La obra de Kehinde Wiley, que combina la pintura clásica con la cultura callejera del hip hop, lo ha transformado en uno de los artistas más exitosos y vendedores de la nueva generación en Estados Unidos. ¿De dónde salió este artista afroamericano y gay que hoy causa tanta fascinación entre la crítica mundial?

Por Manuel Santelices.

Cuando era apenas un niño viviendo en South Central, Los Ángeles –una zona de la ciudad donde el crimen y la pobreza han sido infames vecinos durante décadas–, Kehinde Wiley solía visitar la célebre Huntington Library con su madre, tomar clases gratuitas de arte y pasar tardes completas observando los magníficos retratos que forman parte de la colección de esa biblioteca.

“Napoleon Leading the Army over the Alps”, del 2005, una de las pinturas más conocidas de Wiley.

“Esas pinturas eran un espectáculo de enorme belleza”, recuerda ahora. “En ese momento no tenía los elementos para digerirlos, pero al mismo tiempo sentía un enorme deseo de poseerlos o ser parte de ellos”.

Muy joven, mucho museos

Después de un máster en Fine Arts en la Universidad de Yale, una fructífera residencia en el Museo de Harlem y, en la última década, una carrera que lo ha llevado a convertirse en uno de los artistas más admirados, comercialmente exitosos y reconocidos de la nueva generación –sus obras forman parte de numerosas colecciones y museos, incluyendo el Metropolitan Museum y el Brooklyn Museum en Nueva York, el County Museum of Art de Los Ángeles y el High Museum en Atlanta–, Wiley ha encontrado en su trabajo el sendero perfecto para unir su fascinación por el arte europeo clásico y la realidad afroamericana urbana, con todo su orgullo y parafernalia, la misma que observa en las calles de las grandes ciudades estadounidenses, la cultura pop, el deporte y, especialmente, el mundo del hip hop.

Retrato de Napoléon de JacquesLouis David, una de las tantas obras que Wiley usa como fuente de inspiración.

Después de crear su propia Capilla Sixtina en su primera exhibición “Faux/Real”, el 2002, en la galería de Jeffrey Deitch en Soho, pintar a Michael Jackson como un moderno Napoleón a caballo y traducir los horrores de la guerra en su serie “Rumors of War” en el 2005, Wiley –que actualmente también mantiene un estudio en Pekín– decidió abrir el repertorio de sus intereses al resto del mundo y viajó a la India, China, Brasil, Nigeria, Israel y Senegal, entre otros lugares, buscando modelos que le permitan explorar.

Reconocimientos

Durante la presidencia de Oabama, Wiley estuvo encargado del retrato presidencial de Barak. Fue elegido para la portada de la edición anual de arte de la revista Vanity Fair, el año pasado. Ha recibido honores por todo el país y realizado decenas de colaboraciones con marcas comerciales como Puma, y hasta ciudades, como Nueva York (el alcalde lo eligió para plasmar su arte en 500 taxis de la ciudad)

El trabajo de Kehinde Wiley se presenta regularmente en las subastas más prestigiosas.  Los precios de sus obras  oscilan entre $ 188 USD y $ 243,750 USD, según el tamaño y técnica. Desde 2005, el precio récord de este artista en una subasta es de $ 243,750 USD. Pero el 29 de junio, en una subasta de Sotherby’s se piensa romper este record por mucho.

La singular obra de Kehinde Wiley, el artista plástico del momento.

El Nuevo Basquiat

Su obra, que combina la pintura clásica con la cultura callejera del hip hop, lo ha transformado en uno de los artistas mas exitosos y vendedores de la nueva generación en Estados Unidos. ¿De dónde salió este artista afroamericano y gay que hoy causa tanta fascinación entre la crítica mundial?

Cuando era apenas un niño viviendo en South Central , Los Ángeles -una zona de la ciudad donde el crimen y la pobreza han sido infames vecinos durante décadas- Kehinde Wiley solía visitar la célebre Huntington Library con su madre, tomar clases gratuitas de arte y pasar tardes completas observando los magníficos retratos que forma parte de la colección de esta biblioteca. «Esas pinturas eran un espectáculo de enorme bellleza» recuerda ahora. » En ese momento no tenía los elementos para digerirlos, pero al mismo tiempo sentía un enorme deseo de poseerlos o seer parte de ellos «.

Después de un master en Fine Arts en la Universidad de Yale, una fructífera residencia en el Museo de Harlem y, en la última década, una carrera que lo ha llevado a convertirse en uno de los artistas mas admirados, comercialmente exitosos y reconocidos de la nueva generación- sus obras forman parte de numerosas colecciones y museos, incluyendo el Metropolitan Museum y el Brooklyn Museum en Nueva York, el Country Museum of Art de los Angeles y el High Museum en Atlanta-, Wiley ha encontrado en su trabajo el sendero perfecto para unir su fascinación por el arte europeo clásico y la realidad afroamericana urbana, con todo su orgullo y parafernalia, la misma que observa en las calles de las grandes ciudades estadounidense, la cultura pop, el deporte y, especialmente, el mundo del hip hop.

Después de crear su propia Capilla Sixtina en su primera exhibición «Faux/Real» , el 2002, en la galería d Jeffery Deitch en Soho, para pintar a Michael Jackson como un moderno Napoleón a caballo y traducir los horrores de la guerra en su serie «Rumors of War» en el 2005, Wiley- que actualmente también mantiene un estudio en Pekin- decidió abrir el repertorio de sus intereses al resto del mundo y viajó a la India, China, Brasil, Nigeria, Israel y Senegal, entre otros lugares, buscando modelos que le permitan explorar asuntos como poder, historia, belleza, virilidad e identidad cultural. Con eso creó la serie titulada «World Stage».

«Mi interés siempre será crear una imagen espectacular, que desafíe el entendimiento de la gente, Mi fidelidad es con el arte y con la imagen Soy realista, no romántico», declaró Wiley en un gran reportaje publicado en la última edición de la revista estadounidense «GQ»,en el que el artista es presentado como «una de las luces más brillantes del mundo del arte contemporáneo».

Retratos Arabes

Hasta el 27 de mayo próximo, el Contemporary Jewish Museum de San Francisco presentará en su magnífico edificio de Mission Street, diseñado por Daniel Libeskind, la muestra «World Stage: Israel» con doce monumentales retratos  de hombres que Wiley descubrió en malls, estadios y bares de Jerusalén, Tel Aviv y Lñod.

El grupo es extraordinariamente diverso con judíos israelíes, árabes etíopes que comparten, sin embargo, esa aura de «hombre alfa» que se ha convertido en uno de los elementos más representativos de la obra del pintor. «Busco o personas que poseen ciertos tipos de poder en las calles», asegura él. Ese «poder», en cierto modo, es la versión contemporánea del retratado en las pinturas de nobles y aristócratas de Joshua Reynolds, Thomas Gainsborough o John Constable en el siglo XIX. La misma arrogancia. La misma elegancia. La misma forma de establecer, con una sola mirada, una jerarquía indisputable.

Una figura central en la serie de Wiley es Kalkidan Mashasha, un ídolo muy poco popular del hip hop etíope que llegó a Israel, al igual que muchos de sus compatriotas, como refugiados en los ochenta y noventa , gracias a las operaciones Moisés y Salomón. Su música mas que nada, le haservido como conductor para tratar de entender su identidad como etíope- israel- judío.

Los retratos se presentan en la exhibición contra un fondo inspirado por textiles y texturas tradicionales de la cultura judía y marcos tallados con figuras y objetos como el Kohen o el León de Judea, que simbolizan bendición, poder y majestad.
Cada marco, además, llevva una inscripción. En el caso de los árabes, la célebre frase de Rodney King: «¿Por qué no podemos llevarnos todos bien?