La artista reconocida por sus tablas de Sarhua inauguró su primera muestra individual en Madrid, marcando el inicio de un extenso recorrido por Europa.
Por Ariana Cortez
Una tabla de Sarhua es un pequeño homenaje a la cotidianidad. Su origen se remonta a la época colonial, en un pequeño distrito de Ayacucho al que se llega en un viaje de tres horas en auto desde el aeropuerto. Primero, se tiene que conseguir una tabla de madera de aproximadamente tres metros de altura. Luego, se retratan de 7 a 8 escenas de la vida cotidiana familiar. El trazo es limpio y aprecia la síntesis, el artista recorre su lienzo de tres metros de altura con una pluma de ave en mano y colores hechos a base de tierra.
El padrino —exclusivamente el padrino— entrega la tabla durante la ceremonia de Apakuy a la familia que acaba de inaugurar su casa. La génesis de la tabla de Sarhua es la calidez familiar, es el símbolo del crecimiento de la comunidad y el apoyo colectivo. Sin embargo, es difícil ignorar el entramado político sobre el que toda representación de la cotidianidad se construye: ¿Cuales son esas escenas de que están dejando de lado? ¿Cuál es esa cotidianidad escondida?
Venuca Evanán ha dedicado su obra a responder estas preguntas, y llenar los vacíos que encuentra a su paso. No solo dentro de la tradición de Sarhua, sino en la historia del arte misma. Su padre y su madre, Primitivo Evanán y Valeriana Vivanco, eran dos artistas de quienes heredó la vocación por las tablas de Sarhua. Ambos retrataron la violencia del conflicto armado interno. «Mi papá hizo su libro narrando las historias de unos cuadros realizados en los años ochenta, en este enfrentamiento de fuego cruzado. Narraba su historia, lo hacía con un historiador de arte reconocido; pero yo veía que no mencionaban a las mujeres, a mi madre, a mis tías, a mis hermanas. Ahí encontré un vacío y empecé a pensar en lo que quería hacer con mi vida», nos cuenta.
En la obra de Evanán, la mujer andina toma control sobre su propia representación y abre su propio camino en un establishment cultural centralizado. Como menciona Sandra Gamarra en el texto curatorial de su última exposición en Madrid: «Su obra es parte de una tradición con la que también fricciona, a la que también cuestiona y desobedece. Pero que también cuida y protege y que a ella la cuida y la protege».
Venuca le ha dado a la tradición de las tablas de Sarhua su primer acercamiento al erotismo de los cuerpos femeninos, a las relaciones queer y a la violencia de género. En colaboración con la galería de arte Enhorabuena, ahora su obra recorre las salas de exposición de Europa.
La primera parada fue Madrid, donde se encuentra en exposición la muestra individual «Cuerpo y Tierra, El universo femenino de Venuca Evanán». Esta semana fue parte de la feria Estampa en esta misma ciudad, y en lo que queda del mes realizará un par de talleres de tablas de Sarhua en Berlín, proyecto con el que ganó los estímulos económicos a la cultura. La tradición oral sarhuina ha cruzado las fronteras.
¿Cómo te iniciaste en la tradición de las tablas de sarhua?
Bueno, yo me acerco a las tablas de Sarhua por mis padres. Mi papá es Primitivo Evanan Poma, mi madre Valeriana Vivanco Espinoza, pioneros difusores del arte de las tablas de Sarhua, gestores, impulsores del arte de su comunidad. Provengo de una familia de artistas, que han trabajado esto desde los años ochenta a setenta, por ahí. Y pues esta es mi escuela y ahí empiezo yo a tocar estos temas de mi interés. Mayormente lo aprendí en Chorrillos, en la zona migrante del sur. Entonces esa fue mi escuela, ahí empecé yo desde muy pequeñita y hasta ahora continúo, bueno, ya por acá, por estos espacios de Europa.
Las tablas de Sarhua por tradición solamente están hechas por hombres. Tú eres, ahora, la principal representante de este arte y eres mujer. Entonces, ¿qué se siente subvertir esta tradición? ¿de dónde nace este deseo?
Es en honor a mi madre que yo empiezo a tocar estos temas. Falleció en el 2008, y pues tenía mucha presencia en la tradición de las tablas de Sarhua, pero no se la registraba en la historia. Es ahí que empiezo a cuestionarme, ¿Hasta cuándo? Y después descubrí que eso pasaba en toda la historia del arte también. A las mujeres no se las registraba históricamente. Ahí empecé a buscar intelectuales, mujeres historiadoras, mientras yo las voy pintando. Empecé indagando la historia de mi madre, de mis abuelas, de mis tías, el esfuerzo de muchas mujeres, hijas como yo, de campesinos, hijos de inmigrantes. Como mujer tenemos también muchos temas que hablar, que decir. Fui armando todo un equipo y el camino, buscándome espacios. Por ejemplo, en algún momento busqué a Gabriela Germaná, que me llevó a exponer a Estados Unidos. Así fuimos tejiendo estas historias. Ahora junto con Enhorabuena, primera vez que piso Europa. La recepción ha sido interesante. También vine a hacer un taller en el que trabajo junto a otra mujer danzante de tijeras. Nos parecemos mucho porque ambas somos madres, mujeres y a través del arte resistimos.
Y en Sarhua ¿cómo ha sido la recepción de tu trabajo?
Todo bien a excepción del tema del erotismo, que es común en mis trabajos, enfocado en el empoderamiento de la mujer en relación a su sexualidad. Lo que me sorprende es que eran personas de universidades los que criticaban esto. Cuando estás en la universidad tu mente y tu forma de ver la vida entiende las diferencias, pero los que me refutaban eran ingenieros, doctores, docentes. Dejé de hacer arte erótico por dos años más o menos. Ellos decían que hacía quedar mal a la mujer sarhuina. Estoy involucrada con la comunidad. Trato de llevar ese equilibrio, porque el circuito de arte contemporáneo lo llevó muy bien, pero tampoco quiero desligarme de donde procedo. Luego retomé el tema erótico, pero con mis autorretratos. De esa forma, la que “queda mal” soy yo, y no pueden decirme algo al respecto.
Detrás de la llegada de Venuca a Europa hubo un trabajo en equipo que incluyó a la galería Enhorabuena, que está a cargo de su representación. Son tres los talleres que se tienen programados para este mes: uno en Madrid, que ya se llevó a cabo, y otros dos en Berlín, el 25 y 26 de octubre. Como parte de sus esfuerzos por internacionalizar el arte peruano, pronto abrirán una residencia en las islas Baleares. «Nosotros queremos llevar la tradición latinoamericana, sobre todo la peruana, con los artistas que trabajamos. Una de ellas principalmente es Venuca. También está José Sánchez que es un artista de Huancayo muy conocido también y bastante mayor. Él va a participar de alguna u otra forma en esta residencia. Es un proyecto que se está desarrollando para poder conectar con la naturaleza en otro contexto, desde la sensibilidad latina», comenta Renzo Merkt, quien dirige la galería junto a Juan Diego Tobalina.
Ahora que estás en Europa, dictando talleres y con tu muestra individual. No solamente estás llevando la técnica pictórica de las tablas de Sarhua, también estás llevando tu propia lucha por la reinvindicación de la mujer andina ¿Cómo has sido recibida en Europa a comparación de Perú?
Creo que a raíz de la pandemia, muchos espacios de arte no han tenido el mismo impulso. Es por eso que decidí buscar afuera. Aquí he tenido muy buena recepción, la gente está interesada. Es más, estar por acá también es como conectar con América Latina, porque vienen de otros países que también tienen zonas andinas. Al ver estas pinturas, formas y vestimentas se emocionan mucho y recuerdan su lugar de procedencia. Sentir esa recepción es muy bonito e interesante.
¿Cómo funciona la dinámica dentro de los talleres?
El taller me pareció una forma de compartir estos conocimientos oralmente también, puesto que la oralidad se está perdiendo. El primero lo hice en el LUM en el 2018. Fue un taller de cuatro domingos e invité a otros pintores jóvenes para que también puedan compartir esta experiencia. Al inicio algunos pintores eran un poco cerrado, porque temían que les copien. Yocreo que es importante compartir lo que uno tienen para que no se pierda. Una vez que se declaró patrimonio de la nación, ya es de todos. Mientras estamos vivos ¿Por qué no compartir estos conocimientos? En el taller lo que hago primero es contar la historia de las tablas. Luego, invito a que los asistentes usen la pluma, tierra de colores y pinten sus historias. Terminamos haciendo una ceremonia de entrega de tablas mientras canto en quechua. Ahora que haré mi taller en Alemania, haremos bailar a las personas con bailes tradicionales.
¿Tienes más proyectos en Europa por ahora? ¿Cuáles son las proyecciones para lo que queda del año?
De acá me voy un rato a hacer un tema de investigación a Dinamarca. De ahí, me paso a Berlín, a dictar talleres. Ahí culmina todo lo que tengo que hacer por acá. Para el próximo año tengo bienales, muestras individuales en Estados Unidos, y tal vez regrese a Europa con En hora buena, para una residencia.
«En la obra de Venuca Evanán la vida, el deseo, la realidad, el mito y la denuncia habitan una misma superficie, se visten con los mismos colores. Su obra es parte de una tradición con la que también fricciona, a la que también cuestiona y desobedece. Pero que también cuida y protege y que a ella la cuida y la protege. Vestir sus trajes típicos, expresarse mediante las tablas de Sarhua, configuran un activismo frente a una sociedad que deslegitima lo diferente y que exige su subordinación. Poner el cuerpo, no solo en las marchas en las que participa, bajo las proclamas que canta, sino también como ciudadana individual en las calles o al interior de una galería de arte, es parte de un activismo que abierta y calmadamente reclama su diferencia», escribe la artista Sandra Gamarra.
Como mencionas, las mujeres siempre hemos sido borradas, no se ha dejado registro de nuestra historia. De alguna forma, tu trabajo busca darle espacio a la memoria de las mujeres andinas. ¿Tú cómo lo sientes?
Es importante valorar dónde venimos. Eso lo aprendí de siempre de mi papá, por eso me ves con el traje típico en las inauguraciones, porque al mismo tiempo quiero ver la recepción. Me ha pasado que hay lugares que por portar el traje no te dan una buena entrada. Por acá todo ha ido muy bien, no he sentido ningún tipo de rechazo, pero sí suele pasar que hay cierta discriminación.
Retratar tu vida cotidiana termina siendo una reivindicación colectiva. Tu espacio en el arte es muy político ¿Eso te impulsa a crear?
Sí, busco un espacio para mostrar las historias diversas que tiene nuestro país no solo en Lima. Tenemos la parte amazónica y andina. Quienes venimos de ahí también somos peruanos, pero con otra forma de ver la vida, y la naturaleza. Es importante saber escucharnos y vernos horizontalmente y qué mejor que a través del arte, que también nos sensibiliza.
¿Qué luchas crees que tenemos pendientes en el arte?
Uno, poder escucharnos como país y como diversidad, seguir abriendo espacios para mujeres de diferentes regiones, historias que de repente antes no se han mostrado, sigamos trabajando en eso. También hay aprender a trabajar de manera colectiva, comunitaria. A veces el mismo sistema hace que compitamos. Más que competir hay que ir empujándonos entre todos y todas.
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