En entrevista para COSAS, la escritora Verónica Ramírez revela el transfondo e inspiración para su nuevo libro “Casi todo desaparece”.

Por Lucas Cornejo Pasará

Conozco a Verónica desde hace algún tiempo, sé de su predilección por la lectura, me ha prestado libros y hemos comentado otros, he leído sus columnas, destacadas por la seriedad e inteligencia con la que reflexiona y se relaciona con la palabra escrita. Sin embargo, nunca me había comentado que escribía ficción, pese que al tema de la escritura ha sido central en nuestras pocas, pero valiosas, conversaciones. Es discreta, como su escritura y como Vera, la protagonista de su novela, Casi todo desaparece, una historia que conmueve y atrapa. Me es inevitable no entrevistarla. Tengo mucha curiosidad.

Verónica Ramírez escribe sobre lo que hubiera sido la vida de su abuela en “Casi todo desaparece”

¿Cómo surge la novela?

Esta novela creo que empezó a cocinarse dentro de mí porque yo tenía una abuela que no llegué a conocer y ella llegó de Barcelona a vivir en Lima. Solo heredé de ella un carnet de extranjería que decía que era artista. Siempre me gustó fantasear alrededor de los motivos que podían haber impulsado a una mujer de los años veinte, casi treinta, para tomar un barco e irse completamente sola a otro planeta, como podía serlo el Perú de ese momento.

Le hice algunas preguntas a mis padres, pero creo que ella murió de manera prematura y nunca fue muy clara con esa historia. Siempre me gustaba tejer fantasías en torno a la vida de esta abuela que no conocí. En paralelo, hace casi ocho años, conversé con una señora croata que había tenido un viaje posterior, pero similar, al Perú, como el de muchas otras historias de migrantes que huyeron de la Segunda Guerra Mundial. Las historias de estas dos mujeres me sirvieron para construir la novela. Aunque, en realidad, tiene también historias de las muchas mujeres que he visto a lo largo de mi vida forzarse a viajar a un lugar completamente ajeno y abandonar todo lo que conocían hasta ese momento. Esa creo que fue la semilla para crear el personaje de Vera, y, a su alrededor, una serie de personajes y una familia que la acompañasen en este viaje.

¿Tenías ya cierta familiaridad o interés con la historia croata o balcánica?

Me interesa la Segunda Guerra Mundial como marco histórico. Me interesan, sí, los grandes conflictos que hemos vivido en el siglo XX y todavía vivimos, pero me interesan como marco. Realmente, me intención siempre está puesta en los rostros de estas historias. Las personas anónimas que, de alguna u otra forma, son parte de estos conflictos, pero que no aparecen, sino como cifras, y que, sin embargo, guardan cierto heroísmo, sacrificio e ilusiones perdidas. Me interesa la historia, pero solo me acerco para contar un relato. No soy una experta, ni mucho menos, en ninguna guerra.

Lo decía porque, a pesar de que hay una migración importante croata en el Perú, no es un tema que se haya tratado mucho ni que despierte muchas curiosidades. Creo que tu novela —y es, creo, uno de sus grandes logros— cuenta con una construcción del paisaje de estos distintos pueblos croatas que es estupenda. Es muy detallada y logra enamorarte de ese espacio. Desear ir. Creo que es un mérito complicado de alcanzar, principalmente, cuando se trata de un ambiente que no es el propio. ¿Cómo fue el proceso de construcción de ese paisaje? ¿Fuiste? ¿Internet?

He recurrido un poco a fotos antiguas, pero también desde Google Maps hasta un viaje personal que hice por ese territorio. Esa primera vez que fui no tenía ningún plan de escribir esa novela, pero luego sí he viajado por esos territorios para un poco capturar la esencia del Adriático, que es muy compleja. Llena de esta luz alucinante, que no solo es el paisaje, sino el reflejo de un mar absolutamente inverosímil. Es magnífico. Sin embargo, creo que mi oficio de periodista me ha ayudado mucho a interrogar un poco a la gente cercana que conocía mejor esos lugares. Incluso, un amigo croata me respondió algunas preguntas sobre cómo era ese momento y lo que podría haber pasado.

Es muy verosímil. Yo pensé que se trataba de una historia familiar, pero pensaba también que era imposible porque Vera no tuvo hijos… Un personaje que llamó mucho mi atención fue Alfonso. Es un personaje casi fantasma. Sabemos de él solo a través de otros, de una carta, de hecho, que es donde más se le humaniza. Uno puede sentirse muy cerca a él. ¿Cómo lo construiste?

Alfonso sí puede estar inspirado en algunos hombres buenos y mayores que he conocido. Yo esencialmente quería que él sea un hombre bueno, modesto en sus ambiciones, de solamente lograrse profesionalmente, pero con un corazón enorme. Creo que, a través de la relación de pareja, quise construir la incomunicación entre algunas personas. Por más amor que exista entre las parejas, tiene que haber una comunicación y conversaciones a tajo abierto. Probablemente, ellos no tuvieron la oportunidad de realizarlo, un poco por la época. Había que guardar las formas, él venía cargado con una herencia un poco depresiva por su madre… Yo quería que él encontrara en el afecto —no necesariamente en un amor apasionado o salvaje— cierta calma. Sí he conocido algunas personas mayores de niña que me daban la sensación de que eran personas honestas, rectas. Generaban un respecto, que no necesariamente venía desde la autoridad, sino desde la comprensión. Eso es la carta, que en realidad es un audio. Sí he leído algunas correspondencias, pero realmente es la voz que me surgió pensando cómo se pudo haber sentido alguien que ha pasado la vida al lado de un amor que no llegó a comprender.

Y… ¿tú crees en el amor apasionado y salvaje, o crees más en la compañía?

Creo en las dos cosas. Me gustaría pensar que la compañía necesariamente tendría que venir con comprensión, con un entendimiento de cómo mirar al otro, y no solo saber comprenderlo, sino estar libre de juicios. Esa comprensión sin crítica me parece que es el amor verdadero, que se puede dar en muchas relaciones fuera de la pareja. Podemos tener esa comprensión con un familiar o con un amigo o referente, que te haga sentir menos solo en este mundo. El amor romántico, por supuesto, también es maravilloso.

Difícil tarea la de acompañar a alguien como Vera, con una nostalgia castrante…

Sí, con una nostalgia y, sobre todo, con la herencia de un trauma. Personas que experimentan situaciones tan extremas como tener que abandonar todo, verse perseguidos, y con la urgencia de tener que dejar todo lo conocido. Todas esas pérdidas generan un trauma. Este se puede traducir en un silencio muy largo, a menos de que tengas las herramientas, la compañía, la comprensión. Mucha gente lo sepulta creando un mecanismo de defensa que soslaya estos traumas y pasa por la vida con este dolor apenas perceptible.

Por último, ¿cómo te sientes tú con la publicación de tu primera novela? ¿Qué planeas ahora?

Estoy muy contenta de haber sido capaz de terminar una historia. Los caminos son infinitos y es muy difícil cerrar algo. No hay una manera de poner punto final a una historia que se puede contar de muchas maneras. La experiencia ha sido dolorosa como todo proceso de escritura y de investigación. Espero poder tener la oportunidad de poder escribir otra cosa. Ese sería el camino que me gustaría seguir.

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