A raíz de su ponencia sobre el mestizaje en Santiago de Compostela, conversamos con María Rosa Álvarez Calderón. Ella nos recibió en su casa con un imponente árbol de Navidad decorado de acuerdo a la diversidad de nuestro país. Esto nos sirvió de pretexto para mantener una conversación sobre nuestras raíces, la conservación del patrimonio, la religiosidad y la diversidad. Desde todos los frentes de los que forma parte, su amor al país y su labor en pro de su mejora es inspiradora.
Por Arianna Gonzales Fotos Briam Espinoza
Basta un recorrido rápido por el departamento de María Rosa Álvarez Calderón, vicepresidenta de la Asociación Administradora del Museo Larco, para comprobar que su amor por el Perú forma parte de su ADN –como ella misma me lo dirá más adelante–. Su árbol de Navidad tiene como decoraciones botas con motivos andinos, peces hechos de totora, esferas forradas de tela con diseños shipibos, miniantaras, retablos ayacuchanos y un sinfín de objetos que constituyen un homenaje a las distintas manifestaciones culturales y artísticas de nuestro país. El resto de su casa se adapta a la misma atmósfera. Manteles con bordados andinos, chuchimilcos de peluche y cuadros de la época virreinal completan una decoración curada por ella misma.
No se me ocurre más que preguntarle cómo nace este fervor, casi religioso, por inspirar cada espacio de su casa en nuestra cultura. “Es parte de mi código genético de alguna manera”, dice María Rosa, quien comenta que fue su madre quien empezó con esta tradición de árbol navideño versión peruana, algo que tanto ella como sus hermanos replican cada diciembre. “Teníamos una tiendita en el Museo Larco, y ella comenzó a buscar obras de artesanos con motivos navideños para colocarlos en el árbol. Así, les fue pidiendo que las hicieran del tamaño adecuado. Ahora podemos encontrar mucha variedad de estas obras en los puestos de artesanías”, explica.
Tradición familiar
La pasión de María Rosa por nuestra historia, cultura y tradición no se limita a sus decoraciones, sino que está intrínseca en su vida y en cada proyecto al que se suma. Estudiosa de las culturas precolombinas y de la vida en el Perú antes del Imperio incaico, estuvo hace poco en Santiago de Compostela como ponente de la Mesa Redonda “Diversidad de patrimonios, diversidad de culturas”, organizada por la asociación Hispania Nostra, dedicada a la defensa, salvaguarda y puesta en valor del patrimonio cultural y natural español, con la que María Rosa tomó contacto en 2015, cuando buscaba formar una institución similar que involucrara a la iniciativa privada en la preservación de nuestro rico patrimonio.
En aquella ponencia, María Rosa habló del mestizaje, empezando con el mestizaje precolombino, reflejo de los dos imperios: Wari e Inca. “La cerámica refleja el primer mestizaje importante en el Perú: la influencia de este primer imperio Wari de la época fusional, 800 a 1200 años d. C., nace en Ayacucho y llega a gran parte de lo que es ahora el Perú. No trasciende el territorio actual, pero llega al norte y al sur y se mezcla con culturas que se desarrollaron en esos espacios”, sostuvo al iniciar su intervención que tocó temas como la gastronomía –“Nuestros platos emblemáticos provienen de la fusión de nuestros productos originarios con los productos y estilos de las migraciones más importantes en el Perú, España y África (siglo XVI), y China, Japón e Italia(siglo XIX)”– y, por supuesto, la religiosidad –“La festividad del Señor de los Milagros es una manifestación del patrimonio material e inmaterial que representa la cultura viva del Perú. Son 372 años de historia, y continúa viva”–.
Son precisamente estos temas los ejes de mi conversación con María Rosa, cuyo objetivo constante siempre ha sido contribuir a la conservación de nuestro país. “En 2014, comenzamos a conversar con Luis Martín Bogdanovich sobre canalizar nuestro deseo de preservación del patrimonio. Me puse a investigar y encontré una organización llama Hispania Nostra. Logré ponerme en contacto con ellos y hablamos de la posibilidad de hacer un equivalente en el Perú (Perú Nuestro). Convocamos a Rochi del Castillo y a las hermanas Ganoza, Marcela y Claudia”, me cuenta. Aquello nunca se llegó a concretar, pero Luis Martín entró en la Municipalidad de Lima y desde ahí comenzó a hacer un trabajo en pro de la preservación de monumentos y espacios históricos con Prolima. María Rosa, quien lo considera como un hijo, lo apoyó en todo momento. “Estoy convencida de que fue la mejor decisión en ese momento”, destaca.
Y así fue. Los frutos que ha dado el trabajo de Luis Martín son admirables, aunque la palabra quede corta. Sin embargo, María Rosa no perdió contacto con Hispania Nostra; continúa con la idea de Perú Nuestro –incluso ha apartado el URL– y, además de ser expositora en la Mesa Redonda arriba mencionada, donde se volvió a hablar de esta iniciativa, mantuvo comunicación con sus integrantes y continuó buscando proyectos que se pudieran gestar en nuestro país. Hoy tiene dos en la mira. “Son muy interesantes. Una es La lista roja. Aquí incluyen monumentos en mal estado o en ruinas. Esto hace que se tome conciencia y empiece el interés de restaurarlo. Si se restaura, hay una gran celebración y pasa a La lista verde; si es destruido, a La lista negra.
El otro proyecto se llama Micromecenazgo, es una actividad en la que eligen restaurar, digamos, la portada de una iglesia antigua, gestionan un presupuesto y la gente va colaborando, un euro, dos, cien, doscientos. Hasta que se llega a la cifra y comienzan las obras. Al darse por concluidas, se hace una placa y todos quienes intervinieron son parte de ella”, comenta.
La fe intacta
Un libro sobre el Señor de los Milagros reposa frente a nosotros en la mesa de centro. Como sé que su compromiso con la preservación no se limita a la arquitectura y los monumentos, sino que además se extiende a las tradiciones, le pregunto por su compromiso con seguir el legado de fe y devoción al Cristo Moreno que le dejó su mamá, quien lo vestía cada octubre, mes en el que sin falta lucía su hábito morado. “Ahora lo vestimos tres señoras: Liliana Canessa, directora del Museo del Señor de los Milagros, en cuyo equipo de gestión participé; Paula Silva, coordinadora del comedor donde las madres dan almuerzos a personas con pocos recursos, y yo, que continúo poniéndole las orquídeas moradas al pie del anda cada vez que sale en procesión”, dice María Rosa, quien también tiene un compromiso de apoyo con las monjas del Monasterio de Las Nazarenas. Me cuenta que durante la pandemia iba a la iglesia ubicada en la avenida Tacna, veía a la gente aferrarse a su fe, y eso hizo que la suya se hiciera más fuerte. “Yo creo que el Señor de los Milagros y lo que deriva de él es el tejido que mantiene unidos a los peruanos, lo que hace que no implosionemos”, dice, y comienza a reflexionar sobre todo lo que envuelve a la imagen que congrega más feligreses en procesión en el Perú y diferentes partes del mundo. “Yo escribí un capítulo dentro de este libro [“El Señor de los Milagros: historia, devoción e identidad”], que siento que es uno de los más importantes, porque toca el tema que yo llamo “el círculo nazareno”: milagro pedido, milagro concedido, milagro agradecido. Teníamos tantos exvotos –los llamamos milagros–, que hasta podemos armar una pared, podemos llenar el techo como lo quería la Madre Soledad, que fue priora de Nazarenas cuando se inició el museo”, dice en referencia a las ofrendas que la gente lleva para agradecer cuando su milagro se hizo realidad. Sí, el Señor de los Milagros es tan, sin sonar redundante, milagroso, que con todas sus ofrendas podría llenar el techo de Las Nazarenas. Esa es la magnitud.
Más allá de Lima y la preservación del patrimonio y la diversidad
Además de la conservación del patrimonio y las tradiciones religiosas, María Rosa tiene una pasión por la gastronomía. En 2017, Rochi del Castillo, flamante directora del Museo de Osma, la convenció de hacer el brunch VIP de Art Lima. “Me lancé y le dije que iba a hacer el menú solo con productos originarios peruanos. Luego me di cuenta de lo que había dicho. Íbamos a tener que cocinar sin ajo, cebolla, limón y pimienta. Y eso hicimos. Preparé unas recetas con el chef del museo y fue un éxito. De aquí nació la iniciativa de hacer un libro con el padre Leuridan, entonces decano de tres facultades en la USMP, que editó más de cien libros sobre cocina peruana. Este proyecto está camino a cristalizarse”, revela.
Antes de finalizar la interesante conversación, hablamos de sus ganas de generar conciencia en la preservación del patrimonio al interior del país, como se hizo con Lima. “Queremos comenzar en Trujillo, Ayacucho y Cusco. Lo que buscamos es ir creciendo, unirnos y generar cambios. Eventualmente, podríamos tener América Nuestra, para velar por el patrimonio de toda América. Eso viene después. Esa es la idea”, me dice.
Me gusta pensar en María Rosa como una persona que tiene más horas en el día que un ser humano convencional, porque con todas las iniciativas a las que se suma –las arriba mencionadas y otras como ANAR, que brinda atención telefónica a niños y adolescentes en situaciones difíciles de riesgo, gracias al apoyo de un grupo de señoras muy comprometidas; y Entre Nous, un grupo entusiasta que busca empoderar mujeres a través de la cultura y ayudarlas a alcanzar su independencia financiera, un proyecto del que forma parte gracias a su tía, Ana María Álvarez Calderón de Olaechea, y Leticia de Aliaga– parece que veinticuatro horas no son suficientes.
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