A estas alturas Casandra era una mujer al borde de un ataque de nervios y yo me encontraba al borde de la desesperación. Como si fuera poco, eligió ese momento para probar nuevamente mi tolerancia al soltarme un temerosa pero sincero “la próxima semana cumplo 30, ¿qué va a ser de mí soltera?”.

Por Cecilia de Orbegoso

No creo que haga falta mencionar lo común que es el pasarse horas dando vueltas, cual pollo a la brasa, a cualquier tema que nos preocupa o que nos cuesta entender, sobre todo en el campo del corazón. Debo confesar, sin embargo, que afortunadamente, como si de alcohol se tratase, le tengo cada vez menos tolerancia a la ansiedad. A fin de cuentas, una vez que el tiempo pasa, hasta la niebla más densa se disipa y la verdad, solita, sin mucho esfuerzo, hace acto de presencia.

“Piensa mal y acertarás” dice mi mamá. No puedo negar que esa política me ha ayudado mucho durante los años, pero tampoco puedo negar lo que la sabia experiencia me ha enseñado. Después de todo, ¿qué necesidad hay de buscarle incesantemente tres pies al gato cuando, de una manera u otra, igual lo vamos a ver cojear?

Mi buena amiga Casandra había vivido por los últimos 3 años con su enamorado Julián. Él, bastante cosmopolita, se movía por todos lados: una parte del año la pasaba en Los Angeles (ciudad que podría decirse que era su HeadQuarters), otra parte la pasaba en Marbella, su tierra natal, y la restante en Roma, su ciudad ideal.

Decidieron rápidamente que a mal tiempo, buena cara y, aprovechando la cuarentena, se mudaron felizmente a una isla caribeña. Una vez levantadas las restricciones, sin embargo, y ni bien terminada su indefinida instalación en Roma, Julián tuvo un repentino y muy inesperado cambio de actitud. Súbitamente se volvió distante, frío, callado y bastante esquivo frente a cualquier muestra de cariño. Claramente no todo era miel.

Ante las preguntas y reclamos de Casandra, Julián le dijo “amor, necesito un tiempo” ¿Y, a quién vamos a engañar?, es bien sabido que quien pide tiempo, pide olvido.

“Bueno mira, tal vez esto sea bueno. Tal vez deberíamos vernos menos y luego nos extrañaremos más. Es solo que estamos demasiado disponibles para el otro en todo momento” argumentaba Julián, a lo cual Casandra, preocupada, le respondía “Pero creo que, a fin de cuentas, sería mejor, tal vez, que los dos estemos disponibles”. “Sí, pero para otros” le remató Julián.

Como era de esperarse, no pasó demasiado tiempo para que Casandra, cual Magdalena, me llamara hecha un mar de lágrimas, contándome la primicia: Julián le había terminado y, acto seguido, se había marchado a la ciudad de las estrellas. “Hay demasiado tira y afloja en esta situación, muchos mensajes contradictorios… no me parece tan natural que tengas que dedicar tanto esfuerzo para que la relación marche” atiné a aconsejarle yo, sin dejar de pensar que, independientemente de quién estemos hablando, no vale la pena rogarle a nadie. Después de todo, quien no quiso cuando pudo, ya no podrá cuando quiera.

Viendo que este monólogo estaba por empezar nuevamente, me adelanté a decir “¡Mira Casandra, menos bla bla bla y más glu glu glu por favor, mañana te voy a visitar” total, no hay mal que unas buenas risas y copas de vino entre amigas no puedan curar.

Y así fue como, de un momento a otro, metí en mi maleta mis mejores galas veraniegas y partí hacia Roma, la ciudad eterna. Ese fin de semana hice todo por distraer a Casandra: fuimos a turistear, a tomar Aperol Spritz en cuanta Piazza se cruzó por nuestro camino y a tomarnos fotos en cada esquina por la que caminábamos.

Sin embargo, y a pesar de mis mayores esfuerzos por interpretar a Julia Roberts en mi remake de la película llamada “Comer, Chupar, Comprar”, Casandra no dejaba de ponerle play al “Comer, rezar, llorar”, como si tan solo con ver el replanteo de sus temporadas juntos pudiera llegar a racionalizar las razones detrás de la decisión de Julián. “¡Podemos analizar esto por años y nunca saber, por el amor del señor! ” le contesté, tal vez un poco exasperadamente, después de escuchar su décimo suspiro de la ultima hora.

Fue así como el domingo por la noche me encontró no solo con los pies cansados, sino también con las orejas reventadas. No importaba qué tan contundente fuera mi discurso de amor propio y superación personal, este infaliblemente era contrapuesto por alguna variante de “¿pero, por qué me dejó? ¿Qué hice yo?”, a lo que no me quedaba más que contestarle“Solo podemos esperar. La clave del enigma llegará en el momento en el que el tiempo la quiera revelar”.

“¿Encontraré a alguien mejor que él?” me preguntaba mi amiga, a lo que yo refutaba molesta “Casandra, el que quiera estar ahí va estar, el que no, pues gracias por participar! Y si viene otro mequetrefe a amenazar con irse, yo misma le pagaré el uber”.

Ya me encontraba cerca de perder los papeles cuando fui salvada, en lugar de por la campana, por una reposteada. Una amiga le había mandado una historia de Instagram en donde se veía a un supuesto Julián, acompañado de una jauría de féminas de dudosa procedencia y unas cuantas copas de más, bailando sin parar en una casa a las afueras de Roma “¿Julián bailando así?” decía yo, ya que nunca lo había visto dando semejantes performances. “Sí, eso pasa cuando se toma un ron de más…pero ¿quiénes son esas fulanas? no las he visto jamás” reclamaba Casandra, Indignada. Inmediatamente las lágrimas fueron reemplazadas en igual medida por cóleras y sospechas

Nuestro análisis inmediatamente mutó para acomodar estos nuevos descubrimientos y, naturalmente, el primer elemento en el que me enfoqué fue la identidad. “¿Estas segura de que es Julián?” “¡Claro que sí, si ese es mi flaco!, bueno ex flaco” ahora bien, ¿No se suponía que, en es momento, él se encontraba en un continente bastante lejano? ¿Sería o no sería él? No importaba cuánto me lo asegurara Casandra, seguía habiendo algo que para mí no encajaba en la situación.

No tuvo que pasar demasiado tiempo para que nuestra amiga “informante” volviera a escribir para garantizarnos que ella misma había confirmado esta información. Como buena sabueso y para minimizar todo lo posible el margen de error, le había escrito directamente a la dueña de la publicación “¿ese rubiecito del video es Julián?”, “sí” le respondieron, “¿Cómo lo conoces?”, “es amigo de unos amigos”.

Confirmada la identidad, el siguiente paso era la ubicación geográfica, “¿seguirá aquí y no me lo ha querido decir? ¿Cuáles son sus verdaderos motivos para mentir?”, Así como la procedencia de la pandilla “¿de dónde ha sacado a esas descaradas?”.

Cual depredador con su presa, el instinto inmediato de Casandra fue revisar la cuenta de Instagram de su expirado enamorado “¡tiene un follower más!, seguro que una de ellas se lo ha tratado de levantar” a lo que yo trataba de calmarla con la lógica infalible post-parranda “tranquila, que con ese nivel de borrachera, sería cuasi milagro si es que algo se hubiera levantado”-

Cassandra y yo, sentadas en la sala, teníamos más enigmas que descifrar que Sophie Neveu y Robert Langdon en el DaVinci Code. “¿Estás segura de que es él?” le pregunté una vez más, “Claro que sí. Además, el sinvergüenza está usando la ropa de baño que yo le acababa de regalar”.

A estas alturas Casandra era una mujer al borde de un ataque de nervios y yo me encontraba al borde de la desesperación. Como si fuera poco, eligió ese momento para probar nuevamente mi tolerancia al soltarme un temerosa pero sincero “la próxima semana cumplo 30, ¿qué va a ser de mí soltera?”.

Finalmente habíamos llegado al meollo de la desesperación de mi amiga. Francamente, no puedo culparla, siempre es difícil empezar de cero, ni hablar de como se siente tener que hacerlo con la presión de que se te acaba el tiempo. “Bueno… tú, para variar, con la excusa de lograr una relación duradera terminaste metiéndote con un tipo que te hizo llorar hasta en tu cumpleaños.” Intenté hacerla reflexionar. “Ni modo, a secarse las lagrimas y seguir adelante. A fin de cuentas… tanto lloraste porque te partió el corazón, sin darte cuenta de que la vida te estaba haciendo un favor, ¡es como si la basura se sacara sola!” Palabras duras, tal vez, pero siendo honestos nunca fui la mas grande fan de Julián.

Casandra, sin embargo, seguía decidida a descubrir la verdad tras la dichosa publicación pero para mi suerte nuestra indagadora amiga nos terminó mandando, esta vez sí, la prueba de la verdad. Había logrado captar un nuevo post, ahora con mejor resolución, gracias al cual finalmente confirmamos que el objeto de nuestras especulaciones se trataba, ni mas ni menos, que de un impostor.

Para ser justos, era un muchacho de lo más parecido, quien coincidentemente tenía la misma ropa de baño y, por si fuera poco, también se llamaba Julián, ¡Quien se lo podría imaginar!

Al final, voy a considerar toda esta encrucijada como una victoria, ya que gracias a ella pude, por primera vez en muchos días, ver a mi querida amiga reír de esa manera. “Creé todo ese drama en mi cabeza para nada, el pobre Julián seguirá en pleno vuelo sin darse por enterado” me decía, más relajada, ella. ”Creo que esta es una señal divina de que es momento de dejar de suponer qué es lo que esta pensando él, para concentrarte en qué es lo que tú quieres hacer realmente con tu vida” le recalcaba yo.

No pude evitar pensar en la lección que con tanto esfuerzo la vida me ha enseñado: el que sobrepiensa no solo no descubre nada, sino que, para colmo, termina con el cerebro reventado. Dicho esto, estoy convencida de que a veces, después del gran error de tu vida y cuando al fin estas bien contigo misma, llega el gran amor de tu vida. A veces se demora (el mío anda un poco perdido, ojalá este bien), y si bien no podemos controlar el momento en el que este llegará, sí estamos en la capacidad de controlar la situación en la que lo recibiremos, ya sea como un manojo de nervios o con la mente despejada y dispuesta a entablar una nueva relación.

Por lo que respecta a mí, aquí me tienen: tacos puestos y copa en mano, a la espera de recibir lo que la vida se disponga a mandar en mi camino, aunque por el momento parece que se ha perdido, tarde o temprano siempre se llega al punto de destino.

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