Con This Closeness, que ha estrenado este mes en Mubi.com, Kit Zauhar construye un drama romántico tenso que retrata la dificultad de la intimidad emocional en nuestro mundo hiperdigital.
En Actual People, la ópera prima de Kit Zauhar, era palpable la falta de experiencia de la directora, pero más que perjudicar a la película, eso le daba frescura e impredecibilidad. Con This Closeness, la joven directora de Filadelfia demuestra un mayor dominio de los recursos a su disposición – como escritora, directora y actriz – y a través de ellos construye un drama romántico tenso que indaga con astucia en la vida de los adultos jóvenes de hoy. No está exenta de asperezas, y tarda en encontrar su ritmo, pero eventualmente confirma la presencia de una nueva y distintiva voz en el cine independiente.
En la película, Tessa (interpretada por la misma Zauhar) y su novio Ben alquilan un Airbnb para pasar el fin de semana de la reunión de ex-alumnos de Ben. Tessa es una creadora de videos de ASMR. Ben es un periodista que la conoció cuando escribía una investigación sobre el extraño fenómeno de estos videos. Después de instalarse en el departamento —donde transcurrirá básicamente el resto de la película— conocen al anfitrión, un joven tímido y socialmente inepto. A lo largo del fin de semana Tessa estará en una sofocante cercanía con Ben, que de vuelta en su vecindario de infancia parece regresionar a un estado más prepotente e infantil, y Adam, el anfitrión, un hombre atascado en una soledad agobiante.
Una parte importante del desarrollo de Zauhar en esta película se da en el lenguaje visual que emplea. Si en Actual People la cámara deambulaba por momentos buscando la acción y los múltiples hilos narrativos, acá es parte intrínseca de la construcción de la historia. La cámara funciona como el tabique que separa las dos habitaciones del departamento: cuando vemos a Ben y Tessa en planos amplios por largo rato sin cortes, tenemos la sospecha persistente de que detrás nuestro está el mundo de Adam y viceversa. Esta dinámica se instala temprano en la película cuando la pareja se da con la sorpresa de que Adam estaba fuera del encuadre, mirando a la pareja en un silencio incómodo.
Aunque inicialmente Adam se nos presenta como una presencia rara y fastidiosa, la película toma un delicado giro hacia él. Nos adentramos en su mundo, en primerísimos planos que lejos de distorsionar su cara, la humanizan. Por otro lado, Ben y Tessa los vemos cada vez más arrinconados en planos sin profundidad que evocan lo desesperante que se está convirtiendo su relación. Tessa discierne la tristeza y soledad de Adam, mientras Ben, más extrovertido, insiste en clasificarlo como un “raro”. El espacio de Ben es la ciudad, Tessa y Adam, ambos editores de videos, habitan los mundos interiores del departamento. La fama de sus videos la han hecho exitosa y por lo tanto puede transitar hacia fuera, pero su origen claramente está adentro, en la computadora. Pocas veces he visto una representación tan buena de millenials hiper-digitales.
Se enfatiza la distancia física de estos dos mundos. En una escena Ben llega a desinfectar una superficie sobre la que Adam se rasguña. Hay un temor al contagio que le da a la película un matiz interesante de diferencias sociales y de clase. Pero es lo sonoro lo que representa el mayor peligro u oportunidad de contacto entre los personajes. La mezcla de sonido constantemente funde los dos mundos que habitan el departamento en un único espacio sonoro lleno de sutilezas y fricciones. También es el espacio que permite que Adam y Tessa entablen una amistad, cuando Tessa le muestra la grabadora de sonido que usa para crear sus videos.
Esta amistad se vuelve un conflicto entre Tessa y Ben, porque se dan cuenta de la distancia que los separa: Tessa en el fondo también es “rara”. Es una sino-estadounidense cuya vida ha sido formada por la soledad del mundo virtual, como millones de jóvenes en todo el mundo.
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