A pesar de no tener estatus de monarca según las leyes de su país, a la princesa alemana Elisabeth von Thurn und Taxis no le faltan la tiara, el palacio ni la fortuna. Ella, al igual que sus hermanos Maria Theresia y Albert, nació en el Palacio de San Emerano, conocido como Schloss St. Emmeram, en una de sus quinientas habitaciones (“aunque en realidad nadie nunca ha llevado la cuenta”, dijo su madre Gloria mientras se encogía de hombros en una entrevista para la revista “W” en 2010).
El palacio, situado en el centro histórico de Ratisbona, Baviera, funcionaba como una abadía desde el año 739. Pero fue convertido en schloss (denominación alemana para palacios que no fueron fortalezas medievales) en 1812 tras una concesión de Napoleón a la familia real Thurn und Taxis. Esta entrega puso fin al monopolio que los nobles germanos tuvieron por más de trescientos años en los servicios postales del Sacro Imperio Romano Germánico.
Tal privilegio empresarial les fue dado por el emperador Federico III de Habsburgo en 1490 con el objetivo de unificar las comunicaciones de su imperio. El éxito estaba asegurado: el servicio postal era un rubro que la familia dominaba desde varias generaciones atrás. Los Thurn und Taxis son los descendientes en territorio germano de los Torre e Tasso, familia lombarda que ya en siglo XIII tenía organizado el correo en todo Italia y que fue llamada a la corte del emperador por su eficiencia.
Hoy, los herederos de la nobleza alemana, asumidos por completo en su condición de bávaros, mantienen abierta la puerta de su casa –que tiene las mismas dimensiones que el Palacio de Versalles– y acaban de lanzar el libro “The House of Thurn und Taxis”, bajo el sello de la editorial Rizzoli, con el objetivo de acercar al mundo a una de las dinastías más importantes y vigentes de la aristocracia europea.
Así, Gloria, la matriarca de 55 años del actual clan Thurn und Taxis –por su matrimonio con el príncipe Johannes–, cosecha un objetivo que trazó hace más de treinta años. “A comienzos de los ochenta, no era muy elegante hacer publicidad: era considerado de muy mal gusto. Entonces llegó Juan Pablo II, que fue uno de los mejores publicistas del siglo XX. Él sabía cómo promocionar su mensaje. Le dije a mi esposo: ‘Si lo hace el papa, nosotros también podemos’. Y me dio la razón. Ahora tenemos cien mil visitantes al año, y quiero que vengan más. Somos una familia real que vive en un palacio real, y es bonito enseñarlo al mundo. Versalles es magnífico, pero no tiene vida; es tan triste”, relató Gloria en una entrevista al diario “ABC” de España el año pasado.
Gloria Dinamita
Solo el palacio es una muestra de la mejor arquitectura historicista alemana: claustros de estilo romanesco-gótico construidos entre los siglos XII y XIV; una escalera de mármol neorrenacentista, habitaciones rococó y neorrococó, y la biblioteca de tradición barroca con un fresco de 1737 hecho por Cosmas Damian Asam.
Pero fue Gloria quien le dio el soplo de vida que lo coloca en el mapa turístico de la región, y no necesariamente por su condición de museo. Desde su matrimonio con Johannes (uno de sus primos lejanos, 34 años mayor que ella) en 1980, la princesa hizo del schloss un Versalles del arte contemporáneo, y se convirtió a sí misma en la más audaz reencarnación de María Antonieta.
En 1985, el periodista de “Vanity Fair”, Bob Colacello, acuñó el sobrenombre que acompaña a Gloria von Thurn und Taxis hasta hoy: la “princesa TNT”. Ya casada y con tres hijos, Gloria fue una figura recurrente en las páginas de las revistas de sociedad por sus peinados punk, sus vestidos de Christian Lacroix, su moto Harley-Davidson (que solía montar para recogerlos del colegio) y las fiestas que daba en su palacio para recibir a Mick Jagger, Liza Minnelli, Plácido Domingo o Elton John.
Pero la fiesta eterna no duró más que diez años. Después de la muerte de Johannes en 1990, el imperio Thurn und Taxis se derrumbó. Abrumada por las deudas que dejaron los malos negocios de su marido, Gloria se reinventó como la más diligente administradora de la fortuna que su hijo Albert heredaría al cumplir 18 años en 2001.
Las medidas de austeridad doméstica que impuso Gloria fueron drásticas (para una aristócrata): reducir el staff del palacio y deshacerse de veinticuatro de sus veintisiete autos. Además, vendió todas las empresas de la familia (incluidas una metalúrgica, una cervecera y un banco), subastó obras de arte, joyas y platería (que en su momento horrorizó al resto de la parentela) y se puso a estudiar economía y derecho tributario con tutores privados.
Texto: Caroline Mercado
Fotografías: Todd Ebere
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