Desde el 22 de marzo hasta el 24 de junio se podrá apreciar la exposición “Miró: la experiencia de mirar”, presentada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el Museo de Arte de Lima (MALI). Por primera vez se expondrán las obras de gran formato que el pintor creó en las dos últimas décadas de su vida, entre 1963 y 1981.

Por Adriana Garavito

Joan Miró

“Tête, oiseau (Cabeza, pájaro)”, pintura de 1977. Tinta litográfica y acrílico sobre papel.

 

En una canasta de su estudio en Montroig –municipio que forma parte de la comarca catalana del Bajo Campo–, Joan Miró colocaba todos los dibujos que no le gustaban. Arrugados con desprecio o simplemente desinterés, los papeles se iban acumulando hasta que el artista pedía lo de siempre a la mujer que trabajaba en su casa: “¡Quémalos!”. Como parte de la rutina, ella prendía el fuego y esperaba que las llamas desvanecieran los trazos de la obra de uno de los artistas fundamentales del siglo XX.

Miró era un perfeccionista. Sin duda. Pero también era dueño de un alma libre. Muy temprano por la mañana, pasaba por el taller, desayunaba a las nueve, almorzaba a las dos y después hacía la siesta. El trabajo era diario y la espontaneidad marchaba casi a la par. Para ir a la playa, por ejemplo, el pintor corría desde su casa como si estuviese huyendo de un atraco. Estas eran solo algunas de las cosas que reflejaban tanto su disciplina como su amor por la naturaleza.

Miró fue un pintor importante para el movimiento surrealista parisino desde mediados de 1920, y en la actualidad es un artista universal, reconocido como una de las principales figuras de la vanguardia del siglo pasado. Hacia la década de los cincuenta, inició un proceso de introspección, y tras un periodo de cierta inactividad pictórica, dedicó más tiempo al grabado y la cerámica, se instaló en su casa taller de Palma de Mallorca (diseñada por su amigo Josep Lluís Sert) y ahí revisó toda su obra anterior y realizó la que hoy representa su etapa final.

Joan Miró

“Femme, oiseau, étoile (Mujer, pájaro, estrella)”. Una de sus obras más emblemáticas y un homenaje a Picasso

Según Carmen Fernández y Belén Galán, curadoras de “Miró: la experiencia de mirar”, Joan Miró llegó a la vejez lleno de energía creativa y esta muestra es un reflejo claro de ello. “Miró solía estar horas preparándose para pintar, y en la ejecución de sus obras, en ocasiones, se pasaba mucho tiempo”, señalan. “En la escultura, desde que encontraba el objeto y pasaba por el croquis o dibujos hasta la obra final, podían pasar años”. No sorprende que Pep Pinya, galerista español, haya comentado que el artista dijo que no cesaría de trabajar arduamente, pues de viejo no podría hacerlo. Cuando se lo dijo, Miró tenía ochenta años.

“Para él, pintar era una cuestión de vivir o morir. Él mismo se forzaba a hacerlo. Le gustaba mucho provocarse”, confesó hace unos años Joan Punyet, nieto del artista, durante una entrevista. Fue su trabajo casi imparable lo que marcó la diferencia e hizo que lograra, junto a Salvador Dalí –quien confesó ser un seguidor de su obra en más de una ocasión– y Pablo Picasso, convertirse en uno de los referentes del arte surrealista no solo en España, sino en el mundo entero.

“Miró: la experiencia de mirar” es, entonces, una oportunidad, una muestra itinerante que se presentó primero en Seattle y, recientemente, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, donde convocó a aproximadamente 260 mil personas. Para la curadora Carmen Fernández, la acogida en Argentina fue espectacular, y no le sorprendería que un número parecido se registrara en nuestra ciudad.

Joan Miró

“Le roi guerrier (El rey guerrero)”. Escultura dedicada a la idea del poder. Es una de las más significativas de la última fase de su obra.

La exposición cuenta con cincuenta piezas (dieciocho pinturas, seis dibujos de gran formato y veintiséis esculturas) que muestran en su máxima expresión el talento del artista. Está incluida una de sus obras más emblemáticas: “Femme, oiseau, étoile (Mujer, pájaro, estrella)”, que fue un homenaje a Picasso. Cabe resaltar que este cuadro estuvo guardado por muchos años y que Miró lo finalizó al enterarse de la y que Miró lo finalizó al enterarse de la muerte de su gran amigo. Además, se presentará el cortometraje “Miró l’altre (Miró, el otro)”, de 1969, dirigido y producido por el cineasta español Pere Portabella, una de las piezas más importantes de la filmografía dedicada al artista. “Nunca antes se ha podido ver en el Perú una exposición tan completa del artista”, asegura Natalia Majluf, directora del MALI.

Joan Miró

Miró fue un pintor importante para el movimiento surrealista parisino desde mediados de 1920.

Más que abstracto

No es nada simple sintetizar qué es exactamente lo que atrae a sus más leales seguidores o a quienes recién se van nutriendo de su trabajo. Se podría pensar lo contrario, pero el trabajo de Miró no es un abstracto absoluto, ya que –según recuerda Fernández– en su lenguaje artístico existe una referencia constante a la naturaleza, al mundo real y al universo poético.

Joan Miró

“Femmes, oiseau dans la nuit (Mujeres, pájaro en la noche)”, pintura de 1974.

En muchas de las obras que se verán en la exposición hay una referencia constante al mundo natural, como los paisajes. Tal concepto, sumado a la capacidad de Miró para dotar a su obra del resplandor de la belleza, permiten que todos los que aprecian su arte, sin importar su nivel de conocimiento, puedan apreciar también la belleza de los colores puros de sus cuadros y sus esculturas colmadas de ingenio.

Joan Miró

Su casa taller en Palma de Mallorca. Su nieto, Joan Punyet, asegura que el artista pasaba casi todo el día pintando.

La exposición refleja la historia del artista; nos acerca a un hombre que prefería aislarse del mundo exterior para retratar el mundo que él percibía. Quienes estuvieron cerca de él lo recuerdan como un hombre de tanto en tanto silencioso, pero muy generoso, con una posición política que se expresaba a través de los sentimientos, y con un afán por el arte que nada tenía que ver con el dinero.

Joan Miró

Joan Miró era indiferente a las ventas. No pintaba por dinero, sino por pura pasión.

“La exposición permite que el espectador experimente de una forma muy efectiva el universo artístico de Miró en su periodo final, cuando él mismo quiso asumir toda su rica trayectoria anterior”, enfatiza Carmen Fernández. “Lo que manda en mí es el hecho plástico y poético”, refería el mismo Miró sobre su producción, en 1974. “Son las asociaciones de formas y ideas: una forma me da una idea, esa idea me da otra forma y el conjunto desemboca en unos personajes, en animales, en no-sé-qué que no había previsto”.