A cuarenta y dos días del estreno, Daniel vio su película en una pantalla de cine por primera vez. La vio en color sepia, sin sonido estéreo, y tres días después viajó a Buenos Aires para terminar de ponerla a punto.
Después de verla, Daniel, ¿qué impresión te llevas del filme?
Daniel Rodríguez Risco: Después de verla hablé con David por teléfono y… ¡me preguntó lo mismo! –Suelta una carcajada que contagia a David–. Siempre soy crítico con mi trabajo, pero mi sensación fue de tranquilidad. No soy una persona que salta de alegría, pero si algo me molesta, me empiezo a sentir mal físicamente, tengo ese nivel de conexión. Esta es una película madura, con todos los niveles en su sitio, funcionando y potenciándose. Salí muy satisfecho de verla.
David Fischman: Yo vi la película en una etapa anterior, cuando Daniel ya tenía el corte final, pero sin sonido, e incluso en ese estado, me encantó. Te hace reír y llorar, te impacta emocionalmente. Como autor, lo más importante para mí era que el mensaje que quería transmitir en el libro se transmitiera en la película. Y se transmite.
¿Cuán partícipe fuiste de todo el proceso, David?
DF: Nunca lo hemos conversado, pero te voy a decir cómo lo veo. Daniel me involucró y obviamente yo tenía que estar contento porque la película está basada en mi libro, ¿no es cierto? Pero, por otro lado, no soy un experto en guiones: la última palabra la tenía el director. Por ahí le sugería cosas con mucha insistencia y él se zurraba en mí porque sabe lo que es mejor para la película. Yo respetaba eso.
DRR: David nos dio varias ideas para algunas escenas que están en la película, porque conoce las experiencias por las que pasa el protagonista mucho más que nosotros, ¿no? Por ejemplo, en una escena en la que el protagonista despide al empleado y luego lo…
DF: Me acuerdo de esa escena, pero no la comentes para…
DRR: ¡Es cierto!, pero es una muy buena escena que David nos sugirió. Ayudó a que la película fuera mejor.
¿El casting fue muy consensuado entre los dos?… De pronto, Tondero sugirió a Cachín.
DRR: (Sonríe; luego mira a David) ¿Lo comento yo?
DF: Dale, dale.
DRR: Miguel (Valladares, gerente general de Tondero) nos sugirió a Cachín. En el Perú no hay un star-system, pero digamos que si hay una estrella, esa es Cachín.
¿Cachín había leído el libro?
DF: No quería leerlo hasta tener digerido a su personaje. Lo empezó a leer a mitad de filmación.
DRR: Cachín había leído el guion. Cuando fui a Tondero para la primera reunión con él, lo conocía por el entorno, pero nunca habíamos trabajado juntos. Estábamos con Miguel y, de pronto, llegó Cachín, se sentó, soltó cuatro lágrimas y me dijo: “Gracias por este regalo”. Nos abrazamos y un poco más y nos pusimos a llorar los dos. Cachín y el libro se encontraron en un momento en que él estaba experimentando un cambio, estaba lidiando con el tema de la fama; fue un soporte muy importante para él. Tanto así que cuando leyó el libro tuvo conversaciones con David, y David le enseñó a meditar. Por eso lo primero que dijo en la presentación del tráiler es que esta película le había cambiado la vida.
DF: Sí, me acuerdo, estuvo acá. Estoy contentísimo de que Cachín haya sido el protagonista porque es una persona muy espiritual, aunque él, quizá, no está consciente de lo espiritual que es. Es un camino que aún no ha recorrido a profundidad. Pero parte de su capacitación era que aprendiera a meditar, entonces le di una clase de meditación e hicimos una conexión magnífica; es una persona bien bacán. Creo que ha hecho un extraordinario trabajo.
¿Cómo así contactaron a Javier Cámara?
DF: Por Miguel Valladares. Miguel era amigo de él… No sé de dónde lo conocía… (Mira a Daniel) ¿Tú sabes de dónde lo conocía?
DRR: Creo que se conocieron en los Premios Platino. Un aporte importantísimo de Miguel fue traernos el regalo de Javier Cámara, y, bueno, tenemos también a Federico Luppi. A él lo pedí yo –ríe como si se tratara de una fechoría–. Lo pude tener dos días; es un hombre de 80 años. Fue un honor contar con Luppi en la película.
Por Mariano Olivera La Rosa
Fotos de Josip Curich
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