La suerte del Perú no es la peor ni la mejor. No está tranquilo porque Pedro Pablo Kuczynski se haya salvado de la vacancia. Ni reconciliado porque Alberto Fujimori haya obtenido el indulto humanitario. Ni confiado porque la “lucha anticorrupción” ande metida en todo. Ni esperanzado porque tal vez vuelvan los tiempos de las vacas gordas. El país está, sencillamente, entrampado. Kuczynski, con una nueva vacancia ad portas. Fujimori, con su indulto deslucido. La figura de la prisión preventiva como único gran logro de la anticorrupción. La economía, con sus índices de crecimiento e inversión a la baja. Y la política exterior, puesta en jaque por Nicolás Maduro y la Corte Interamericana.
Por Juan Paredes Castro
Al cierre de este análisis político y para cuando entre en circulación, posiblemente la situación del presidente Pedro Pablo Kuczynski haya variado muy poco o nada. Esto porque él, su Consejo de Ministros y sus dos vicepresidentes (llamados a relevarlo eventualmente del cargo) seguirán siendo el reflejo de un país cuyo destino tienen en sus manos. El reflejo de un país entrampado, sabe Dios hasta cuándo.
Luego de ser salvado de una vacancia casi segura, gracias a diez votos fujimoristas disidentes y al duro costo del indulto a Alberto Fujimori, se esperaba que Kuczynski movilizara todos sus resortes de reserva política para el relanzamiento de su gobierno.
No era poca cosa continuar casi milagrosamente en el cargo y tener que ofrecerle al país, mediante un gabinete realmente renovado, la recuperación de una parte importante de la confianza perdida.
¿Qué es lo que los peruanos sienten que han recibido a cambio de esto? Pues más de lo mismo en el manejo de la estructura gubernamental. Más de lo mismo en el papel de Mercedes Aráoz: una persona dispuesta a poner las manos al fuego por el presidente pero sin capacidad, desde su elevada función como primera ministra, para encaminar el gabinete en una nueva dirección. Más de lo mismo en el pasivo y relajado estilo presidencial, imperturbable ante sus cada vez más bajos índices de aprobación y ante la posibilidad, por los graves conflictos de intereses evidenciados en sus gestiones ministeriales durante el régimen de Alejandro Toledo, de tener que enfrentar una renuncia o vacancia.
El entrampamiento del Gobierno y del país podría tornarse en algún momento insostenible por las siguientes cinco razones: 1. Que Kuczynski no tenga respuesta alguna a la versión que sobre él pudiera dar próximamente el ex ejecutivo de Odebrecht –y hoy colaborador eficaz– Jorge Barata, incluso si esa versión lo comprometiera gravemente; 2. Que Kuczynski mantenga su negativa a recibir a la Comisión Lava Jato del Congreso para rendir sus testimoniales y responder a los cuestionamientos de los parlamentarios, ninguneándola; 3. Que Kuczynski, ante el inevitable curso de una renuncia o vacancia, llegara a bloquear el normal relevo de su cargo por el primer vicepresidente Martín Vizcarra o por la segunda vicepresidenta Mercedes Aráoz y, así, abrir el camino a un adelanto de elecciones a través de un mandato de transición presidencial designado por el Congreso de la República; 4. Igual de anómalo y grave sería, constitucionalmente, que ambos vicepresidentes, que han recibido de las urnas el mandato claro de ser, a su turno, los reemplazantes del presidente, descendieran en la irresponsabilidad de crear un innecesario vacío de poder, con los consiguientes factores de inestabilidad para el país; 5. Si hay un aspecto altamente sensible que considerar en la actual crisis política es que la cuerda económica y financiera del país, relativamente sostenida en sus propios parámetros, puede derivar en incontrolable incertidumbre a causa del manejo errático del poder.
SIN LIDERAZGO
Son tan fuertes los reflectores fiscales y judiciales sobre importantes actores de la política y del empresariado nacional, y también sobre importantes fuentes de inversión hoy paralizadas, que las acciones propiamente de gobierno (en salud, educación, seguridad, infraestructura, transporte y medio ambiente) pasan desapercibidas, bajo el pernicioso predominio de una judicialización de la política y una politización de la justicia.
Escasean las acusaciones y sentencias y abundan las investigaciones interminables y las detenciones preventivas inconsistentes. La cruzada anticorrupción, en medio de fortalecidos mecanismos de impunidad al interior del Estado, y pese al enorme esfuerzo inteligente y estratégico de la Contraloría de la República por sentar nuevas condiciones de vigilancia y fiscalización de los recursos presupuestales, corre el serio riesgo de terminar en una enorme e irreversible frustración.
Un expresidente (Alberto Fujimori) indultado y sometido al cuestionamiento de su nueva condición por la Corte Interamericana de Justicia; un segundo (Alejandro Toledo) en proceso de extradición por el supuesto soborno de veinte millones de dólares de Odebrecht; un tercero (Ollanta Humala) en prisión preventiva, acusado también de recepción de dinero de la caja ilegal de la misma empresa brasileña; un cuarto (Alan García) en espera de cualquier eventual descarte de indagación fiscal; una ex alcaldesa de Lima (Susana Villarán), implicada en el financiamiento de contratos turbios relacionados a obras y peajes vinculados a la Municipalidad Metropolitana; y una lideresa de Fuerza Popular (Keiko Fujimori), investigada por presuntos aportes de campaña que Barata tendrá que confirmar o despejar… Todos ellos configuran un espectro de liderazgo del más alto nivel que le resta fuerza y credibilidad al sistema político, dejándolo precisamente débil y vulnerable frente a la necesidad de generar diálogos, acuerdos y consenso que hagan posible, entre otras cosas, sacar al Gobierno, al Legislativo, al Poder Judicial y al Ministerio Público, del estado de entrampamiento en el que cada cual vive hoy en día, estado de entrampamiento que engloba finalmente al país.
Conocedor como nadie de cuán comprometido está o no en los negocios oscuros de Odebrecht, Kuczynski debe hacer suficientemente coherente esa verdad con su actitud ante las responsabilidades de conducción del país.
Si en realidad no está comprometido, que lo esclarezca y demuestre rápidamente, y todos entenderemos que tiene todo el derecho del mundo de defenderse y mantenerse en su puesto. Si, por el contrario, está más que comprometido, que igualmente lo esclarezca y explique hasta el último detalle para que todos entendamos que no cabe sino su renuncia o el camino de la vacancia.
Lo que no puede hacer el mandatario es apelar al juego de una distracción pública constante, no solo afectando la concentración de sus ministros en las acciones de gobierno, sino también el conocimiento de la verdad en el manejo de los asuntos de gobierno y Estado a su cargo durante la gestión gubernamental del entonces presidente Alejandro Toledo, entre 2001 y 2006.
Finalmente, corresponde a los poderes públicos internos y a la política exterior peruana centrar correctamente sus conceptos y praxis respecto a sus compromisos internacionales jurisdiccionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que hace poco ordenó archivar un proceso en curso en el Congreso de la República (pendiente de debate y votación), respecto del caso El Frontón. De la misma manera, deberán centrar conceptos y praxis sobre los espacios diplomáticos multilaterales, en relación con los cuales el reciente precedente de “desinvitar” a Nicolás Maduro a la Cumbre de las Américas genera una alteración en los principios de participación y representación de los Estados signatarios en tales eventos, más allá, en el caso del gobernante venezolano, de la naturaleza dictatorial de su régimen y de la repulsa que puede provocar su persona.