Desde que se publicó su primer número, en 1969, hasta que cerraron sus puertas hace unos días, la revista Interview, fundada y dirigida durante años por Andy Warhol, fue una especie de biblia de todo lo hip, lo cool y lo chic en Nueva York.

Por Manuel Santelices

Editada originalmente como un pasquín de cine –de modo que Warhol pudiera entrar gratuitamente a las premiéres–, en la década de los setenta y ochenta se convirtió en lectura obligada para el downtown de Manhattan.

La bola de cristal del pop, la llamaban, en parte por la generación de artistas, músicos, atletas, modelos, socialités y estrellas del cine, teatro y televisión que aparecían en sus páginas y, por otro lado, por su extensa e informada cobertura de las actividades –legales o no–, en sitios como Studio 54, The Mudd Club, CBGB o Max Kansas City.

[justified_image_grid ng_gallery=1437]

Desde un principio la línea editorial de la revista fue simple: gente linda y/o famosa fotografiada por Robert Mapplethorpe, Christopher Makos, Matthew Rolston o Bruce Weber, entre otros importantes fotógrafos, y entrevistada de una manera coloquial que sugería que entre entrevistado y entrevistador había solo una copa de champán de distancia.

Las entrevistas que hacía el propio Warhol se hicieron célebres porque, más que nada, eran una transcripción directa (muchas veces hecha por su asistente y autora de Los diarios de Andy Warhol, Pat Hackett) de conversaciones que el artista mantenía con Liza, Bianca, Halston o, en una memorable ocasión, Nancy Reagan.

Todo, hasta los suspiros, era impreso; y Warhol, despreocupado de cualquier cosa que oliera a periodismo, hacía preguntas como: “¿Qué hiciste anoche?”, o “¿dónde guardas tus pieles?”, que ponían a sus entrevistados en tal estado de relajo que terminaban abriendo de par en par las puertas de sus pensamientos más íntimos.

Con enorme astucia, Warhol usó su revista como herramienta comercial para su arte. Potenciales compradores o patrones de arte (y a menudo sus novias o novios) eran ampliamente publicados en las páginas de Interview, igual que galeristas, dealers o críticos. La revista se convirtió en un eje más del universo Warhol, un sitio donde, convenientemente, no existieron nunca límites entre lo comercial o lo artístico. Para él, y por ende para todo el resto de Nueva York, las dos cosas eran lo mismo.

Warhol usó su revista no solo para promover a sus "superstars", sino también como herramienta comercial para su arte.

Warhol usó su revista no solo para promover a sus “superstars”, sino también como herramienta comercial para su arte.

Interview fue parte importante en la mística de Nueva York durante esos días, un lugar decadente y glamoroso, sexy y transgresor, donde no era raro encontrar en el mismo salón –o en la misma cama– a princesas europeas, starlets y drag queens. Durante casi tres décadas no hubo mayor honor en el sur de Manhattan que ocupar una de las portadas de Interview.

Desde fines de los sesenta a principios de los noventa, estas fueron realizadas por el ilustrador Richard Bernstein en un estilo que recordaba los famosos retratos multicolores de Warhol. La firma del artista iba en la parte superior del logo, confirmando así que cada edición era la llave de entrada al fabuloso mundo del pintor.

?Happy Valentine’s Day? cc: @leonardodicaprio

A post shared by Interview Magazine (@interviewmag) on

Truman Capote, Gay Talese, Glenn O’Brien y Susan Sontag, entre muchos otros, colaboraron con la revista que, tanto en forma como fondo, creó una revolución editorial. Publicada mayoritariamente en blanco y negro, y en papel casi de periódico, Interview era elegante, artística y sexy. Tenía también una marcada sensibilidad gay que la hizo calzar perfectamente con los días anteriores al sida y que continuó después, como un grito de rebeldía y protesta, cuando la epidemia azotó fuertemente a Nueva York.

Con los años, Interview cambió de look, pero no de espíritu. Las ilustraciones de la portada fueron reemplazadas por fotografías. Halston dio paso a Marc Jacobs, y Bianca a Chloë Sevigny o Kristen Stewart.

El cierre de la publicación fue súbito, pero no necesariamente una sorpresa. En meses recientes, el poderoso director creativo Fabien Baron demandó a la empresa por una deuda de 600 mil dólares; la trabajadora Deborah Blasucci presentó una demanda por despido indebido; un productor de modas de la revista renunció en medio de acusaciones de acoso sexual, y hace solo unas semanas los funcionarios de la revista se encontraron con las puertas de la oficina cerradas por no pago de arriendo.

Así, se ha puesto punto final a uno de los experimentos editoriales y artísticos más importantes de los últimos cincuenta años.