La interiorista Cecilia Fernandini realizó un trabajo integral en un espacio que tomó como inspiración los rasgos más distintivos de la personalidad de sus clientes y se adaptó a las dimensiones de una joven casa familiar.

Por: Giacomo Roncagliolo Foto: Fernando Delgado

El encargo llegó de parte de una familia peruano-venezolana que buscaba darle a su hogar mayores dosis de color, de tal forma que sus ambientes ganaran calidez. Ya llevaban algún tiempo viviendo en la casa, pero todavía no conseguían hacer que se sintiera propia o que reflejara la personalidad de quienes la habitaban: un espíritu alegre y abierto a la experimentación. Fue en este punto que la interiorista Cecilia Fernandini apareció para condensar esos deseos y, a partir de ellos, producir composiciones con distintas tonalidades, materiales y texturas, casi como si la casa fuera un lienzo en blanco sobre el cual plasmar el verdadero cuadro.

La escultura de Carlos Cornejo, ubicada justo al inicio de la terraza, marca el tránsito hacia un espacio lleno de vegetación y formas orgánicas, alejado de las líneas rectas de la arquitectura.

Hallar una personalidad

El eje central sobre el que se organizó el trabajo fue el de darle a cada espacio un carácter singular. Así, para comenzar, decidió instalar una estructura de fierro, a modo de celosía, sobre el ingreso principal de la casa. “Este ejercicio tan fundamental le dio un marco al inicio del recorrido, que necesitaba redondearse”, explica Fernandini. De forma análoga, unos pasos más adelante, justo antes del comedor, instaló otra celosía, esta vez hecha de madera, que le permitiera cierta independencia a este ambiente. Pintada completamente de blanco, la estructura sirvió de marco para lucir objetos de decoración que la clienta ya poseía y que hoy definen el balance estético de este hogar: un juego de ida y vuelta entre tonalidades neutras y grandes acentos de intensidad.

Las celosías instaladas en puntos estratégicos de la casa procuran definir e independizar ciertos ambientes, como el comedor y el bar, permitiendo que cada uno luzca sus propios atributos.

Hacia la mano derecha, aparece una amplia sala de estar que la mano de Fernandini se encargó de convertir en un espacio dinámico, de mucho movimiento. Inicialmente, la propia arquitectura dio las pautas para concebirlo como un ambiente social semicircular, con un amplio sofá en forma de media luna, una mesa central con diseño en distintos niveles y una alfombra de cuero con pelo en la que se integra el movimiento fluido de la curva con un patrón geométrico de esbeltos rectángulos. La estantería, diseñada por la interiorista, también implementó un contrapunto entre el tono apagado y las líneas rectas de la madera con los bloques de color y las piezas de decoración de formas más orgánicas e impredecibles.

La estantería fue diseñada por Cecilia Fernandini.

Adyacente a esta habitación, se encuentra el bar de la casa. Anteriormente, este no solo se conectaba con la sala de estar a través de una puerta de vidrio, sino que además quedaba en vitrina frente al comedor debido a la transparencia de la mampara que fungía de pared lateral. Orientada por la calidez del ladrillo rococho de dos de sus paredes, Fernandini decidió trabajar, desde la carpintería, una nueva celosía que independizara este espacio, cuya naturaleza llamaba más bien a disfrutar de una copa en un entorno íntimo, medianamente alejado del tránsito de los espacios vecinos. Así, acabó por convertirse en un refugio cuya materialidad saca provecho de texturas rústicas y jaspeadas, más acordes con la sensibilidad que surge al recorrer una cava o probar un vino añejo.

El punto de calidez lo otorga una pared de ladrillos rocochos.

Atrevimiento y color

La sala principal fue otro de los ambientes que Fernandini trabajó con especial ahínco. Aquí, la apuesta consistió en seguir la personalidad de la clienta, muy entusiasta de los usos audaces del color. En ese sentido, la pieza que la gobierna es un sofá rojo intenso que, fuera de destacar como único acento, se integra en la composición general del espacio gracias a la alfombra floral sobre la que se posa. El espacio lo completan distintas piezas de mobiliario y luminarias de diseño atemporal que, en conjunto, dotan de fuerza a una de las áreas interiores más importantes de la casa.

Concebida como el ambiente de mayor intensidad, la sala principal gira entorno a un sofá rojo que marca la pauta para el resto de elementos de mobiliario y decoración, todos elegidos en función de su forma y color.

Finalmente, en la terraza, una imponente escultura del artista plástico Carlos Cornejo marca el umbral hacia una dimensión distinta, abierta, en contacto con la frondosa vegetación del jardín. Allí, los acentos de color los ofrece la propia naturaleza, como un cuadro de abundancia al que se llega una vez que se atraviesa por completo la casa y que dialoga con una colección de muebles de exterior de distintos niveles y formas. Entre ellos, aparece una estructura metálica diseñada por Fernandini para otorgar singularidad a la barra exterior, así como un cuadro del artista y diseñador Louis Pisconte donde conviven las dos nacionalidades que conforman esta familia.

Fernandini diseñó una veladura metálica que otorga mayor carácter a uno de los rincones del exterior, a lo que sumó una obra del joven artista y diseñador Louis Pisconte.

La terraza está definida por la fluidez de su mobiliario y una elegancia que deja todo el protagonismo a la vegetación de aquella sección posterior de la vivienda.

En suma, el proyecto de Fernandini se centró en marcar cada espacio con una personalidad definida, buscando hacer de cada uno de ellos un lugar acogedor donde el usuario pudiera sentirse estimulado y a gusto. Como menciona la interiorista, “el diseño debe ser un soporte para tu bienestar y tu salud, un elemento que te levante el espíritu”. Y en esa precisa medida su trabajo cumple con la consigna: transformar una casa en un hogar con identidad, redondear los ambientes para que sean una fuente de confort y plenitud.

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