Pocas personas de su edad pueden presumir de desempeñar una labor admirada en el Perú, en países como España y en organismos internacionales como la Unesco. Hace casi una década, entrevisté a un joven e ilusionado Luis Martín. Hoy, desde la perspectiva del tiempo, su privilegiada posición y mi adhesión como colaborador de Prolima, conversamos sobre cómo convertir la antigua Ciudad de los Reyes en un lugar mejor.
Por José M. López de Letona Fotos Lucía Silva y archivo COSAS
Leila Guerriero comentó en Lima, con ocasión de la FIL de 2013, que le aburren los cronistas que siempre asumen la primera persona en una historia. Para un cronista, ser objetivo es más sencillo que ser subjetivo: la descripción es más fácil cuanto más desapasionada. No obstante, en esta ocasión se impone lo segundo. Hacer un perfil de un íntimo amigo, cuya evolución he seguido de cerca, es un reto que rara vez se presenta. Hay historias que requieren de espacio para ser contadas, y la de Bogdanovich es una de ellas.
Cuando nos sentamos a conversar, no podemos evitar echar la vista atrás y releer juntos la entrevista que le realicé hace nueve años. En esa época ya éramos buenos amigos: él, un joven y brillante arquitecto con cierto nombre como fotógrafo y restaurador de conventos; yo, como corresponsal internacional de COSAS, viajando por el mundo. Las fotografías que acompañaron aquel reportaje, tomadas por Bogdanovich, son de un valor del cual no fuimos conscientes, pues muestran espacios de clausura nunca antes vistos a color.
Conocí a Luis Martín (que es siempre Luis Martín aún para sus más allegados: nunca Martín, y ni hablar de Luis) en julio de 2012, cuando él tenía 27 años. Muy pronto se identificaron intereses comunes y nos encontramos firmemente instalados en el terreno de la amistad, una amistad que ha sobrevivido a la distancia física (regresé a España hace ocho años), reforzada por inquietudes y aficiones comunes, entre las cuales destaca el amor por la “Lima de veras”. Su puesto, como cualquier cargo público, es delicado, pero este parece hecho a su medida: su carácter formal, de caballero antiguo y aspecto impecable, le permite acceder a todas partes y estar cómodo con gente de todo tipo y condición. Su voz profunda e hipnótica va de la mano de un persuasivo discurso, cualidad (la de la persuasión) imprescindible para quien tiene que bregar e incluso darse de bruces contra el sector público. Es carismático, sociable, eficiente y organizado. Es enigmático y disfruta siéndolo. El perfecto diplomático, todo lo que dice está sujeto a interpretación, y siempre guarda un as bajo la manga: uno nunca sabe si bromea o habla en serio, es un maestro del despiste. Tiene una energía sin límites y el don de la ubicuidad, la habilidad de estar en todas partes a la vez, sin que se le mueva un pelo. Pese a ser admirado y reconocido ampliamente por el público, mantiene un perfil bajo y no siente necesidad de figurar: su deseo es que quien brille sea Lima.
Y Lima está brillando. La labor de Prolima es de una magnitud que escapa al espacio disponible en estas líneas, pero se difunde periódicamente en el canal de Prolima de YouTube (con más de doscientos mil seguidores) y en la revista “El Pregonero”. Brilla tanto que recientemente Su Majestad don Felipe VI lo condecoró con la Orden de Isabel la Católica, y Su Alteza Real el Duque de Calabria le concedió la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge.
Sin ánimos de abrumar, lancemos algunas cifras al aire. En siete años, se han peatonalizado más de cuarenta y un cuadras del centro con adoquines de granito, como los que había en el siglo XIX, más de lo que se había hecho en los cuarenta años precedentes a su gestión. Setenta y dos cuadras más están en camino de ser recuperadas, y por fin se retirarán las espantosas mayólicas que por décadas han afeado el Jirón de la Unión, quizá la calle más emblemática de la ciudad y que dio origen al verbo “ jironear”.
Y hay más. Seis plazas y más de setenta esculturas públicas han sido recuperadas; diez jardines históricos y más de dos mil árboles plantados; doscientas casas han sido salvadas del desplome por abandono, y se ha emprendido una decena de proyectos arqueológicos, con más de ciento cincuenta mil fragmentos rescatados. Mención aparte merecen las cinco iglesias restauradas: Copacabana en el Rímac, Recoleta en plaza Francia –espacio que se ha recuperado por completo y luce bellísimo–, las Descalzas de San José, la Soledad, que está igual que el día de su consagración, en 1669; y el Santuario de Santa Rosa, donde se halló un mural fechado en 1696. En ejecución se encuentra la despampanante fachada de Santo Domingo, en la plazuela del mismo nombre, también recuperada; la Buena Muerte y las Trinitarias. Además, se trabaja en las iglesias de Nuestra Señora del Prado –donde Bogdanovich inició su idilio con las monjas de Lima, tema al que volveremos más adelante–, Santiago del Cercado y Santo Cristo de Maravillas. Las tres últimas han sido incluidas en la lista del patrimonio mundial de Unesco, tras la exitosa gestión de Prolima, que logró que el Patrimonio de la Humanidad de Lima creciera en un veinte por ciento.
La Habana y Lima
Entre las ciudades americanas que, como Lima, trabajan sistemáticamente en restaurar su patrimonio cultural, destaca La Habana (también Patrimonio de la Unesco), a donde hace dos años Luis Martin viajó invitado por la prestigiosa Oficina del Historiador de la Ciudad (creada en 1938). El motivo fue exponer el caso de Lima y hablar de la Red de Ciudades Peruanas Patrimonio Cultural de la Humanidad, que él preside. Este año, lo han vuelto a invitar, pero no podrá ir, “hay mucho que hacer en Lima”, nos dice.
La Habana, la “Llave de América”, quizá la más española de las ciudades americanas, a donde llegaban barcos cargados de oro y plata peruana procedentes del Callao, antes de cruzar el Atlántico, no solo tiene vínculos históricos con Lima, sino también presentes en la labor de dos hombres. Me explico. En 2010, viajé a Cuba para COSAS y permanecí en la isla por dos semanas realizando una serie de crónicas. La más especial fue la entrevista a Eusebio Leal, el Historiador de la Ciudad (COSAS, ed. 463), un personaje legendario que durante décadas restauró piedra por piedra la Habana Vieja, y cuya “oficina”, aún abierta, invita a Luis Martín para exponer sobre su trabajo en Lima. Tuve la suerte de ser invitado personalmente por Eusebio (todo el mundo lo tuteaba y lo llamaba ‘camarada’) por mis lazos familiares. Vestido como siempre, en pantalón arrugado y guayabera, me acompañó tomándome del brazo a la Plaza de la Catedral, donde se yergue el Palacio de los Condes de Casa Bayona, casa natal de mi tatarabuelo, José Ma Chacón y Herrera (V Conde). Y la perseverancia de Bogdanovich y su tremenda eficiencia no hacen más que recordarme a Eusebio Leal. El Eusebio limeño, cuarenta años más joven, y de perfil más silencioso. Por eso es tan relevante para Lima que ya sean cuatro los alcaldes (incluido Rafael López Aliaga) que confían reiteradamente en su labor, pues en el Perú no hay un Fidel Castro que cree cargos rimbombantes que recuerden a Bartolomé de las Casas, y mucho menos vitalicios.
Vocación no es afición
Bogdanovich es arquitecto e historiador del arte, aunque yo lo conocí como fotógrafo y así lo encasillé durante años, si bien es una faceta más de su trabajo. “Mi fotografía siempre ha estado vinculada a mi vocación, que es la misma más allá de lo que haga: la conservación y puesta en valor del patrimonio histórico-artístico”, aclara. La Lima virreinal (siglos XVI- XIX) evoca en él una serie de aromas, colores y texturas desde que, de niño, encontró en su casa un libro viejo, de 1867: “Lima, apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y de costumbres”, de Manuel Atanasio Fuentes.
¿Qué ha cambiado desde la última entrevista, en la que te mostrabas bastante pesimista con respecto al destino del centro histórico?
Bueno, tengo más canas –dice bromeando–. Hoy tengo la posibilidad de hacer más, mucho más. En esa época, hacía todo lo que podía. Como arquitecto, me dedicaba a la restauración de monasterios, y por medio del arte, la docencia y la investigación, llamaba a la reflexión sobre el devenir del legado patrimonial del Perú.
¿Te has encontrado con gente muy joven que comparta esta afición?
Lo mío es vocación, que no es igual que afición, es un llamado que llega muy temprano. Mis intereses son los mismos hace veinticinco años, y si bien son más frecuentes en personas mayores, he conocido a gente de veinte años, o menos, que los comparte. Varios incluso me acompañan hoy en Prolima.
Pasando del “hay que” a la acción
En esta nueva posición, ¿qué tarea viste como prioritaria?
Pensé que ya era hora de dejar el famoso y limeñísimo “hay que” o el “ay, qué pena” (que no tolero, por cierto), y comenzar a hacer uno el cambio. Aquí todos se lamentan y pontifican sobre cómo se deben hacer las cosas, pero que se ocupe otro. Así es muy fácil [risas].
Luego de unos meses como asesor de la Gerencia de Cultura, en julio de 2015 asumió la dirección de la galería municipal de arte Pancho Fierro. En julio de 2016, Lucho Castañeda lo designó gerente de Prolima, y un año más tarde, presidente de Emilima. “Al inicio lo dudé”, admite. “Tenía visión, pero solo 29 años; pesaron más mis ganas y la pasión que imprimo a los retos. Las oportunidades no tocan dos veces la misma puerta”.
PROLIMA tiene como una de sus principales misiones ejecutar el Plan Maestro del Centro Histórico de Lima al 2029 con visión al 2035, un documento técnico normativo aprobado por la Municipalidad de Lima, con las opiniones favorables del Ministerio de Cultura, el Ministerio de Vivienda, y la Unesco. El objetivo del Plan es recuperar las condiciones de habitabilidad del centro histórico dentro de los lineamientos rectores del Centro del Patrimonio Mundial. El plan y su reglamento fueron aprobados por Ordenanza Municipal, y reforzados en 2021 por una ley que declaró su implementación de interés nacional.
¿Cómo nació el plan y cómo lo implementarán?
El centro estaba a la deriva. No había un plan vigente, el último había expirado ocho años atrás y el anterior no se había cumplido. Lo prioritario fue identificar los valores patrimoniales, trazar los lineamientos rectores, hacer el diagnóstico y formular la propuesta. Iniciamos el trabajo en enero de 2017 con Lucho Castañeda como alcalde, y el plan fue aprobado en diciembre de 2019, con Jorge Muñoz. Siempre he tenido el apoyo de los alcaldes de Lima. Soy muy afortunado. Hoy agradezco la confianza que Rafael López Aliaga ha depositado en mí. El alcalde es un hombre de empresa, consciente de la importancia económica que tendrá para los peruanos tener un centro histórico recuperado de nivel internacional, el mejor casco antiguo de Sudamérica.
El Plan Maestro contiene la propuesta para la recuperación integral y progresiva del centro histórico al año 2029. “Quisimos agregar el guiño al V centenario de la fundación en 2035. Somos conscientes de que diez años es un suspiro, más aún en medio de la organización deficitaria del Estado. El blindaje normativo del Plan es fundamental, permite su prevalencia. Queremos una ciudad histórica y contemporánea, con servicios, amable, segura, donde uno desee vivir e invertir, consciente de su legado como la ciudad culturalmente más potente de América del Sur. Esa riqueza cultural nos pone en ventaja comparativa. Quizá la gastronomía es la única veta que hemos internacionalizado.
Háblame del equipo que te acompaña en Prolima, en qué consiste y qué labores realizan.
Son fundamentales. Somos un pequeño ejército. Quinientos hombres y mujeres que con su talento y esfuerzo recuperan el lustre que Lima nunca debió perder. Arquitectos, arqueólogos, conservadores y restauradores, ingenieros, historiadores, urbanistas, economistas, abogados, comunicadores y un largo etcétera, todos al servicio de Lima.
Una labor reconocida internacionalmente
Hace unas semanas, Bogdanovich recibió, de manos del embajador de España en el Perú, Alejandro Alvargonzález, y en nombre de Su Majestad el rey don Felipe VI, la Orden de Isabel la Católica, un inmenso honor del que muy poca gente de su edad puede presumir. La Orden premia servicios excepcionales a la Corona en tender puentes y crear lazos de amistad entre España y América. También es recipiente de la Orden Constantiniana de San Jorge, otorgada por Su Alteza Real don Pedro de Borbón-Dos Sicilias, duque de Calabria.
El objeto del plan y de PROLIMA va más allá de tener una ciudad museo
Queremos una ciudad viva. Esto se hace a través de la generación de nuevas dinámicas sociales y económicas, porque la economía mueve el mundo. Y si queremos recuperar el centro, tenemos que realizar ciertas cirugías urbanas que generen una dinámica económica distinta. No queremos un parque de atracciones, sino personas que habiten el centro, que inviertan en vivienda, que aporten y hagan sostenibles nuestras intervenciones. Que reaviven el “alma” de Lima.
Si piensas en Londres, París, Roma o Nueva York, te vienen a la mente el Big Ben, la Torre Eiffel, el Coliseo y el Empire State. ¿Cuál puede ser “el símbolo” de Lima?
El hito de Lima siempre fue el cerro San Cristóbal. Vale la pena potenciarlo. ¡Lo tenemos previsto! Dame unos años más –añade entre risas.
Lima está hermanada con todas las capitales de Iberoamérica. ¿Hay alguna ciudad más con la cual te gustaría firmar un hermanamiento? ¿Qué ciudades hispanas te gustan?
Sevilla, la más americana de todas las ciudades de España, con la que nos une un lazo estrechísimo, que debe ser visibilizado. Pocos saben que el lugar con mayor presencia de escultura de Martínez Montañés (el dios de la madera) fuera de Sevilla es Lima. También Trujillo, los vínculos entre la Lima fundada y la ciudad extremeña en el siglo XVI son de gran riqueza. Me encanta la belleza apacible de Antigua Guatemala y la magia de La Habana, ciudad de la que hemos hablado antes, donde el tiempo parece haberse detenido. Antigua comparte con Lima y La Habana la condición de Patrimonio Mundial de la Unesco.
Cambiando de tercio, ¿podrías compartir con los lectores de COSAS algunas de tus curiosas aficiones, como las monjas o las antigüedades?
Las monjas y sus conventos son el tesoro mejor guardado de Lima. Conocerlas es un privilegio. Ellas son las portadoras de tradiciones ancestrales que debemos ayudar a preservar. Colecciono desde los 18 años. No querrás saber todo lo que se puede acumular en veinte años –dice entre risas.
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