La intervención del diseñador de interiores Porfirio Castro en este departamento es una oda a la cultura peruana que fusiona arte tradicional y mobiliario contemporáneo. A través de una propuesta que respeta las raíces locales sin renunciar a la elegancia moderna, el diseñador logra espacios llenos de carácter en los que cada detalle cuenta una historia.
Por Fiorella Iberico Fotos Rodolfo Sotelo
El interiorista Porfirio Castro fue convocado para amoblar un departamento de trescientos metros cuadrados en venta, con el objetivo de dar valor añadido a la propiedad. En lugar de optar por una propuesta genérica, decidió imprimir su sello personal, apostando por una decoración que fusiona creaciones autóctonas con muebles de estilo contemporáneo, lo que le permitió mostrar una interpretación propia del diseño local. Según Porfirio, existe una subvaloración del arte peruano en la decoración, lo que motivó su elección de incorporar piezas representativas del país como elementos clave en la propuesta.
La sala es un espacio vibrante que fusiona pasado y presente, lo tradicional y lo actual. Los tonos brillantes, como rojos, naranjas y púrpuras, destacan sobre una base neutra. En la pared principal, el cuadro colorido del pintor Roldán Pinedo, de la comunidad shipibo-konibo, muestra árboles y elementos naturales –lo que refuerza el sentido de conexión con lo originario– mientras que las esculturas de mariposas del artista Harry Chávez añaden un toque lúdico y refuerzan el carácter artístico del ambiente. En una esquina, las repisas exhiben una curada selección de artesanías que aportan textura y profundidad cultural en contraste con lo moderno del papel tapiz.
En el comedor, otra escultura animal de Harry Chávez domina una de las paredes. Este arte añade un aire de dramatismo y naturaleza salvaje a la escena, mientras que los bancos tejidos a mano en Chincha aportan un toque artesanal que conecta con las raíces peruanas. El mobiliario moderno de líneas limpias se equilibra con una alfombra de colores andinos intensos que aporta calidez. Las lámparas de estilo orgánico de Ale Balbuena, hechas de materiales naturales, cuelgan sobre la mesa de vidrio, suavizando la atmósfera y conectando visualmente con el verdor externo.
La cocina también refleja la esencia peruana a través de detalles cuidadosamente integrados. La viga expuesta, adornada con una tradicional tabla de Sarhua, introduce una conexión directa con el arte popular andino. Los gabinetes de madera clara, de líneas limpias y modernas, contrastan elegantemente con los reposteros retroiluminados, donde se exhiben piezas peruanas. Este juego de luces y sombras no solo resalta la belleza de las artesanías, sino que también añade una atmósfera cálida y acogedora, donde lo ancestral y lo contemporáneo se encuentran en balance.
En el dormitorio principal, se mantuvo la coherencia del proyecto añadiendo un papel tapiz con un sutil aire tribal. La cabecera de cuero se integra de manera natural al ambiente, complementando el papel tapiz. Aquí, destaca además la asimetría en las lámparas: de un lado, una lámpara de pie de fibra natural de Ale Balbuena; del otro, una lámpara de mesa con motivos peruanos. La pared está decorada con un cuadro de madera tallado a mano y los músicos del artesano Artemio Poma.
Estos detalles artesanales complementan la propuesta sin monopolizar la atención. El equilibrio entre las piezas peruanas y otros elementos decorativos refleja la visión de Porfirio Castro de crear un espacio donde el arte local tiene una presencia significativa, pero en armonía con el diseño global del proyecto. Siguiendo el recorrido, el baño de visitas rinde homenaje al arte vibrante de Amadeo Gonzales. Las obras de Gonzales, llenas de color y con un fuerte arraigo en las raíces andinas, aportan energía y carácter.
En el patio central, el diseñador optó por una solución simétrica, techando la zona para crear un jardín interno, aunque decidió no plantar directamente en la tierra. Todas las plantas están dispuestas en macetas, lo que permite flexibilidad en la composición y facilidad para el mantenimiento. La simetría es la clave en este lugar, que comienza con un camino que conduce hacia un área de lectura. El jardín interno no solo añade serenidad, sino que también ofrece un respiro entre los elementos estructurales.
El departamento también cuenta con una sala secundaria, donde Castro exploró una temática tribal en la decoración, similar a la de la habitación principal. En este ambiente reaparecen las esculturas de pared del artista Harry Chávez, cuyas obras, con tintes selváticos, están elaboradas con semillas y evocan figuras de pumas y un aura de misterio. Las piezas logran transmitir una sensación visual intensa y enriquecen la narrativa decorativa del proyecto.
Porfirio Castro presenta un interiorismo que destaca por su personalidad clara y auténtica, en el cual la peruanidad se expresa de manera sutil, sin caer en la sobrecarga visual. Con él no solo demuestra cómo el arte y la cultura peruana pueden integrarse en la decoración contemporánea, sino que también crea algo único y elegante, con elementos que cuentan una historia sin perder el sentido de armonía.
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