funcionalidad y estética. Las cinco habitaciones, ubicadas del lado izquierdo de la propiedad, fueron diseñadas de manera idéntica con una cama matrimonial, un camarote y un baño privado. Esto permite que los espacios sirvan tanto para los hijos como para invitados, adaptándose a diversas necesidades. Un volumen ligeramente girado alberga el área más privada de la casa, que incluye la habitación matrimonial con un estar, un baño y un amplio vestidor. Carlos explica que la decisión de girar este volumen no solo aporta dinamismo a la estructura, sino que también dirige la vista hacia los andenes para integrar la naturaleza en la experiencia cotidiana.
En general, la correcta disposición arquitectónica de la casa se traduce en un espacio sin obstáculos, donde la fluidez es la protagonista. La ausencia de columnas permite que la percepción de los ambientes sea expansiva y que se integre armoniosamente con los jardines y el entorno. Este enfoque va muy de la mano con la filosofía de una casa de campo, donde la conexión con la naturaleza es esencial.
En cuanto a la elección de materiales, esta prioriza el fácil mantenimiento para garantizar una experiencia agradable en el campo. Así, se optó por un piso de porcelanato en toda la casa, mientras que la terraza se revistió con piedra talamoye. Los techos destacan por su acabado en concreto caravista, para mayor durabilidad, y un toque estético distintivo que se fusiona con la esencia rústica del entorno. Aquí, cada elemento se entrelaza para crear una casa de campo que no solo acoge, sino que celebra la armonía entre la arquitectura y la naturaleza.
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