Hablamos con el periodista y escritor Daniel Alarcón sobre su libro «La balada de Rocky Rontal» y el estado actual de los medios
Por Ariana Cortez
Conversamos con Daniel Alarcón, periodista de The New Yorker, profesor de Columbia University, y ganador del premio MacArthur Genius Award 2021 por su podcast Radio Ambulante en NPR, a propósito de su visita a la Feria Internacional del Libro de Lima para presentar «La balada de Rocky Rontal», un libro de crónicas en las que el escritor explora las historias que buscamos mantener en los márgenes debido a su precariedad. Un hombre tiene un ataúd en su sala, esperando el cuerpo perdido de su madre gracias a la burocracia ecuatoriana; en Estados Unidos, Rocky Rontal es un asesino cuya historia es parte de un engranaje mucho más grande de injusticias. Este destape no se limita a una sola zona geográfica, de hecho Alarcón nos muestra que la precariedad como resultado de un orden social centralizado, fallido y alienante es lo que une en esencia a Estados Unidos y América Latina. En su prosa, hay un matrimonio entre agudeza periodística y estilismo literario que logra una narración que conmueve y al mismo tiempo abre una ventana hacia las realidades escondidas.
En la balada de Rocky Rontal hay una votación por narrar las historias de los márgenes, ¿por qué?
Porque yo creo que son cosas que siempre me han interesado, porque he tenido una vida privilegiada y de esta forma puedo conocer los lados de diferentes sociedades y realidades. Incluso cuando escribía más ficción, mi interés era por gente que no se parecía a mí, nunca he escrito ficción o cosas autobiográficas porque me parece que mi vida ha sido quizás menos interesante que la del resto.
Tú has tenido una posición muy privilegiada, como has dicho, ¿no sientes que hay una mirada exotista en este interés por los márgenes?
No, porque confío en mi mirada, en las fuentes con las que hablo, en los principios y la ética del periodismo bien hecho. Tampoco creo que sea ese tipo de persona.
¿Por qué decidiste que sean crónicas y no, por ejemplo, crear narradores ficcionales con historias parecidas?
Hay algo muy fascinante en la posición del corresponsal que va al lugar, trata de entender lo que está pasando y lo escribe desde un punto de vista. No es un narrador anónimo de Chile o Guayaquil, el que escribió fui yo, y yo traigo mi perspectiva y estilo. Soy la misma persona que escribe episodios de Radio ambulante y escribe novelas. Llevo todo ese bagaje y óptica para contar un história verídica y auténtica con una mirada literaria. Los textos del libro son reales, son fact-checkeados y pasan todo el rigor periodístico, al mismo tiempo que tienen un componente literario que me gusta mucho.
En el libro narras la historia de Rocky Rontal sin reducirlo solo a sus crímenes. Hay un interés por explorar las dualidades de su vida, en reconocer que a pesar de ser un asesino es víctima de violencia también, ¿Crees que desde los medios tradicionales y lo mainstream se trata de encasillar estas historias?
La gran mayoría de periodistas que yo conozco quisieran contar historias más complejas. En muchos casos que no lo logren suele ser un problema de tiempo y espacio. Si te dan 500 palabras no puedes explayarte con detalles cinemáticos que construyan complejidad. A veces los mismos medios quieren poner narrativas más simples porque es más fácil, pero creo que es cuestión de formato. La noticia es corta, queremos los hechos. Lo bonito de la crónica es que te permite complejidades y sutilezas.
¿Explorar los márgenes, mostrar personajes que son parte de una falla sistemática más grande, verlos en situaciones de precariedad no crea cierto compromiso político en escribir crónicas?
No me atrevería a decir que es un compromiso político afiliado a alguna ideología. Si tengo una ideología es que a mí me fascinan los seres humanos. Me fascina como el ser humano negocia con su realidad, con sus principios, su supervivencia y su felicidad. Es muy interesante ver la resiliencia humana, como es que muchos realizan malabares, tal o tal trabajo para poder sobrevivir. También me fascina ver las crueldades que somos capaces de cometer para proteger algo que consideramos nuestro. Cuando me pongo mi traje de periodista trato de no juzgar. Hablo con cualquier persona. El mismo Rocky Rontal es un tipo que ha cometido muchos actos de violencia y ha causado mucho daño, y él mismo lo asumía, lo cual me parece importante de resaltar. Uno como periodista debe estar dispuesto a suspender su juicio.
¿Cuál es el compromiso entonces? ¿o no lo hay?
El compromiso está en contar bien la historia, ser fiel a los hechos, y respetar el dolor de la gente. Hay mucha responsabilidad en que un desconocido confíe en ti y te cuente los momentos más difíciles de su vida. Mi compromiso en esos momentos es no prometer nada a cambio de su historia, pero sí prometer que la voy a tomar en serio, que la contaré de la mejor manera posible y que no diré nada que no sea cierto. En el libro, por ejemplo, narro la historia de un hijo que tiene un ataúd vacío en su sala esperando al cuerpo de su madre, perdido gracias a la burocracia ecuatoriana, y que como tenía el cadáver, no podía cobrar la pensión que le corresponde. En esos casos no puedo hacer que el estado pague, pero el trabajo periodístico sí sirve para poner presión a las entidades del estado.
¿Esta búsqueda de la verdad como eje central de la labor periodística está en riesgo por la distorsión que hacen los medios, práctica altamente difundida en redes sociales, de los hechos para alimentar un discurso político?
Estamos en un momento súper precario y súper peligroso en donde la credibilidad de los medios está cada vez más amenazada. Al mismo tiempo creo que es complicado, porque en paralelo hay una democratización de la información que apoyo. Todos deberían tener acceso a cualquier información, y producirla también. No es necesario estudiar en Columbia para ser periodista. Lo que es riesgoso es que un consumidor de noticias no distinga entre una cuenta anónima en Facebook y el New York Times. Es importante saber distinguir que medio se toma con rigor la verificación de datos, especialmente para temas políticos, en los que se juega el futuro de millones de personas. Actualmente, hay un ecosistema informativo quebrado y polarizado, y eso no es un accidente. Hay muchos que se aprovechan de esa realidad. Mienten profesionalmente, acusan a los medios serios de ser fake news. Por ejemplo, el New York Times puede demostrar mil veces que Trump está dando datos erróneos, pero para sus seguidores no importa, porque su discurso ha aniquilado al New York Times como medio confiable para la gente que lo sigue.
¿Y cómo salimos de la crisis de credibilidad? ¿Es algo que se puede hacer?
Es una crisis multifacética muy compleja, no creo que pueda darte una solución en sí. Creo que puedo resaltar la importancia de celebrar y difundir los medios que se toman en serio la responsabilidad de contar historias verídicas. Al mismo tiempo creo que es importante pensar en la centralización de los medios. Recuerdo que haciendo la crónica de Alan García me sorprendía mucho que enemigos políticos eran vecinos, habían estudiado en los mismos colegios o universidades. Era como presenciar una pelea en una junta de barrio, solo que el barrio es el Perú. Es difícil hacer periodismo en una zona que no le importa a Lima. ¿Quién te está educando sobre cómo se hace periodismo? ¿Qué acceso tienes a los archivos? Es mucho pedir en lugares recónditos o peligrosos que se ejerzan todas las formalidades del periodismo. Por ejemplo, en México los periodistas locales que reportan por Facebook los crímenes del narco se están jugando la vida. Es impresionante que sigan reportando sobre el narco a pesar de los riesgos de reputación, y seguridad, incluso para sus familias.
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