Para algunos es la más asombrosa epopeya metafísica de la historia del cine; para otros, quizás solo es un ejercicio de petulante narcisismo. 2001: Odisea del espacio es una obra fascinante, tan compleja y polisémica hoy como cuando se estrenó, en abril de 1968. A lo largo de los años, la cinta de Stanley Kubrick ha recibido múltiples homenajes, como el del libro de Taschen The Making of Stanley Kubrick’s ’2001: A Space Odyssey, o aquel que, en mayo, le rendirá el Festival de Cine de Cannes.
Solo un genial narcisista, un excéntrico manierista del cine, un autor, en toda la extensión de la palabra, como Stanley Kubrick (1928-1999), podía convertir en imágenes una historia tan compleja como esta, basada (con ciertas licencias) en el relato El centinela, de Arthur C. Clarke, quien, asimismo, fue coguionista del filme junto al director.
Preestrenada el 2 de abril de 1968 en Washington, expuesta en salas de Nueva York un día después y galardonada con el Oscar a Mejores Efectos Visuales y tres premios BAFTA (Mejor Fotografía, Mejor Sonido y Mejor Diseño de Producción), 2001: Odisea del espacio conduce al espectador a una reflexión metafísica, que arranca hace cuatro millones de años.
En ese momento sucede “El amanecer del hombre”, como se titula la primera parte del filme, que se rodó, entre otros lugares, en el desierto de Tabernas (Almería, España) y en el Monument Valley (Utah y Arizona, Estados Unidos). Ya es un ícono de la historia del sétimo arte la secuencia en la que un grupo de homínidos descubre, en un desierto atizado por vientos furiosos, un objeto fascinante, una piedra de color negro, con forma de paralelepípedo, perfectamente pulimentada.
Esos homínidos se acercan al “monolito” (cuyo significado profundo es otro de los grandes enigmas de la película y, tal vez, de la historia del cine) y lo contemplan con una mezcla de curiosidad y temor reverencial, mientras el sol sale por encima y lo ilumina.
Aparentemente no ha ocurrido nada; y sin embargo, ha sucedido todo: el homínido, uno de ellos, descubre, casi sin darse cuenta, que un hueso (un fémur) es algo más que una cosa recubierta de carne que se roe hasta dejarla monda. De pronto, un hueso se convierte en una herramienta para triturar, machacar, pulverizar. Y también para matar. Es un salto evolutivo gigantesco y dramático.
Todo ello perfectamente subrayado por la música del poema sinfónico de Richard Strauss Así habló Zaratustra, a su vez obra capital del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, cuyo planteamiento, basado en la evolución del mono al “superhombre”, con el hombre como nexo casi antagónico entre ambos, es un elemento sustantivo de este filme.
Aquel homínido lanza al aire el hueso y, entonces, tiene lugar lo que los críticos han denominado “la más grande elipsis narrativa de la historia del cine”, un salto de cuatro millones de años que nos traslada a 1999, a una nave espacial que viaja de la Tierra a la Luna y hace escala en una estación espacial.
En esa estación espacial, formada por dos gigantescas ruedas unidas por una especie de cilindro (otro de los inolvidables íconos de la película) se posa la nave en la que viaja el doctor Haywood R. Floyd (William Sylvester) tras una maniobra de aproximación convertida en una suerte de ballet cósmico con la música de El Danubio azul, de Johann Strauss.
Junto con otros científicos, el doctor Floyd baja a unas excavaciones en la superficie lunar donde se ha encontrado un monolito negro, perfectamente pulimentado y en forma de paralelepípedo. Al recibir los rayos del sol, comienza a emitir una señal acústica muy aguda que los deja aturdidos.
Dos años más tarde, en 2001, una expedición viaja a Júpiter integrada por cinco astronautas, tres en estado de hibernación y dos despiertos –los doctores Dave Bowman (Keir Dullea) y Frank Poole (Gary Lockwood)– y un supercomputador llamado HAL 9000, el tercer mito icónico de la película. HAL 9000 es el verdadero “factótum” de la expedición. De él depende casi todo, incluso que el viaje tenga éxito o no. Su inteligencia es cada vez menos artificial y, progresivamente, más “natural”. Pero… solo es una máquina.
Esa es la clave que quiere mostrarnos Kubrick: romper con la máquina, desprogramarla. Un enorme dilema, pues HAL 9000 implora que no lo desprogramen. Pero es necesario hacerlo para poder llegar a Júpiter, es decir, para poder alcanzar el estado de “superhombre”, el renacimiento de un nuevo ser, casi embrionario, que nace al encuentro de la Tierra, como dice Nietzsche en su libro.
La odisea de Kubrick
El filme se estrenó un año antes de la llegada del hombre a la Luna y, por decisión del director, fue protagonizado por un reparto de actores poco rimbombantes (Keir Dullea, William Sylvester, Gary Lockwood y Douglas Rain, entre otros) cuyas carreras, pese a haber participado en esta cinta legendaria, nunca padecieron los brillos de la fama.
La rigurosidad científica y la verosimilitud fueron factores importantes a la hora de cuidar cada detalle de la cinta; de hecho, hay quienes aseguran que se trata de la película que más cuidado ha tenido en estos aspectos en la historia del cine. Kubrick pidió el asesoramiento de una gran gama de expertos que incluyó a ingenieros de la NASA, profesionales de IBM e incluso al astrónomo y astrofísico Carl Sagan. Por aquel entonces, el director nacido en el Bronx ya había ganado prestigio como cineasta gracias a filmes como Paths of Glory (1957), Spartacus (1960), Lolita (1962) o Dr. Strangelove (1964).
A propósito de 2001: Odisea del espacio, dijo lo siguiente en una entrevista para Playboy, en 1968: “‘2001…’ es una experiencia no verbal; en dos horas y diecinueve minutos de filme, solo hay algo menos de cuarenta minutos de diálogo. Traté de crear una experiencia visual, una que evite el encasillamiento verbal y directamente penetre el subconsciente con un contenido emocional y filosófico”.
Y añadió: “Son libres de especular sobre el significado filosófico y alegórico del filme –y esa especulación es un indicador de que ha logrado apasionar a la audiencia en un nivel muy profundo–, pero no quiero deletrear un mapa verbal para ‘2001…’ que todo espectador se sienta obligado a seguir. Creo que si ‘2001…’ tiene algún nivel de éxito, es en alcanzar a un amplio espectro de gente que normalmente no va a dedicarse a pensar en el destino del hombre, su rol en el cosmos y su relación con formas de vida más elevadas”.
“2001…” en Cannes
Portavoces del Festival de Cannes anunciaron que su sección de Clásicos rendirá un homenaje a 2001: Odisea del espacio, por el cincuenta aniversario del estreno de la película, de la que se preestrenará mundialmente una nueva copia que respeta el formato original de 70 milímetros. La proyección tendrá lugar el 12 de mayo y será presentada por el director británico Christopher Nolan, quien, de esta manera, participará por primera vez en este certamen, en el que también impartirá una clase maestra. Al pase asistirán también Katharina Kubrick, hija del cineasta, y su coproductor y cuñado, Jan Harlan.
“Vi la película cuando tenía siete años y creo que a ese nivel es como mejor funciona”, dijo Nolan a Los Angeles Times, a propósito de la cinta de Kubrick. “Es puro espectáculo cinemático. Me desconcertó, pero quedé fascinado”. Mediante un comunicado, Cannes destacó que es la primera vez que se ha creado una nueva copia de 70 milímetros del filme a partir de elementos del negativo original, sin retoques digitales, efectos remasterizados o cambios en el montaje. Con ello, el festival, que se celebrará del 8 al 19 de mayo, quiere recrear la experiencia que vivieron sus primeros espectadores hace medio siglo.
La organización destacó que, con esa cinta, Kubrick se impuso como uno de los directores “más revolucionarios e influyentes de la historia del cine”. Nolan, admirador de Kubrick y autor de la premiada Dunkirk (2017), ha participado en estrecha colaboración con los equipos de Warner Bros. en la nueva copia, añadió el festival.
El delegado general del certamen, Thierry Frémaux, consideró un “gran orgullo” que Cannes celebre el medio siglo de vida de 2001: Odisea del espacio, y apuntó que su proyección en 70 milímetros reafirmará que “el cine fue inventado para la gran pantalla”.
Un dardo indirecto a plataformas audiovisuales como Netflix, que el año pasado tuvo dos filmes compitiendo por la Palma de Oro, pero cuyos filmes este año solo podrán estar presentes en los apartados fuera de competición, a no ser que estrenen sus proyectos en salas de cine de Francia. Curiosamente, aunque “2001…” no se encuentra en la programación actual de Netflix Latinoamérica, sí son parte de ella otras dos cintas de Kubrick: Eyes Wide Shut y Spartacus.