Mientras las salas de cine ya han reabierto sus puertas prácticamente en todo el mundo, la situación en el Perú sigue siendo la misma desde que comenzaron las restricciones por la pandemia.
Por Raúl Cachay A.
Todo indica que las butacas permanecerán vacías por algún tiempo más. Al menos eso es lo que se desprende del desalentador comunicado que difundió la ANASACI (Asociación Nacional de Salas Cinematográficas) días atrás. Mientras el ministerio de Salud no atienda sus pedidos -que son perfectamente válidos, tomando en cuenta las experiencias en otros países-, las salas permanecerán cerradas, dado que el negocio dejaría de ser rentable.
¿Qué es lo que reclaman los exhibidores cinematográficos? Básicamente, que la entidad gubernamental aprueba que se puedan vender y consumir bebidas y alimentos durante las funciones. La solicitud, presentada hace más de diez meses y respaldada con estudios científicos, aún no ha sido respondida por el MINSA.
Falta de voluntad política…
Para Mónica Verdeguer, directiva de ANASACI, “la constante postergación y la falta de voluntad política para tomar postura sobre las necesidades de nuestro sector son innegables. Llevamos casi catorce meses con las salas de cine cerradas en nuestro país, mientras que en el resto de Latinoamérica y el mundo ya se permitió la reapertura de cines hace meses. Estamos sumergidos en una brutal crisis económica y no hay una fecha de reapertura fijada. Pronto seremos testigos de la desaparición de diversos complejos de cines en el Perú por la apatía generalizada de este gobierno con nuestro sector”.
Verdeguer tiene razón. En casi todo el mundo, las restricciones que impedían la reapertura de las salas ya son cosa del pasado. En algunos de los países más importantes de Europa los cines reiniciaron sus operaciones hace más de un año. En Alemania, por ejemplo, la reapertura empezó el 19 de mayo de 2020, mientras que en Austria las salas reabrieron sus puertas el 1 de julio, con aforos limitados y medidas de distanciamiento social.
Por otro lado, en Francia, sin duda uno de los países más ‘cinéfilos’ de planeta, el gobierno recién autorizó la reapertura de los cines el pasado 19 de mayo: ese mismo día, más de 300 mil franceses compraron entradas para ver películas. Y próximamente, entre el 6 y el 17 de julio, el tradicional Festival Internacional de Cine de Cannes volverá a realizarse de manera presencial, con galas, alfombras rojas y todo el glamour de sus ediciones pre-COVID.
En el resto de la región, la situación no es diferente. En Chile, el reinicio de las operaciones de las salas cinematográficas se fue dando de manera paulatina desde el 18 de febrero.
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Para Argentina, en tanto, los cines volvieron a recibir al público un poco después, el 26 de febrero. En Colombia, finalmente, la reapertura se produjo el 15 de junio pasado. En ninguno de los casos los protocolos y las restricciones coordinadas con las autoridades de salud de cada uno de estos países impiden la venta de comidas y bebidas. Solo en el Perú se está imponiendo esa prohibición que, como han reiterado los exhibidores en muchas oportunidades, hace que el negocio se torne insostenible.
“No se encuentra una explicación válida para entender la diferencia entre compartir una mesa en un restaurante, versus comer dentro del cine, donde incluso los clientes están mirando hacia una misma dirección, con casi ninguna interacción y en silencio”, reclama Verdeguer.
Promesas vacías
Lo grave en el caso peruano es que la situación viene entrampada desde diciembre del año pasado, cuando el entonces ministro de la Producción (Produce), José Chicoma, anunció con bombos y platillos la emisión de un decreto gubernamental que disponía la reapertura de las salas de cine como parte de la ampliación de actividades comprendidas en la fase 4 de reactivación de la economía. “Hay dos actividades que van a abrir, que son gimnasios y cines, esas son las que corresponde a Produce y van a reabrir con un aforo del 40%”, sostuvo entones Chicoma al diario «La República».
Para ello, era necesario que los exhibidores y el MINSA se pusieran de acuerdo para establecer los protocolos de bioseguridad respectivos. El problema es que, desde entonces, como indica la ANASACI, el Ministerio de Salud ha cambiado de equipo en cuatro oportunidades. “Cada cambio significa empezar desde cero, explicando a cada representante y demorando operaciones, cortando cadena de trabajos y retrasando títulos que deben verse en pantalla gigante, tanto nacionales como internacionales, y con esta acción parando la cadena de trabajo”, se puede leer en el comunicado publicado días atrás por dicha organización que representa a las cadenas Cinestar, Movietime, Cinerama, Cinemark, Cineplanet, Cinépolis y UVK.
ANASACI, por otro lado, ha compartido con el MINSA estudios de concentración de CO2 en salas con espectadores que arrojan resultados por debajo del límite aceptado y un análisis global realizado por la empresa Celluloid Junkie que demuestra que en ninguno de los países con los cines abiertos se han reportado rebrotes del virus.
Naturalmente, el cierre no solo afecta a los exhibidores y a los amantes del cine, sino también a los artistas y creadores, como el director Sandro Ventura, quien no puede entender que el Estado no entienda ni se preocupe por conocer el modelo de negocio cinematográfico.
“Si (el Estado) lo hiciera, quizás entendería que la venta de alimentos es algo indispensable para lograr una rentabilidad digna, más aún si tomamos en cuenta los altos impuestos que se asumen (más del 28%), los cuales perjudican a toda la cadena de la industria cinematográfica, incluyendo productores y cineastas. Eso se agrava cuando ves que restaurantes, bodegas, panaderías, cafeterías y demás negocios similares, venden alimentos, pero al cine no se le permite hacerlo. Esto no tiene lógica, pues en el cine todo es desechable y, a diferencia de una iglesia, por ejemplo, en una sala de cine no se habla y mucho menos se canta. La experiencia del cine ocurre dentro de una amplia sala, con renovación de aire continua, butacas que miran a una sola dirección y protocolos muy fáciles de implementar”.
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Dudas sin respuestas
¿Qué está pasando, entonces? ¿Cómo se explica la desidia de las autoridades, que prácticamente está dejando morir a toda una industria cultural en el país?
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Desde COSAS, hacemos votos para que las demandas de la ANASACI sean atendidas. Todos queremos volver al cine.
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