Los 82 retratos pintados por David Hockney que cuelgan actualmente en las galerías de la Royal Academy of Arts de Londres no son solo obras de arte. Son un diario de vida, un círculo de amigos, un estudio psicológico, un salvavidas. Hockney, a quien la BBC llamó hace poco “el pintor vivo más importante de Inglaterra”, estaba pasando un mal momento en julio de 2013 cuando decidió retratar al manager de su estudio, Jean-Pierre Gonçalves de Lima. Después de ocho años en Inglaterra, el pintor había regresado a Los Ángeles –donde ha vivido durante las tres últimas décadas– convaleciente de un derrame cerebral y traumatizado por la muerte de uno de sus asistentes. Por primera vez en su vida, se sentía incapaz de pintar.
Gonçalves posó sentado en una silla contra un fondo verde y azul, un set simple y limpio que el pintor repitió luego para todos sus modelos y que permite que la personalidad de cada uno sobresalga aún más, sin ningún artificio o decorado que se interponga. Durante los siguientes tres años, hasta marzo de 2016, algunos de los personajes de su círculo íntimo se sentaron en la silla para ser retratados. Cada sesión duró tres días y, según Edith Devaney, la influyente curadora y amiga cercana de Hockney, fue una experiencia extraordinariamente íntima.
“Los dibujé con carbón durante la primera hora; un proceso muy tenso. Trabajé en silencio, pero, una vez terminado y aceptado el dibujo, ya no tuvieron que sentarse inmóviles. Cuando llevaba hechos diez retratos, me di cuenta de que podía seguir adelante con muchos más”, explicó el artista.
Las 82 pinturas incluyen personajes famosos y poderosos, como el galerista y dealer de arte Larry Gagosian, el banquero Jacob Rothschild, el arquitecto Frank Gehry o el actor Barry Humphries, pero también miembros de la familia de Hockney y personas que forman parte de su rutina, como su ama de llaves o su masajista.
Uno de los retratos más comentados es el de Celia Birtwell, a la que el artista había retratado anteriormente en su célebre obra “Mr. and Mrs. Clark and Percy”, donde Celia aparece junto a su exesposo, el diseñador de modas Ossie Clark. Junto a ella, en la nueva exhibición, se encuentra el retrato de su nieta, Isabella Clark.
El modelo más joven es Rufus Hale, el hijo de 11 años de la artista Tacita Dean, quien llegó al encuentro acarreando su propio libro de bocetos donde dibujó a Hockney mientras Hockney lo dibujaba a él.
El artista reconoce que la serie sirvió como impulso creativo en un momento en que lo necesitaba urgentemente. Los cuadros están organizados cronológicamente en la exhibición, y eso permite observar, según ha dicho el propio Hockney, cómo su espíritu fue adquiriendo poco a poco ligereza. “La experiencia me hizo ver las cosas de forma más positiva”, señaló el artista en una entrevista reciente en el “Financial Times”. “Me siento optimista. Aunque el mundo es un lugar terrible, me gusta la vida, me gusta la gente. Me siento como si tuviera 30 años. Hace un tiempo visité la muestra ‘Matisse Picasso’ en el Tate, y había incluidas algunas grandes fotografías. Pensé que el mundo se veía muy aburrido en fotografías, pero Picasso y Matisse lo hacen excitante”.
Lo mismo puede decirse de Hockney quien, a pesar de estar semipostrado en una silla de ruedas y sufrir una severa sordera, continúa manteniendo una energía y una curiosidad envidiables. Hace poco presentó, en la Galería Pace de Nueva York, una serie de pinturas monumentales basadas en su visita al Parque Nacional de Yosemite. Cada uno de los enormes y coloridos paisajes fueron hechos en un iPad o, como lo describe Hockney, en “una interminable hoja de papel”.
Por Manuel Santelices