En esta edición de Altoparlante, te contamos más sobre el último álbum de Iceage, reseñamos la última producción de la peruana Ale Hop y la de Janelle Moáne, y la reedición del delirante e icónico Trout Mask Replica, de Captain Beefheart.
Por Raúl Cachay
1. Desde Dinamarca:
La banda danesa de post punk Iceage empezó como un prodigioso ejercicio de precocidad (sus integrantes eran todos menores de edad cuando lanzaron su memorable debut, New Brigade, en 2011) para luego seguir evolucionando de manera sostenida hasta este flamante Beyondless, un cuarto álbum poderoso y frenético que los ubica ya entre las mejores bandas de rock and roll de la actualidad.
En este disco, el cuarteto oriundo de Copenhague apuesta por un sonido pesado y majestuoso que dista muchísimo de la urgencia adolescente de sus orígenes, para lo que incluso ahora cuentan con colaboradores mucho más próximos al ‘mainstream’ pop, pero no tanto, como la cantante Sky Ferreira, invitada especial en Pain Killer, uno de sus mejores cortes.
2. Oscuras atmósferas:
La banda sonora de una inexistente cinta de horror surrealista. Sampleos orgánicos, unas veces siniestros, otras, singularmente evocativos, que parecen provenir de una dimensión paralela. De pronto, como un destello de humanidad bregando por escapar de este bosque de sonidos retrofuturistas que traen a la memoria una vieja consola de Atari poseída por un muy chocarrero ghost in the machine, nos damos de bruces con una canción etérea y hermosa como As You Seek Faintly The Shore, para entender que la siempre genial Ale Hop, exintegrante de la recordada banda local Las Amigas de Nadie, lo ha hecho de nuevo: Bodiless, su más reciente producción, editada nada menos que en cassette por Buh Records, es otro triunfo dentro de su ya notable discografía.
Con influencias (probables) que van desde Aphex Twin hasta la musique concrete, Bodiless no es fácil de escuchar, pero justamente de eso se trata. Este es un disco que debemos experimentar.
3. Futurismo afro:
El nuevo álbum de la estadounidense Janelle Monáe confirma que el suyo es uno de los talentos más proteicos y perdurables del pop contemporáneo. En Dirty Computer, Monáe apela al genio para construir armonías vocales del eterno Brian Wilson en el corte que da nombre al disco, se presenta como la reencarnación perfecta de Prince para entregar el que debería ser uno de los hits más irresistibles del año (Make Me Feel) y enriquece sus canciones con el aporte de otras freaks entrañables, como Grimes o Zoe Kravitz, pero al final es un disco íntegramente suyo: una obra maestra de la inmediatez y la versatilidad que puede llegar a alcanzar la música pop en las manos apropiadas. Dirty Computer es el mejor álbum de Janelle Monáe hasta el momento. Y eso es decir mucho.
Pese a un sonido tan cacofónico y anárquico que da la impresión de haber sido enteramente improvisado en el momento, las canciones del disco recién pudieron ser grabadas tras un largo año de ensayos obsesivos, en los que Van Vliet, también un dotado artista plástico, trató de inculcar a los demás integrantes de su conjunto –el baterista Drumbo, los guitarristas Zoot Horn Rollo y Antennae Jimmy Semens y los bajistas Rockette Morton y The Mascara Snake– una visión artística que se nutría, entre muchas otras influencias, del free jazz de Ornette Coleman, el blues de Howlin’ Wolf, corrientes estéticas como el dadaísmo y el surrealismo; y, especialmente, de su propia genialidad, insólita, retorcida y única.
Un álbum tan singular y de tanta trascendencia histórica como este merecía una reedición de lujo como la que acaba de presentar Third Man Records, el sello fundado por Jack White: además del álbum remasterizado en dos vinilos, incluye el sencillo Pachuco Cadaver, un afiche con el epitafio que el mismo White escribió tras la muerte de Van Vliet en 2010, una bolsa de tela, un parche con la portada del disco y, en divertida alusión al nombre del mismo, una máscara de trucha para recortar.