El aumento de las temperaturas durante la temporada veraniega y la consiguiente y masiva concurrencia de los limeños a las playas de la ciudad han evidenciado grandes desafíos ambientales que enfrenta nuestra capital. ¿Cómo aspirar a vivir un verano sostenible en una urbe sin apenas educación ambiental y en la que los ciudadanos carecen de un vínculo emocional con sus espacios naturales? Tres expertos intentan dar respuesta a una vieja e incómoda interrogante.
Por Edmir Espinoza Ilustración Elmer Yarmas/ Fotos Agencia Andina
Nunca en la historia de la humanidad los veranos fueron tan largos y calientes. Una anomalía climática que el marketing y buena parte de los limeños -acostumbrados al cielo gris y la fría humedad de la capital- celebran, pero que entraña una verdad incómoda que muchos no quieren ver. Los estudios internacionales son concluyentes: los registros históricos de calor durante las últimas temporadas estivales son una alerta temprana de las graves consecuencias de la inacción frente al cambio climático.
El intenso calor es un pretexto perfecto para que miles de personas acudan masivamente a las playas del litoral limeño cada fin de semana, en busca de calmar de alguna forma la sensación agobiante que pareciera fermentarse sobre el asfalto. Y es ante este mar de gente ocupando el espacio público de un entorno natural cuando se hace más evidente que la falta de consciencia ambiental está generando inesperados estragos en el medio ambiente y la calidad de vida de los ciudadanos.
Gestión del agua y residuos
Como toda ciudad enquistada sobre un desierto, Lima tiene como uno de sus principales desafíos mejorar su gestión del agua. Según Sedapal, los limeños consumen 75 litros de agua al día más de los 100 recomendados por la OMS. Al respecto, Ronny Fischer, director del Centro de Sostenibilidad de la Universidad de Lima, comenta que es necesario aprovechar las condiciones climáticas de la estación veraniega para adoptar prácticas sostenibles que preserven este recurso, como regar las plantas al amanecer o atardecer para minimizar la evaporación, tomar duchas cortas, o aprovechar el clima cálido para secar la ropa al aire libre.
Fischer también refiere que otro de los problemas ambientales que más se acentúan durante el verano es la contaminación de las playas, donde el 46 % de los desechos sólidos son plásticos. “Esto constituye una amenaza directa para la biodiversidad marina y la salud de los ecosistemas costeros. Los residuos plásticos, como los sorbetes o aros de plástico, pueden lastimar físicamente a los animales, al igual que los microplásticos pueden ser ingeridos por los peces y acumularse su organismo y en el de otros seres vivos que los consumen, lo que implica un daño también para la salud del ser humano”, explica.
Para el director del Centro de Sostenibilidad de la Universidad de Lima, es esencial que la política ambiental de la ciudad se enfoque en evitar el uso desmedido de productos desechables, optar por alternativas reutilizables y respetar las normas de conservación. En cuanto al cuidado de las playas, Fisher sostiene que se deben fomentar prácticas responsables, como llevar consigo una bolsa para recoger la basura. “Solo promoviendo cambios en el comportamiento de las personas y fomentando prácticas más sostenibles podremos enfrentar la problemática global de forma localizada y eficaz”, refiere el ingeniero.
Por su parte, José Cornejo, consultor en evaluación de impacto, gestión e ingeniería ambiental, y profesor de la UNMSM, explica que la educación ambiental debería ser una política pública y uno de los pilares sobre los cuales mirar el desarrollo de la ciudad. “La actividad humana genera desechos, pero es posible reducir la cantidad de residuos que producimos, y con ello reducir la presión que le estamos imponiendo al ecosistema. Estamos a tiempo de avanzar hacia un modelo más sostenible de ciudad, pero para ello es clave concientizar a la ciudadanía sobre el impacto que genera en el medio ambiente la mala gestión de los residuos, así como el uso de plásticos, algunos de los cuales perduran indefinidamente en el hábitat”, comenta el experto.
Pero Cornejo identifica además un problema oculto que propicia el mal uso del entorno natural en las playas. “Creo que uno de los grandes problemas de las playas es la superposición de usos, que genera diversos conflictos producto de que se entremezclan actividades como el uso familiar y deportivo en un mismo espacio, generando malestar y desorden”, comenta Cornejo, quien considera que una zonificación adecuada y la cooperación entre la comunidad, autoridades y expertos en gestión ambiental son fundamentales para lograr un equilibrio que preserve la belleza natural de estos espacios.
Conocer el entorno para aprender a cuidarlo
Según cifras del portal Verano Saludable, de la Dirección General de Salud Ambiental e Inocuidad Alimentaria (Digesa) del Ministerio de Salud, solo 39 de las 99 playas de Lima figuran como saludables, en función de un análisis de calidad microbiológica (presencia de coliformes), limpieza, presencia de residuos sólidos e instalación de servicios higiénicos. Cifras de la ONG Vida, por su parte, apuntan a que en los últimos cinco años se han triplicado las toneladas de residuos sólidos en las playas de Lima y Callao, lo que no solo acelera el deterioro del ecosistema natural, sino que además puede provocar problemas dérmicos, gastrointestinales e infecciones como conjuntivitis en los bañistas.
Wilder Ocampo es policía y fue salvavidas durante más de una década. Hace siete años preside la escuela de natación en aguas abiertas Nadar es Vida, y desde entonces es testigo de cómo la falta de consciencia ambiental del ser humano puede impactar en el ecosistema marino.
Para Ocampo, que cada mañana realiza labores de limpieza de la playa Los Yuyos antes de iniciar sus clases, la única forma de cuidar el ecosistema es a través de campañas que promuevan el vínculo entre los ciudadanos y los pocos espacios naturales que tenemos en Lima. “La Costa Verde, por ejemplo, es un espacio maravilloso que debería ser más utilizado para diversas actividades, como hacer deporte, apreciar un paisaje natural o asistir a eventos sostenibles. Una vez que la gente conoce un lugar y lo disfruta, es inevitable que lo cuide y proteja”, comenta Ocampo, quien ha visto cómo durante los últimos años -sobre todo durante la pandemia- el mar ha ayudado a preservar la salud mental de miles de limeños.
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La preservación del ecosistema marino y el de las playas del litoral es una tarea urgente para una ciudad como Lima, que ante la ausencia de espacios públicos abiertos, ha encontrado en las orillas del Océano Pacífico uno de los pocos lugares donde sus ciudadanos puedan escapar del estrés cotidiano y del abrasador verano limeño.
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