Michel Nieva (Buenos Aires, 1988) estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y es investigador doctoral y docente en la Universidad de Nueva York. Ha escrito tanto novelas como poemarios, ensayos y hasta el guion de un videojuego. La revista Granta lo seleccionó como uno de los mejores narradores jóvenes en español y en 2022 fue honrado con el O. Henry Prize, uno de los premios más antiguos y prestigiosos otorgados a obras de ficción breve publicadas en Estados Unidos. Su última novela, La infancia del mundo, fue publicada por Anagrama. Explora un futuro distópico a partir de los excesos del capitalismo, la crisis pandémica y el desarrollo del cambio climático.
Por Lucas Cornejo Pásara
Durante la pandemia una serie de intelectuales muy reconocidos afirmaron que la COVID-19 marcaba el fin del capitalismo. Sin embargo, parece que sucedió todo lo contrario. ¿Cómo lo ves tú?
(Riendo) Uno de los temas que aparece en La infancia del mundo es que sí hay un límite en lo que el capitalismo puede convertir en una mercancía. Inclusive un fenómeno que pone en riesgo la continuidad de la humanidad como especie. Por eso aparece esta frase atribuida a Jameson de que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Y, claro, estos personajes de Sillicon Valley ya están imaginando cómo hacer el capitalismo cuando termine el mundo con estas fantasías espaciales de terraformar otros planetas. Curiosamente también estatizan su mercancía con el lenguaje de la ciencia ficción. Elon Musk tiene este proyecto extraplanetario de terraformar marte y toma los diagramas de la novela de Kim Stanley Robinson. Lo mismo sucede con el diseñador de las naves y de los trajes. Es un diseñador de Hollywood que se llama José Fernández. Para alguien que escribe ciencia ficción, es importante pensar en si participar de la estetización de la tecnología o relativizar esos discursos. Creo que en la novela está la idea de satirizar el capitalismo a través de la ciencia ficción. Vivimos en una época en donde ya el capitalismo se narra a sí mismo usando la ciencia ficción.
Yo pensaba mucho en que alguien como Elon Musk no puede permitirse morir. Hoy hay este tipo de figuras que son capaces de hacer lo que sea con tal de alcanzar la inmortalidad. Me parece interesante lo que tú dices con respecto a esto.
Es un poco la idea de Mark Fisher del realismo capitalista. Pienso que el capitalismo es muy cruel al valerse de la ciencia ficción. Es como una ficción que se le trata de vender a toda la humanidad, pero que solo el 1% podrán gozar: los multimillonarios del mundo. Son ellos los que van a poder vivir en un lugar no contaminado cuando avance el cambio climático. Son ellos los que podrán hacer viajes espaciales. La novela muestra la hipocresía de estos lenguajes, de estos multimillonarios, y cómo se trata de tecnologías que aceleran las diferencias. Por la pandemia no acaba el capitalismo, sino que se aceleran las desigualdades que este genera.
¿Tú crees que vamos encaminados a la inmortalidad? Yo pienso que la ciencia va inventar el cielo.
(Ríe) Bueno, está desarrollándose la idea de subir a una nube las conciencias de las personas. Pero, en realidad, son narrativas. Primero se inventa una compañía que vende un producto fantasioso, se ponen en la bolsa, venden acciones, y ya se hacen negocios. Todo tiene que ver con una narración de fantasía propia del capitalismo. La base del capitalismo es la fe, el valor de una moneda. Esa fe se produce por esa fantasía, esa ciencia ficción. Si te fijás, los nombres de muchas de estas tecnologías vienen de la tradición de la ciencia ficción. La inteligencia artificial, por ejemplo. Para algunos, llamar inteligencia a este modelo como el del ChatGPT es una bomba de humo porque lo que hacen es aplicar estadística a una base de datos. Ya es una discusión más filosófica si eso es inteligencia o no. Estos nombres seductores son lo que permiten poner las acciones en la bolsa y que la gente se sienta atraída por estos productos.
¿Tú qué crees que suceda con el Chat? Cuando apareció yo no dormí unos cuantos días…
(Ríe) Ted Chiang, habla de cómo se ha puesto en estas compañías de recursos humanos que achican los gastos viendo qué trabajos son inútiles y cómo ya está pensado en aplicarse al sistema laboral para producir menores gastos a las empresas. OpenAI desarrolló esa tecnología como sistema de precarizar la cuestión del trabajo. No sé si viste, pero el ChatGPT tiene esto de que es muy políticamente correcto.
A mí me banearon la cuenta….
(Ríe) Esos filtros se hicieron poniendo personas en Kenia a trabajar a través de una empresa subcontratada. Eran personas que cobraban menos que el salario mínimo de Kenia. Ya son tecnologías que están pensadas con un sistema de precarización del trabajo y están destinadas a ese fin.
Y relacionado al arte o a la literatura, ¿tú la usas o la usarías? ¿Crees que puede ser útil para escribir?
Bueno, creo que una de las bases de las vanguardias era intervenir estas tecnologías. Cuando surge la fotografía, los dadaístas empiezan a cortar fotos, hacer collages. Pienso que esta es una herramienta que sí multiplica las posibilidades de escritura. Me parece que es conservador pensar que es el fin de la literatura. Al contrario, es un procedimiento más que se puede usar.
También creo que es conservador resistirte a probarlo. Tengo varios amigos que se resisten a entrar a la página por miedo a lo que puedan encontrar. Pienso que debemos aprender a usarlo sin que nos anule, como cualquier nueva tecnología.
Totalmente. Otro tema que aparece son los derechos de autor, porque esa base de datos está hecha con los escritos de personas a las que no se les paga nada de derechos de autor. Como que es una tecnología, pero también es una corporación que monetiza. Me parece importante no endiosarla, pero sí intervenirla.
Sé que te encanta Cronenberg. Crimes of the Future me fascinó. Es interesante cómo sugiere hasta qué punto puede llegar el arte. ¿Qué opinas tú de la desvirtuación del arte a partir de la cantidad de posibilidades que se ofrecen? De alguna manera, es la muerte de lo técnico total…
Sí, en la obra de Cronenberg está la cuestión de la intervención del humano con lo tecnológico o lo científico, y cuáles son las nuevas posibilidades o derivas. Creo que es algo muy contemporáneo y es lo que más me interesa: pensar en cómo se borran los límites de lo humano y lo inorgánico, o el cuerpo y lo cyborg; que tiene mucho que ver con los cambios de nuestra época.
En relación con el cambio climático, me parece interesante pensar al deshecho humano como parte del ecosistema. Surge una reversión de lo que es el paisaje por definición. Creo que Cronenberg en esa película logra cerrar ese círculo cuando al final los humanos ya pueden consumir el plástico sin verse afectados.
Claro. Lo inorgánico como el plástico tiene un tiempo de degradación de millones de años. Entra a lo biológico o lo geológico, tiene que ver con nuevas temporalidades que el cambio climático introduce a la cultura. Ese es uno de los temas de mi novela: cómo narrar estos fenómenos. ¿Es posible introducir a la geología deshechos humanos, que van a sobrevivir a la desaparición de la humanidad? Cómo narrar desde la cultura algo que ya es un hecho geológico, que es un tiempo no humano, era uno de los grandes de desafíos al escribir la novela: pensar en una escritura habilitada para contar los tiempos de un sujeto o una familia, pero también los tiempos del planeta. En el libro aparecen artefactos narrativos, pero no literarios, con los que intento dar cuenta de eso, como los mapas, los videojuegos o los museos de ciencias naturales.
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