Mi primera lectura de Amelie Nothomb sucedió cuando vivía en Essen, Alemania. Era un invierno crudo, no tenía internet y apenas salía para hacer compras en el supermercado. Durante casi dos meses solo leí y escribí en el departamento que mi buena amiga Kiara me prestó para que pudiese concentrarme en lo mío. Llevé muchos libros para entretenerme, pues sabía que en la casa no había internet. Entre ellos, estaba Biografía del hambre en su edición de Anagrama amarilla y antigua. Llegué a Nothomb por recomendación de otra buena amiga y no dudé en comprar la novela cuando la vi a dos euros con cincuenta en librería de viejo de San Sebastián. Fue una lectura intensa y breve. Me encantó. Quedé con muchas ganas de leer más de ella, pero en Essen no se conseguían libros en castellano y la autora quedó postergada. La recomendé muchas veces, pero no volví a ella hasta hace poco, cuando en el más crudo invierno limeño, leí La metafísica de los tubos, que adquirí a través de un librero de Instagram. Un Anagrama también viejo y amarillo. La lectura fue similar a la anterior experiencia, y coincidentemente también sucedió durante un encierro y desconexión tras un reciente y traumático robo que me regaló mi ciudad.
Contento con la autora, visité Book Vivant —como suelo hacerlo semanalmente— y Guillermo me dijo que debía leer Sed. Aproveché que continuaba sin teléfono y que el invierno continúa como protocolo religioso que espera el mismo resultado que las primeras dos experiencias.
La novela me parece una obra ingeniosa, bien escrita, inteligente y lograda. La autora se destaca como la escritora reflexiva que es, que explora y extiende las posibilidades del lenguaje de manera muy estimulante. Sin embargo, a pesar de su calidad literaria, no es un libro que me haya dejado una huella profunda —como sí sucedió con Biografía del hambre— ni que me haya producido un impacto emocional significativo. Creo que vale la pena leerlo principalmente por su propuesta intelectual y su enfoque original que generó todo un debate.
Sed es una reinterpretación narrativa y filosófica del Nuevo Testamento, centrada en las últimas 24 horas de la vida de Jesús. La obra —dividida en tres partes— explora la vida, muerte y resurrección de Cristo, desde una perspectiva humana y corporal. Nothomb presenta a un Jesús que reflexiona sobre su existencia, sus milagros y sus relaciones, mientras enfrenta su crucifixión y la posterior resurrección. La narrativa es en primera persona, lo que añade una dimensión introspectiva y cuestionadora, alejándose de los dogmas cristianos tradicionales.
Uno de los aspectos más interesantes de «Sed» es la forma en que Nothomb reinterpreta el evangelio, destacando la importancia del cuerpo como núcleo del relato. La autora se suma a la tradición de escritores como Nikos Kazantzakis, José Saramago y D.H. Lawrence, quienes también ofrecieron versiones alternativas de la vida de Jesús. Kazantzakis, en La última tentación de Cristo —llevada al cine por Martin Scorsese— presenta a un Jesús que desea liberarse de su carga divina para vivir una vida común junto a María Magdalena. Saramago, en El Evangelio según Jesucristo, pone énfasis en la crueldad del poder divino. Lawrence, en El hombre que murió, explora la dimensión sexual de Jesús. Nothomb, por su parte, se centra en el cuerpo y la experiencia humana del sufrimiento y el deseo. Destaca el desprecio de Dios Padre por el cuerpo humano y redefine la sed como una necesidad física y espiritual, que Jesús considera la verdadera experiencia divina.
Nothomb, hija de una familia belga católica, cuenta que de niña comenzó a ver a Jesús como un “súper héroe”. Esta percepción influyó en su visión de Cristo como una figura humana que acepta el sufrimiento extremo. La autora quería escribir lo que ella llama el “Evangelio del Cuerpo”, enfatizando que la crucifixión es una experiencia profundamente corporal y humana. Para Nothomb, la sed es una metáfora de la necesidad y el deseo humanos, un tema central en toda su obra.
Sed es una novela que destaca por su inteligencia y originalidad, pero que no logra producir un impacto emocional duradero. Vale totalmente la pena. Su propuesta reflexiva y su estilo literario son de primer nivel, como ocurre usualmente con Amelie Nothomb. Es un libro que se disfruta de inicio a fin y que puede leerse de una sentada. Se trata de una lectura estimulante y diferente sobre una de las historias más conocidas de la humanidad.
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