Lima espera con ansias, más de cuatro siglos después, el regreso de “La primera mestiza”. El libro, aclamado por crítica y público, narra la vida de Francisca Pizarro Yupanqui, primera mestiza noble y personaje de enorme carga histórica. COSAS entrevistó a su autora, Carmen Sánchez Risco, a pocos días de la presentación en Perú.
Por José López de Letona Fotos Diego J. Castilla, Prolima y Miguel Sanz Salazar
Desde niña, influida y apoyada por sus padres, Carmen siempre sintió la necesidad de contar historias y de expresarse a través del arte. Licenciada en Geografía e Historia, especialista en Arqueología, estudió Ballet Clásico, y luego Arte Dramático en la escuela de Cristina Rota. Más adelante, trabajó en medios de comunicación donde dirigió documentales históricos y sociales, y consolidó su carrera haciendo divulgación histórica en medios, fundamentalmente en televisión. Ha sido asesora histórica y guionista en documentales y ha presentado programas históricos en varias cadenas de televisión. En su última aventura televisiva, “Desmontando”, recorre la España de la mano de Boris Izaguirre, contando la Historia de una manera cercana y divertida. El programa acaba de emitirse en La Sexta con gran éxito.
Cuando expreso mi sorpresa por su energía inagotable, por su capacidad de estar metida en veinte “fregaos”, de hacer cincuenta cosas y hacerlas bien y además con una sonrisa, me contesta: “Sin duda, ha sido una locura maravillosa. A veces me defino como mujer renacentista, porque me atrevo con todo, y he tenido la inmensa suerte de explorar múltiples campos creativos”.
Una historia de amor
Hace muchos años, Carmen se fijó en un busto cincelado en el balcón del Palacio de la Conquista, en Trujillo. “Me pregunté ¿quién es está mujer? Empecé a investigar, y descubrí la carga dramática enorme, gigante del personaje”. La sedujo especialmente el hecho de que es la personificación de dos mundos: España y Perú. “Las dos sangres perviven en ella, y quise indagar y descubrir cómo se vive siendo la primera mujer mestiza, noble por su herencia imperial incaica y legitimada por Carlos V. Es asombroso que Francisca entendiese hace cinco siglos la esencia del mestizaje, y abrazase todas las memorias, sin ambages y de un modo mucho más orgánico de lo que al día de hoy hacemos. Eso, eso a mi entender, la convierte en un personaje imprescindible y sumamente relevante, por poseer la habilidad de reunir y subrayar lo que une por encima de lo que separa”.
Admite que lo suyo con Francisca fue un flechazo en toda regla. Lo primero que pensó fue hacer una serie de ficción y el guion de un documental. “Ahora mismo, no puedo ni debo hablar de esto, no me dejan, pero avanza con muy buen pie. La propuesta de novela por parte de Harper Collins vino después”. Reconoce que, como ávida lectora y amante de la literatura, escribir una novela sobre un personaje que requería de una investigación exhaustiva le inspiraba mucho respeto, pero sus editoras la animaron a hacerlo, y Carmen no es de las que rechazan un reto. La novela –una obra monumental de setecientas páginas que en palabras del escritor Jesús Sánchez Adalid es “una novela bellísima y rigurosamente documentada sobre una de las mujeres más fascinantes del Siglo de Oro: la hija mestiza y noble del conquistador Francisco Pizarro”– es de lenguaje bello y descriptivo, evocador sin ser recargado, y la prosa es lo suficientemente ligera para que no parezca un manual de Historia. Como en un capítulo de “Juego de tronos”, al final de cada capítulo, el lector tiene ganas de más. En esa capacidad de enganchar al lector, Carmen despliega su faceta televisiva.
¿Fue entonces cuando decidiste que esta historia tenía que ser contada y que la ibas a contar tú?
Yo creo que para escribir una novela debe existir un profundo amor por la historia y el personaje. En mi caso es así; me enamoré de la mestiza y asumí como propia la necesidad de darle una voz. Solo ese amor te mantiene asido con fuerza a la historia y a las horas y dedicación que exige el oficio de escribir. Tienes que enamorarte. Yo he sido una lectora voraz desde que aprendí a descifrar el enigma de las letras; también comencé a tener mis autores de cabecera, como Ana María Matute; para mí, “El saltamontes verde” era una obra maestra, así lo narra mi madre, que dice que defendía con vehemencia a mis autores favoritos, siendo una enana.
También desde niña me ha gustado escribir, y mi madre jugó un papel fundamental cuando nos hablaba del poder terapéutico de la escritura, como forma de dar salida al torbellino de ideas y emociones. Como te contaba, desde muy niña he tenido contacto con las disciplinas artísticas, y mis padres me han apoyado siempre alentando esa sensibilidad por las artes y la cultura.
¿Cómo fue el proceso de creación de “La primera mestiza”?
Han sido diez años muy intensos, porque, como historiadora y periodista, la investigación fue muy exigente y prolija. Pero, cuanto más avanzaba, más dudas me surgían, había vacíos importantes y también momentos en los que la documentación no cuadraba, las fechas bailaban y los datos no concordaban. Francisca aparecía siempre reseñada como hija de, esposa de… los únicos documentos personales que se conservan son sus testamentos, hizo tres a lo largo de su vida; los cronistas tampoco se ponen de acuerdo, y las actas judiciales me dieron pistas para recomponer algunos momentos complicados de su historia.
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Lo de “locura maravillosa” debe ser cierto, porque no para un segundo. A la promoción del libro y su trabajo se suma su reciente nombramiento como directora de la Fundación Extremeña de la Cultura. Por eso necesita días de cuarenta horas, y como “se apunta a un bombardeo” –como decimos por aquí–, resulta casi imposible dar con ella. Pero siempre tiene tiempo para un mensaje, un breve audio o incluso un emoji. Y es que Carmen es tan abierta, espontánea, natural y cercana, que es imposible no tomarle cariño. Por eso celebro sus éxitos y me alegra que lectores de todas partes le escriban y le cuenten que “celebran las victorias y lloran las pérdidas de Francisca, y comparten su sensación de orfandad cuando deben despedirse de la mestiza, a la que sienten cómplice y amiga”.
Mientras escribo estas líneas, abro mi ejemplar del libro. Recorro sus páginas con los dedos, imaginando las horas que Carmen ha debido invertir, evocando los lugares que describe y que yo también añoro. Mi libro está algo manoseado, el pobre, pues lleva meses viajando en coches, trenes, maletas y mochilas e incluso tiene –para mi gran frustración– una mancha de café en la página 78. Leo las líneas que Francisca escribe desde Madrid en 1597: “la niebla de las noches castellanas de invierno nunca alcanzará a transportarme a la Ciudad de los Reyes…”. Más de cuatrocientos años después, yo siento lo mismo, las nubes cargadas de lluvia del final del otoño nunca me llevarán de vuelta, la neblina limeña solo existe en mi recuerdo.
Lima recibe a Francisca
A pocos días de la presentación oficial de la novela en el Perú, Carmen reconoce que está muy emocionada. “Después de haber estudiado con rigor de arqueólogo el Tahuantinsuyo, los caminos reales, la orografía imposible, la belleza prístina de los Andes, los tambos, la cosmogonía de los pueblos andinos, los sonidos de la selva, los colores de la puna andina, las lomas desérticas, los alimentos que fueron y que vinieron, las bebidas rituales… poder palpar y recorrer esa bendita tierra es profundamente conmovedor y hacerlo de la mano de ella, de la Mestiza, es un regalo maravilloso.
¿Qué significa para ti este encuentro entre dos mundos?
En mi opinión, el descubrimiento que se produjo tras la llegada de Colón y sus naves fue bidireccional. Fue el encuentro y descubrimiento mutuo de dos mundos distintos, y fruto de ese encuentro nació un nuevo mundo universal. Fue un viaje de ida y vuelta. Y rescatar esa cultura compartida es muy importante.
¿Cómo nació tu interés por la historia y por este periodo en concreto?
Mi familia es de Trujillo, y esto determina mucho mi amor por la historia. Yo crecí rodeada de esos palacios, de esas casas fuertes, y para mí la belleza monumental de un lugar solo está completa si conoces las vivencias de quienes habitaron y construyeron esos edificios, es la parte humana vinculada a la historia la que me interesa. Estudié en un colegio de monjas que se ubica en el Alcázar de Luis Chaves el Viejo y en el Palacio Orellana Pizarro. Era imposible abstraerse del influjo histórico que yo vivía, palpaba y recorría cada día. Trujillo es un pueblo casi virgen, sin adulterar, está igual que en los siglos XV y XVI, en cualquier momento tienes la sensación de que podrías toparte con los Pizarro, o cruzarte con Francisco Orellana a caballo, incluso atisbar a la reina Isabel la Católica, asomada a los ventanales del palacio de Luis Chaves el Viejo. Todo está en esas piedras, todo permanece allí, desafiando al tiempo.
Cuéntame algo especial en la vida de Francisca.
Debió ser una mujer muy fuerte para sobrevivir a todo lo que le tocó enfrentar, y tremendamente astuta; poca gente conoce la súplica que hizo al emperador para manejar su hacienda y caudales sin necesidad de tutor o curador, mintiendo en su edad para obtener la venia. Otro dato que a mí me llamó poderosamente la atención de Francisca es el modo en que mantuvo una férrea lealtad a los suyos, y también la profunda relación de ayuda y lealtad a las mujeres que la rodearon, que la protegieron en los momentos en los que hubo de huir y hacerse invisible, y a las que ella protegió después. Al día de hoy, nos parece muy moderno esto de la sororidad, pero en la relación de Francisca con las mujeres vemos que esa solidaridad y mutua ayuda entre mujeres existen desde que el mundo es mundo, que lo único moderno es el término.
¿La Ciudad de los Reyes y Trujillo, Extremadura, eran muy diferentes en el siglo XVI?
Entre España y Perú, entre Lima y Trujillo, ciudades que esperamos hermanar formalmente, existe una importante e ingente cultura compartida, que está más viva que nunca y que no podemos obviar ni eliminar, porque está ahí y se resiste a ser perdida. Realmente somos hermanos desde hace mucho, mucho tiempo.
Después de todo el revuelo que se ha armado con la novela, ¿qué te pasa por la cabeza?
Siento que conozco ya el Perú, como le dije a Luis Martín Bogdanovich, gerente de Prolima, quienes están preparando la promoción del libro; solo me falta olerlo. A menudo me asomo al balcón de mi casa de Trujillo, que está situado frente al Palacio de la Conquista, y susurro: “Después de todos estos años juntas, ¿quién nos lo iba a decir, Francisca? Ella parece sonreírme desde el palacio, está profundamente emocionada por regresar a su tierra, lo sé.
El palacio de la conquista, la inca y la mestiza
Por María Pérez de Herrasti Urquijo, XVIII marquesa de la Conquista
El Palacio de la Conquista en Trujillo, Cáceres, o Casa del Escudo, como también se conoció en el s. XVIII, fue erigido a mediados del s. XVI por orden de Hernando Pizarro y de su esposa y sobrina Francisca Pizarro Yupanqui, hija del Conquistador. Este palacio renacentista sobresale por su balcón de esquina y por el enorme escudo labrado en piedra que lo corona.
El balcón de esquina del Palacio de la Conquista es sin lugar a dudas uno de los más importantes del Renacimiento. Se encuentra literalmente rodeado por un elaboradísimo conjunto iconográfico esculpido.
Sobre el balcón se puede observar el escudo de la Conquista con una serie de representaciones muy ornamentadas que describen las diferentes gestas del Conquistador, con el fin de reflejar de forma muy explícita la importancia que poseía la familia Pizarro en aquel momento. Probablemente esta fue también la razón por la que balcón y escudo fueron originariamente policromados. Una de las particularidades más significativas de este balcón de esquina son los cuatro bustos que “emergen” de la fachada a cada lado del mismo, como asomados a la calle. Son los rostros de Francisco Pizarro, su medio hermano Hernando, su hija Francisca Pizarro Yupanqui y la madre de Francisca, la princesa inca Quispe Sisa, bautizada Inés Huaylas Yupanqui.
Es absolutamente insólito encontrar las imágenes de dos mujeres destacando en un lugar principal y junto a un enorme escudo nobiliario en pleno s. XVI, tratándose además de una princesa inca y de su hija mestiza. Esto lleva a pensar que Francisca Pizarro Yupanqui presionó para incluir no solo su imagen, sino también la de su madre, quien jamás atravesó el océano, como un último homenaje a ella y una reivindicación de su origen inca.
Cuando el 30 de junio de 2023 el Palacio de la Conquista abrió sus puertas para presentar “La Primera Mestiza” de Carmen, seguro que Francisca, desde lo alto, sonrió.
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