El pasado 2 de mayo se celebró el quinto centenario de la muerte del genio florentino que revolucionó el estudio de las ciencias y la expresión artística. Sin embargo, antes de convertirse en un ícono y modelo humanista, Da Vinci tuvo mucho que aprender de los conocimientos del reconocido artista florentino: Andrea del Verrocchio, su primer maestro.
Por Manuel Coral González
Leonardo da Vinci pudo ser notario como su tatarabuelo Michele da Vinci y toda su descendencia. Pero el nacer fuera del matrimonio cambió su destino. Hijo ilegítimo de Piero da Vinci, un conocido notario florentino y una joven campesina toscana de dieciséis años llamada Caterina Lippi, Leonardo recibió como apellido el nombre del lugar donde fue bautizado: Vinci, localidad que se encuentra a veinticinco kilómetros de Florencia. Dadas las marcadas condiciones sociales que los diferenciaban, sus padres nunca pudieron estar juntos. Por ello, Da Vinci vivió lejos de su madre, en casa de su padre y su esposa, Albiera di Giovanni Amadori.
Durante sus primeros años de vida Leonardo no tuvo entusiasmo por los estudios, como lo señala su biógrafo Walter Isaacson. A pesar de asistir a las escuelas de latín de la época, Leonardo podría ser considerado un autodidacta. Además de experimentar y aprender de sus aciertos y errores, Leonardo comenzó a desarrollar otro de sus talentos innatos: la observación. Para él, este ejercicio en apariencia sencillo, significaba también un mecanismo de reflexión y pensamiento. Y fue en la contemplación de la naturaleza donde su sensibilidad artística echo raíces lo llevó a descubrir que su curiosidad y ansias de conocimiento podrían ser infinitos.
Tal vez por eso sea comprensible que a los cinco años uno de sus más grandes placeres hayas sido observar el vuelo y aleteo de los pájaros, de quienes quería aprender a volar.
Con estas inquietudes, vivió tranquilo hasta los doce años en Vinci, cuando, en 1464, su vida cambió para siempre: luego de que su padre quedase viudo y su abuelo falleciera, Leonardo tuvo que viajar a Florencia, la capital y cuna del Renacimiento.
El arte se encuentra en la naturaleza
Lo cotidiano y natural fueron los primeros temas con los que Leonardo empezó a desarrollar su talento como artista y motivo de sus primeras expresiones pictóricas, las cuales trabaja con pluma y tinta, y en las cuales los paisajes y pueblos -próximos y lejanos- de la localidad de Vinci, fueron protagonistas.
A pesar de tener en Florencia maestros como los célebres Brunelleschi y Alberti -de quienes aprendió sobre arquitectura y el arte de la pintura, respectivamente- fue con el célebre artista Andrea del Verrochio, famoso pintor y escultor de la época, con quien empezó a trabajar sus primeros proyectos como artista cuando tenía apenas catorce años
Cuenta Vasari que un día el padre de Leonardo, inquieto por el futuro de su hijastro, le preguntó a Verrocchio, luego de mostrarle algunos dibujos, si es creía que este tenía algún futuro en el arte del dibujo. Verrocchio, sorprendido ante el talento del joven, le dijo que sí, que no lo dude, y le aconsejó que Leonardo desarrollará su don artístico.
Fue así como Leonardo ingresó al taller de Verrocchio -quien trabajaba para Lorenzo de Medici y quien tenía a su cargo uno de los talleres más prestigiosos de Florencia- y comenzó su formación multidisciplinaria, en la que conoce y relaciona con otros artistas como el joven Sandro Botticelli.
A pesar del talento natural que poseía, Leonardo tuvo la humildad suficiente y necesaria para comenzar a conocer el mundo del arte desde abajo. Esto significó que durante sus primeros años se dedicará a la limpieza de pinceles, la combinación de pinturas y a aprender a través de la teoría pictórica -y por supuesto, la práctica-, las numerosas técnicas que su maestro podría enseñarle, entre ellas el sfumato (efecto vaporoso que se obtiene con la superposición de varias capas de pintura sumamente delicadas).
Su destreza en el dibujo y la pintura eran excepcionales a tal punto que, según Vasari, Verrocchio le encargó que terminará algunos cuadros de su propia autoría, como la pintura Bautismo de Jesús (1472-1475). Además, se presume que Leonardo, al ser considerado un adolescente de gran belleza, fue quien posó como modelo para el David de Verrocchio.
Y sin duda otra de los diversos conocimientos que aprendió con Verrocchio fueron la arquitectura y la ingeniería, quedando fascinado, sobre todo, con el estudio «del arte geométrico», el cual perfeccionaría hasta encontrar la simetría idónea para sus obras posteriores.
Leonardo, el genio florentino
Uno de los primeros dibujos de Da Vinci data de 1473. Se trata del Paisaje del valle de Arno (1473), el cual fue realizado con pluma y tinta. Su carrera y reconocimiento como pintor tuvieron eco con la obra La anunciación (1472-1475), en la cual se hace visible el perfeccionamiento y refinamiento de la técnica que lo haría conocido en el mundo: el sfumato. A pesar de no alcanzar la perfección de sus obras posteriores, este es una primera muestra de las capacidades de quien muchos catalogaban ya como el nuevo genio florentino.
Ya en 1476, con veinticuatro años, a pesar de seguir siendo reconocido como aprendiz de Verrocchio y contar un taller propio, siguió colaborando con su maestro debido al afecto y admiración que le guardaba. Esta época de su vida, sin embargo, significó el alejamiento de Leonardo de quien fue su mentor, debido a que comenzó a recibir encargos personales, a estudiar las materias que le interesaban -como la biología y anatomía- hasta que llegó su primera obra destacable, La virgen del clavel (1476).
«Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte», reflexionó Leonardo, sobre la trascendencia la vida de las personas en la tierra. Y no se equivoca. Él es, quizás, el paradigma más elocuente de que el talento puede ser innato, pero que el genio se construye.