Dos cantantes interpretando un tema a la vez son un dueto. Dos guitarras acompañándose en una melodía podrían ser denominadas simplemente un dúo de cuerdas. Y es posible llamar dupla a dos músicos que entregan lo mejor de su talento sobre un escenario. Pero todas esas palabras y términos se quedan cortos si de las personas de las que hablamos son Caetano Veloso y Gilberto Gil, dos hombres que se convirtieron en hitos de la canción latinoamericana y representan lo mejor de la música brasileña. Por eso, para referirnos a su presentación del 7 de abril en Lima, hay que describir mucho más que un concierto. Para empezar, por ejemplo, habría que describir el primer flechazo.

Antes –mucho antes– de convertirse en las inmensas figuras que hoy suman juntas más de cien años en los escenarios fueron dos veinteañeros que no se conocían. Su primer acercamiento se dio en 1963, casi de casualidad, en la Universidad de Salvador de Bahía. La primera impresión que Caetano se llevó del que se convertiría en uno de sus más grandes cómplices no fue solo artística ni meramente musical. El hermano de la también cantante Maria Bethânia se dejó cautivar por mucho más que el talento de su colega. “De Gil me impresionaron también su dulzura, su sonrisa y su entusiasmo”, reconoció Veloso en una entrevista ofrecida en medio de la gira “Dos Amigos, Un Siglo de Música”, que a la fecha los ha llevado por países como Italia, Argentina y Chile, y que también los hará visitar ciudades como, Los  Angeles, Miami, Toronto y Londres.

A sus 73 años, Caetano no deja de interesarse en proyectos nuevos: en diversas entrevistas ha confesado sus ganas de dirigir películas y escribir un nuevo libro.

A sus 73 años, Caetano no deja de interesarse en proyectos nuevos: en diversas entrevistas ha confesado sus ganas de dirigir películas y escribir un nuevo libro.

En Lima deslumbraron. Para este espectáculo prescindieron de bandas y adornos, todo es mucho más simple y sencillo: ambos se suben con sus guitarras a un escenario en el que solo hay un par de sillas, una mesa con dos vasos de agua, y dos micrófonos. De esta reducción es de donde nace la magia, pues les bastan sus voces y la vibración de sus cuerdas para cautivar a todos. “Para que se sepa mejor la historia de nuestra música en cinco décadas, es bueno que los temas se escuchen como nacieron. Nuestras guitarras muestran el alma de nuestras canciones”, declaró Caetano al diario “La Tercera” de Chile antes de llegar a Lima.

Definir lo que representa su relación es complicado, incluso para ellos mismos. “Lo que hicimos, lo que representamos, lo que significamos para todo el mundo, lo que mutuamente significamos nosotros para nosotros mismos, todo eso ya tiene una entidad fuera de nosotros”, explica Gilberto en el fragmento de una conversación entre ambos difundida por Sony Music. Lo que es cierto es que, cuando salen a escena, el público se vuelve espectador de algo muy parecido a lo que suele ocurrir cuando se aprecia a una pareja que se conoce profundamente. En solo cuestión de minutos todos se convierten en testigos de un espectáculo lleno de complicidad, y en el que ambos parecen estar dentro de una coreografía ensayada y perfeccionada al milímetro. En efecto, es mucho más que música lo que los asistentes acaban teniendo frente a ellos.

Gilberto Gil practica un ejercicio llamado 'ritmo práctica' y consume todo orgánico. Tanto él como Caetano tienen como vestuarista a Luis Felipe Veloso.

Gilberto Gil practica un ejercicio llamado ‘ritmo práctica’ y consume todo orgánico. Tanto él como Caetano tienen como vestuarista a Luis Felipe Veloso.

Domos Art fue el escenario perfecto para este encuentro. Ubicado en la Costa Verde de Magdalena, el lugar posee toda la frescura y comodidad necesarias para un recital tan íntimo como este. La noche se inauguró al ritmo de “Back in Bahia”, tema al que le siguieron “Coração vagabundo” y “Tropicália”. Cada canción fue aplaudida y coreada por un público que admiraba a dos compañeros que han compartido escenarios, salas de ensayo, estudios de grabación e incluso un exilio: durante la dictadura militar que gobernó Brasil, a fines de los sesenta e inicios de los setenta, ambos se refugiaron en Londres, donde compartieron la misma casa durante un año.

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Junto a Rogério Duprat, Nara Leão, Torquato Neto, Tom Zé, Gal Costa y Os Mutantes, Caetano y Gilberto crearon “Tropicália: ou Panis et Circencis”, proyecto con el que pasaron a ser considerados “Los Beatles de la música brasileña”.

La mágica sinergia que hay entre ambos no es el producto, digamos, de dos almas gemelas, sino de todo lo contrario. “Somos realmente muy diferentes, él es leo y yo soy cáncer”, confesó Gilberto en una entrevista con AFP a mediados del año pasado. “Yo no hago yoga y no creo en la astrología”, añadió Caetano en la misma conversación. “Creo que somos más diferentes que parecidos”, agregó entre risas. Y las diferencias no quedan en lo que ellos pueden afirmar, sino que van mucho más allá. Mientras que Gil es un ecologista de izquierda (que llegó a ser concejal y luego ministro de Cultura durante el gobierno de Lula da Silva), su compañero es todo un liberal. Mientras que el primero adora dormir, el otro admite que le parece un infierno el momento en el que apaga la luz y se acuesta. Mientras que uno es zen, al otro lo define la angustia.

En el escenario se notan más distinciones que no hacen otra cosa que enriquecer la performance: la voz rasposa de Gilberto se complementa perfectamente con el canto dulce de Caetano, y la exuberante guitarra del primero se acompaña muy bien con los sutiles acordes de su amigo. Los ritmos que eligen para sus interpretaciones individuales también marcan un contrapunto que tiene a su público yendo de una emoción a otra. Así ocurrió cuando, al final del concierto, Veloso cogió su guitarra para interpretar  “La flor de la canela” coreada por todo el auditorio. Luego le tocó a Gil hacer que todos lo acompañen mientras cantaba la emblemática “Three Little Birds” de Bob Marley.

Al día siguiente, ambos subieron a un avión y se dirigieron a Los Ángeles. Ahí, en el Microsoft Theater, ofrecieron un recital que marcó el punto de partida de su tour estadounidense. ¿Y cómo es llevar  a cabo una gira como esta, ahora que ambos tienen 73 años? Ellos han afirmado que es muy distinto a realizar una a los 30, y un hecho en especial les da la razón: antes de reanudar su gira, a inicios de marzo, Gil (irónicamente, el más calmado de los dos) pasó más de diez días internado debido a un cuadro de hipertensión arterial. Pero ese fue solo un pequeño episodio sin mayores peligros. Todo lo demás se lo toman con mucha serenidad y con el mismo humor con el que le dan un solo consejo a los jóvenes: ¡envejezcan!

Por Omar Mejía Yóplac
Fotos de Josip Curich
Video de Javier Zea y Jimena Gallarday