La historia personal del guionista y dramaturgo británico David Seidler es tan apasionante como el relato que en 2011 lo hizo merecedor de un Óscar y de la admiración del mundo entero. Tras un breve paso por el Perú –quiso estar presente en el estreno de El discurso del rey en el Teatro Británico–, conversó con COSAS sobre su trayectoria, sus impresiones de Lima y por qué hay esperanza para las personas que, como
él, padecen de tartamudez.

Por Raúl Cachay

El autor de El discurso del rey, con una apariencia que trae a la memoria a Ernest Hemingway, pero con los modales propios de un lord inglés, ha tenido una vida sumamente agitada desde que era muy pequeño: cuando su familia migró desde Inglaterra a Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, el convoy de tres barcos en los que viajaba fue atacado por submarinos alemanes, aunque solo pudieron hundir a uno de ellos. Se salvó, pero la traumática experiencia produjo secuelas: una persistente tartamudez.

Seidler, en sus más de ocho décadas de vida, ha hecho mucho más que escribir guiones estupendos. Fue, por ejemplo, asesor político del líder independentista Ratu Sir Kamisese Mara, en Fiji, a inicios de la década del setenta; y, algunos años atrás, consiguió superar un cáncer de vejiga a través de un método de sanación alternativo conocido como “visualización”.

Seidler en la noche más importante de su vida, la del 27 de febrero de 2011, cuando recibió el Oscar en el teatro Kodak de Los Ángeles.

Sin embargo, es El discurso del rey el guion por el que ganó el premio de la Academia en 2011 y que luego fue adaptado a las tablas por el propio Seidler, el proyecto mimado que lo ha llevado a recorrer ya buena parte del planeta. Y la pascana más reciente del británico fue el Perú, el primer lugar de América en el que se estrena un montaje que ha sido visto por decenas de miles de espectadores en distintas ciudades de Europa y Oceanía, pero que hasta ahora no se había escenificado en este lado del mundo, por lo que se trataba de un estreno muy especial para él.

“Estoy encantado con el montaje. Ha superado mis expectativas más optimistas. Las actuaciones son excelentes. Juan Carlos (Rey de Castro) es una estrella. Sobre el trabajo del director (Mateo Chiarella) y del resto del equipo del Teatro Británico puedo decir que los actores no tuvieron percances y que el escenario se mantuvo en pie. ¿Qué otra cosa puede pedir un escritor? Hablando en serio, la dirección es muy inteligente e informada. Y las performances que vi mientras estuve en Lima fluyeron con la suavidad y la precisión de un reloj suizo”, dice Seidler, quien al final de la primera función de la obra en Lima dirigió unas breves pero muy emotivas palabras a los espectadores y los responsables de la producción, que concluyeron con un “muchas gracias por permitirme tener una voz en español” y una estruendosa ovación.

EL PERMISO DE LA REINA

—¿Qué es lo que recuerda de aquella noche de febrero de 2011, cuando obtuvo el Óscar al Mejor Guion Original por El discurso del rey?

—Mientras subía los escalones hacia el escenario para recibir de manos de Javier Bardem a mi hombrecito dorado, lo primero que vino a mi mente fue: “Por favor, no te tropieces y te caigas de cara en frente de toda esta gente”. Luego, lo más importante que pasó por mi cabeza fue tener la certeza de que mi vida acababa de cambiar. Seguía siendo el mismo hombre común y corriente que despertó esa mañana, pero desde ese instante sabía que la gente me vería de una manera diferente. No obstante, sigo siendo el mismo.

Colin Firth y Geoffrey Rush en una escena de “El discurso del rey”, escrita por Seidler y dirigida por Tom Hooper.

—¿Por qué el rey Jorge VI se convirtió en un héroe personal para usted?

—Él era tartamudo, como yo. Mis padres me hacían escuchar los discursos que dio en la BBC durante la guerra y me decían: “Él tenía una tartamudez mucho peor que la tuya, y ahora escúchalo guiar y alentar a los británicos y al mundo libre con sus palabras”. Me hizo sentir que había esperanza.

—Escribió El discurso del rey originalmente como un guion cinematográfico, pero luego decidió transformarlo en una obra teatral. ¿En qué momento descubrió que la obra podría funcionar perfectamente en ambos formatos?

—Al principio, la obra de teatro fue solo un ejercicio. Quise centrarme en mis personajes principales: dos hombres en una habitación. Todo lo demás eran adornos de árbol navideño. Pero luego, cuando lo terminé, pensé que lo que había hecho era razonablemente bueno. La mostré a algunos amigos que tenían experiencia en el mundo del teatro y quedaron encantados. Y así fue como nació un sueño.

—Usted conoció al hijo del doctor Logue, el terapeuta del rey, y luego pudo establecer contacto con la Reina Madre…

—Cuando empecé a escribir este proyecto en 1981, quería tener la información correcta, y prácticamente no se había escrito nada sobre Lionel Logue. Entonces le pedí a un amigo en Londres que hiciera un poco de trabajo detectivesco. Buscó en la guía telefónica y descubrió que uno de sus hijos aún estaba vivo. Era un médico retirado de Harley Street. Le escribí y accedió amablemente a reunirse conmigo, e incluso me dijo que podría mostrarme los cuadernos con las anotaciones que hizo su padre mientras trató al rey. Para mí, eso fue como encontrar los Manuscritos del Mar Muerto. Pero él me exigió que, si quería escribir sobre su padre y su vínculo con el rey, yo debía antes conseguir la autorización expresa de la Reina Madre. Le escribí y, luego de un tiempo, recibí una respuesta: “Querido señor Seidler, por favor, no lo haga mientras yo siga viva. El recuerdo de esos tiempos sigue siendo muy doloroso”. En ese momento, sentí que no tendría problemas en honrar ese pedido. Después de todo, ella ya era una persona muy anciana. ¿Cuánto tendría que esperar? Unos cuantos años, en el peor de los casos. Dos décadas después, ella por fin tomó su último gin tonic. Fue una larguísima espera.

Seidler sobre el escenario del Teatro Británico de Miraflores, la noche del estreno de “El discurso del rey” en nuestro país.

—¿Sabe qué opinaron los miembros de la Familia Real sobre su película?

—Bueno, los Royals no dan ‘opiniones oficiales’ sobre películas, pero sí sabemos que la Reina la pudo ver y que le pareció muy entretenida. En todo caso, por lo menos no me encerró en la Torre de Londres. Conocí al príncipe Charles algunos años atrás y me dijo que también la había pasado muy bien con El discurso del rey.

—¿Qué impresiones se lleva del Perú tras su primera visita?

—La pasé maravillosamente bien, aunque, claro, todo fue muy rápido, apenas tres días. Lima me pareció una ciudad vital e interesante. ¡Y la comida! Un director de cine colombiano que es muy amigo mío me había anticipado que experimentaría una ‘cocina exquisita’. Cuánta razón tenía. Tuve el mejor almuerzo de mi vida en Lima. Y el Perú sigue siendo un misterio que me seduce. Después de todo, Lima no es el Perú, del mismo modo en que Los Ángeles no es Estados Unidos. Me encantaría volver y explorar más.

El ganador del Oscar tuvo en el restaurante Maido, de Micha Tsumura, lo que él mismo ha calificado como el “mejor almuerzo de su vida”. Lo acompañaron el productor Carlos Arana, la directora de COSAS, Elizabeth Dulanto de Miró Quesada, y los periodistas Christian Osés, Raúl Cachay y Javier Masías.

—¿Qué mensaje daría a la gente que sufre de tartamudez y otros problemas de lenguaje?

—Hay esperanza. Y lo más importante: ustedes tienen una voz. Probablemente se trate de una voz que ahora tartamudea, pero aun así es una voz maravillosa e inteligente. Siéntanse orgullosos de ella. Hablen. Es el deber de los demás escucharlos, del mismo modo en que ustedes los escuchan a ellos. Si ustedes dejan de preocuparse y de pensar en su tartamudez, van a tartamudear menos. Ya lo verán.

—¿Está trabajando en nuevos guiones? ¿Cuáles son sus nuevos proyectos?

—Yo siempre estoy trabajando en nuevos guiones. Sin descanso. Hace poco terminé el primer boceto de una película sobre Miles Davis, llamada So What, que será dirigida por Denzel Washington. Luego, tengo The Voyage of Naomi James, sobre una joven neozelandesa que, sin tener mucha experiencia navegando, logró ser la primera mujer en circunnavegar el globo y establecer una nueva marca mundial en el proceso. La película trata, en realidad, sobre su viaje espiritual y su relación de amor con su esposo, que falleció en un accidente de navegación.