El Whitney Museum of American Art presenta, hasta el 30 de setiembre, History Keeps Me Away at Night, una nueva exhibición del artista que representa como pocos a la bohemia neoyorquina de los años ochenta.
Por Manuel Santelices
En noviembre de 2010, presionado por la Liga Católica y congresistas republicanos, el director del Smithsonian en Washington retiró la obra de David Wojnarowicz “Fire in my belly” de la exhibición “Hide/ Seek: Difference and Desire in American Portraiture”, una muestra montada en la National Portrait Gallery que exploraba el retrato como expresión de deseo y rebeldía homosexual. Para entonces, Wojnarowicz ya llevaba ocho años muerto, pero su legado seguía siendo tan provocativo y rupturista como siempre.
La obra en cuestión era un video que mostraba una cruz cubierta de hormigas, una imagen que William Donohue, de la Liga Católica, consideró “un discurso de odio hacia los católicos”, pero que el artista había creado como comentario respecto a la tiranía religiosa y la discriminación.
La decisión del Smithsonian creó un enorme debate, hubo marchas de protesta en Washington y Nueva York, comparaciones con la censura que el ultraconservador senador Jesse Helms había ejercido sobre Robert Mapplethorpe una década antes, y el rostro de Wojnarowicz, tan dulce y trágico, apareció nuevamente en pancartas con su boca cosida como símbolo de la falta de libertad de expresión.
Ahora, desde el 13 de julio y hasta el 30 de setiembre, el Whitney Museum of American Art presenta una nueva exhibición de este artista que se convirtió en una de las caras más visibles de la bohemia neoyorquina de los años ochenta, una época de increíble creatividad acompañada de precariedad económica y marcada por la aparición del sida.
Wojnarowicz, que murió de esa enfermedad, usó su arte como activismo, y su activismo se transformó en arte, creando videos, collages, fotografías y bocetos, y escribiendo varios libros y documentos que en su momento fueron descritos como “brutalmente honestos”. Por la misma razón, su trabajo fue increíblemente influyente en otros artistas, como Nan Goldin, Kiki Smith, Richard Kern y Peter Hujar, que además fue durante largo tiempo su pareja.
Un ejemplo de resistencia
Su vida fue una lección de resistencia y decadencia. Sus padres se divorciaron y desaparecieron cuando él tenía apenas dos años, y a partir de entonces vivió su infancia y adolescencia en una serie de hogares temporales. El abuso comenzó temprano, y al mismo tiempo que realizaba sus estudios en el High School of Music and Art en Manhattan, recorría las calles de la ciudad como prostituto adolescente.
A comienzos de los setenta, sin embargo, cuando apenas se empinaba por sobre la veintena, su figura alta y delgada, a menudo con un cigarrillo en la boca, se hizo conocida en las calles del East Village y en galerías alternativas, como Civilian Warfare, Ground Zero o Gracie Mansion, fundamentales en la creación de una generación emergente de artistas en Nueva York.
Titulada “History Keeps Me Awake at Night” (“La historia me mantiene despierto en la noche”), la exhibición del Whitney refleja bien la relación de Wojnarowicz con la ciudad, a la que consideraba un laboratorio artístico. Los curadores hacen énfasis en su decisión de rechazar un estilo determinado, saltando de la performance a la pintura o la fotografía sin respetar ningún límite, usando este variado repertorio como una herramienta para infiltrar distintos aspectos de la cultura.
Uno de sus referentes recurrentes fue Arthur Rimbaud, con el que tenía en común su pasión por las letras y su espíritu incandescente. Como el poeta, el artista neoyorquino veía su posición de outsider como su fuente más potente de inspiración. Gay y VIH positivo, fue un entusiasta activista en la lucha contra el sida, una enfermedad que terminó con la vida de muchos de sus amigos, amantes y colaboradores, y, a los treinta y siete años, con la suya. Su obra está íntimamente ligada a esa era de lucha cultural, oscurantismo conservador y violencia social, y, por lo mismo, considerando los tiempos que vive actualmente Estados Unidos, su mensaje se siente tan fuerte como hace cuatro décadas.