Los vecinos de La Punta rindieron un pintoresco homenaje al escritor peruano, quien siente un inmenso cariño por ese barrio, ya que allí pasó los primeros veranos de su infancia y, en épocas recientes, encontró la paz que le permitió seguir creando. Bryce presentó “Permiso para retirarme” (Peisa, 2019), el tercer volumen de sus Antimemorias, que ha anunciado como su último libro.

Por Renato Velásquez Fotos Omar Lucas

“Esto es algo que bien pudo haberle pasado a Martín Romaña”, comenta un periodista que asiste al pasacalles de despedida que los vecinos de La Punta, cariñosamente, organizan para homenajear a Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939). El escritor, como lo saben sus más allegados, ha elegido en los últimos años este balneario para descansar del mundanal ruido de Lima, porque entre sus calles pacíficas e invariables se siente como en casa.

Ahora está sentado en el medio de la plaza principal y, a su lado, muy ordenadito, un grupo de personas hace una cola. No es para que el escritor les firme un libro; es para tomarse una selfie. Y así pasan, uno tras otro, sonriendo, levantando niños en brazos, pensando en los hashtags que van a poner en Instagram, posando lo más cerca posible de un Bryce que achica los ojos, los achina hasta casi cerrarlos completamente, quizá para que todos pensemos que se ha quedado dormido. “Dos chaplines ya le van metiendo”, comenta un parroquiano.

Alfredo Bryce Echenique publicó su primer libro, “Huerto cerrado”, en 1968.

Entonces, el gerente de Peisa, Germán Coronado, quien además es uno de sus amigos más cercanos, interviene al grito de “¡basta!, ¡basta!, ya estuvo bueno”. “Pero una fotito más, señor, con mi hijita”. “No. Ya no se puede, ya”. Coronado es tajante, y no es difícil adivinar que Alfredo no se siente cómodo entre el asedio y los flashes de los teléfonos.
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Lo ayudan a levantarse y lo conducen en una silla de ruedas hasta un automóvil Chrysler de los años sesenta. Eso sí que pertenece a su universo.

Lo que parece completamente ajeno es la banda de músicos que comienza a desentonar estentóreos huaynos, las huaripoleras que agitan sus vestimentas multicolores, los arlequines en zancos que ensayan temerarias maniobras. Cae pica pica sobre las cabezas de todos los asistentes, la banda improvisa “Thriller” de Michael Jackson, el espectáculo circense da vueltas a la Plaza de Armas. “Es una cosa linda, popular, festiva. ¡El pasacalles Bryce!”, declara Coronado a paso ligero.

Antes de presentar “Permiso para retirarme”, hubo tiempo para un brindis. Aquí junto a Maggie Revilla, su primera esposa.
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Más allá de algunos aspectos kitsch de la organización, hay que reconocer que este baño popular de una de las figuras literarias más importantes del Perú es tan insólito como enternecedor. ¿Hace cuánto que la literatura no se acercaba tanto al pueblo fuera de una Feria del Libro?

“Para nosotros, como punteños, es un orgullo que Alfredo nos haya elegido para presentar su libro. Y todo ha sido idea de Peisa y de él: los globos, los polos, el circo como manifestación popular, todo. Él le tiene mucho cariño a La Punta, y creo que solamente acá se podía hacer algo así. Incluso, en su último libro, asegura que le gustaría que, cuando muera, sus cenizas las arrojaran al mar de La Punta. Esperamos que eso no pase hasta dentro de mucho tiempo”, comenta la señora Cati Zazzali, gerente de Desarrollo Humano de La Punta.

El periodista Fernando Carvallo y la artista plástica Anamaría McCarthy acompañaron a Bryce en su última presentación.

Permiso para retirarse

“Ahora invitamos a todos a pasar al auditorio del Centro del Adulto Mayor, Humberto Currarino Cámere, donde se presentará el último libro del gran escritor Alfredo Bryce Echenique”, anuncia el locutor por los altoparlantes. La popularidad de Alfredo entre los punteños se manifiesta en un auditorio lleno a reventar. Allí se encuentran, sobre el escenario, sus amigos el periodista Fernando Carvallo y la artista plástica Anamaría McCarthy.

Las primeras palabras de Alfredo son una declaración de amor por este balneario. “Mis primeros años en La Punta se remontan a mis primeros recuerdos. Veraneábamos en La Punta porque mi abuelo tenía una casa acá. Aquí vi el mundo y vi a la gente por primera vez en mi vida. Mis veranos eran felices porque transcurrían en La Punta. Muchos años más tarde, he vuelto a La Punta con la ilusión de vivir aquí, de escribir aquí. Y lo he hecho. He escrito muchísimo y he sido un punteño veraniego”.

Los vecinos de La Punta hicieron cola para tomarse selfies con el escritor, quien llegó al balneario flanqueado por su editor y amigo Germán Coronado.

Sin embargo, lo que el Premio FIL 2012 dice a continuación tiene un matiz sombrío.

“Cuando mi abuelo materno cumplió 80 años, hizo una fiesta inmensa donde corrió el champán durante horas y me dijo: ‘Hasta los 80 años todo es posible, después ya nada es posible’.
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Pocos meses después, saliendo de su club, acababa de cumplir los 81, le entró un frío, un refresco en el pulmón. La procesión del Señor de los Milagros había detenido el tráfico, así que se bajó del auto, le dijo al chofer que se fuera a su casa y él siguió el camino a pie porque el tráfico era muy intenso y no se avanzaba nada. Se enfrió. Murió de frío. Y es un poco lo que me ha pasado a mí. Yo cumplí 80 y los festejé mucho en la casa de mi amiga Marita Souza, en San Isidro, pero al día siguiente la verdad de mi abuelo se hizo real. Entonces me he roto la vértebra, me he caído, me he vuelto a caer… me he caído en un hueco sin salida. Por lo cual prefiero despedirme antes que molestar”. El auditorio es inundado por los aplausos.

Esperamos que el símil de Alfredo con la historia de su abuelo materno no continúe. En todo caso, la Municipalidad de La Punta, en sesión de consejo, ha decidido negarle a Bryce el permiso para retirarse. Así lo declaró el alcalde Pío Salazar Villarán.

“Prefiero despedirme antes que molestar”, sentenció el escritor
de 80 años.