David Roas (Barcelona, 1965) es un crítico literario y escritor español conocido por su interés por lo fantástico. Actualmente, es profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona, y también Coordinador del Máster en Literatura Comparada: Estudios Literarios y Culturales de la misma universidad. Dirige el Grupo de Estudios sobre lo Fantástico (GEF) y Brumal, así como la Revista de Investigación sobre lo Fantástico. Destaca su famosa antología Teorías de lo fantástico (2001) y su libro Tras los límites de lo real (2011), ganador del premio Málaga de ensayo de ese año.  Entre sus obras narrativas más recientes están Invasión (2018), La casa ciega (2018) y Monstruario (2021).

Por Lucas Cornejo Pásara

¿De dónde te nace el interés por lo fantástico?

Desde niño, no sé por qué, pero había interés. Mis padres son gente proletaria, pero siempre hubo libros en mi casa. Yo empecé a leer muy pronto, mi abuelo me enseñó. Con cuatro años leía, y, con cinco o seis añitos, vi una cosa que se llamaba Narraciones extraordinarias. Seguro no entendí nada, pero algo se me quedó de Edgar Allan Poe y, desde ahí, siempre ha habido una fascinación por ese tipo de ficción. Con el cine y la televisión también me encantaba eso que se escapaba de lo real para inquietarte, no para buscar caminos alternativos, sino para provocarte. Fui leyendo y empecé a escribir muy tarde. Cuando estuve en la universidad, hubo siempre una inclinación hacia lo fantástico.

Existe, sin embargo, lo fantástico que no inquieta, sino que es aceptado como tal. Como bien señalas, está el caso de Kafka, que está más próximo al mito o al cuento de hadas.

Bueno, a eso ya se le ha denominado como literatura maravillosa o de lo insólito. Para mí, lo fantástico siempre tiene que ver con lo imposible, lo que va más allá de nuestra idea de realidad. Hay autores que están bordeando ese mundo y provocando inquietud. No hace falta el miedo o el terror, pero sí algo que inquiete porque no puedes comprender. Me interesa más que el monstruo o el acto violento, esa cosa cotidiana que deja de funcionar como esperas y te deja incomodo frente al mundo.

¿Cómo explica que, en ciertas regiones, como el Río de la Plata, haya una mayor tendencia a lo fantástico y en otros países, como aquí, la haya más hacia el realismo?

Argentina es un tema aparte porque tienen a Borges y a Cortázar. Con eso ya estás —si me permites la expresión— jodido. Ya tienes ahí el canon. A las otras literaturas en español siempre nos han dicho que somos realistas: España, Perú, México, Chile, etc…

Yo ahora dirijo un proyecto para la editorial Iberoamericana, que es la historia de lo fantástico en Latinoamérica en dos volúmenes. Todos los investigadores de diversos países empiezan diciendo lo mismo: ‘pese a la tradición realista, hay una gran tradición fantástica’. Yo creo que esa idea va a cambiar mucho. Es verdad que el realismo ha sido la corriente dominante en todos los países, pero existe siempre una tradición fantástica que hay que sacar a la luz. Lo fantástico en ningún país ha sido realmente lo dominante. Es algo que me enfada siempre. Incluso en la literatura de España peninsular tiene obra fantástica de los escritores más destacados. Siempre se ha dejado de lado, pero creo que vale y está ahí.

David Roas

“Es verdad que el realismo ha sido la corriente dominante en todos los países, pero existe siempre una tradición fantástica que hay que sacar a la luz. Lo fantástico en ningún país ha sido realmente lo dominante. Es algo que me enfada siempre”, comenta Roas.

Entonces, ¿a qué cree que se deba que en Argentina sí haya salido a la luz y en otros países no?

Yo creo que tiene que ver con que en Argentina tienen autores enormes que dieron prestigio a lo fantástico. Incluso por la gran antología que hacen Borges, Bioy y Silvina Ocampo en el año cuarenta. De algún modo, prestigia algo que en otros países ha tardado mucho. Yo defendí mi tesis en el 2000 y era la segunda tesis dedicada a lo fantástico en España. Es terrorífico. Creo que se ha visto al realismo como la estética fundamental. Pareciese que la idea es que, si uno hace literatura seria, debe hacer realismo; lo otro son juegos o escapismos sin valor. Obviamente no. Piensa en Perú: está Ribeyro o Luis Loayza con sus microrelatos. Hay muchos más y siguen apareciendo.

Usted menciona en Tras los límites de lo real que “la literatura fantástica ha perdido la función social que tuvo en el siglo XIX, manifestado a través del tratamiento de los temas tabú”, pero qué me dice de los tabúes de la historia política y otros conflictos sociales. Pienso en autoras como Enríquez o Schweblin.

Yo en esa frase intentaba contradecir a Todorov cuando decía que lo fantástico después de Kafka muere porque ya está el psicoanálisis. El ejemplo que tú pones me parece importantísimo. La percepción del género como escapista se basaba en que trataba con cuestiones que no eran reales. Yo creo que es todo lo contrario. Lo fantástico está muy pendiente de la realidad. Lo fantástico es un camino para hablar de los grandes problemas políticos, sociales, económicos, de género, etc… El ejemplo de Mariana me parece excelente, como ella utiliza al fantasma para hablar de la dictadura, por ejemplo.

Sin la necesidad de lo panfletario…

Claro, eso es lo peor que le puede pasar a un texto literario. Lo más aburrido del mundo.

Lo fantástico más bien permite la distancia del panfleto político. El realismo pone más agenda…

En efecto, el realismo podría resultar muy trágico, solemne o muy panfletario. Lo fantástico ofrece otra vía que permite dar nuevos aires a estos temas. Hay un lugar ahí hoy en día. La ciencia ficción, como Black Mirror, ya se está ocupando de reflexionar sobre lo que va a venir mañana, no dentro de cien años. Yo creo lo fantástico es una categoría que no se va a acabar nunca.

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