Una mirada en retrospectiva nos brindan seis personalidades que reflexionan de cara al bicentenario de la Batalla de Ayacucho.
Por Renato Velásquez
Este 2024, al conmemorar el bicentenario de la Batalla de Ayacucho, un evento crucial en la historia de América Latina, seis figuras de distintos ámbitos nos invitan a reflexionar sobre el legado de esta victoria. La batalla, librada el 9 de diciembre de 1824 en Perú, fue determinante para la independencia. Estos pensadores nos proponen un análisis no solo de los hechos históricos, sino también de su influencia en la identidad y la cultura.
Alonso Cueto, escritor
Lo que más me interesa de la batalla de Ayacucho son los detalles más concretos. Uno es que los soldados de ambos bandos que eran amigos o parientes se saludaron antes del ataque. Otro es que la contienda duró algo más de tres horas. Otro detalle es el que cuenta Ricardo Palma en su tradición «Pan, queso y raspadilla». Don Ricardo también afirma que el bando patriótico le cedió los primeros fuegos al general realista Monet.
Una de las historias que circula sobre la batalla es el lema «Paso de vencedores» con el que los patriotas supuestamente atacaron. Hace unos años estuve en la Pampa de la Quinua donde un guía nos contó lo que en verdad habían dicho las tropas. En realidad fueron insultos de todo calibre en voz alta. Nadie piensa en la elegancia o la belleza en una batalla. Cuando la vida está en juego, solo queda gritar.
Mamie Raguz Bolognesi, Tataranieta de Francisco Bolognesi
Como descendiente directa del Teniente José Ildefonso Coloma Maldonado, prócer de la independencia y combatiente en la Batalla de Ayacucho, y como tataranieta del Coronel Francisco Bolognesi Cervantes, héroe nacional y patrono del Ejército Peruano, conmemorar los 200 años de las batallas de Junín y Ayacucho me llena de orgullo y emoción.
En momentos como este, tenemos el privilegio de agradecer los frutos del sacrificio de hombres como pocos, quienes dejaron sus legados escritos en la historia nacional. No todos tendremos la oportunidad de dejar nuestros legados en la historia, pero sí tendremos un legado que dejar: recordar el valor y el patriotismo de los peruanos que forjaron nuestro Perú libre e independiente, en el cual gozamos de plenos derechos ciudadanos y, como ciudadanos, tenemos deberes sagrados y obligaciones que cumplir: la defensa de los ideales de justicia, libertad, honor y unidad.
Carlos Añaños, empresario
Vengo de una familia orgullosamente peruana y orgullosamente ayacuchana. Mi madre, como maestra, desde niños nos llevaba y nos enseñaba la importancia de la independencia y de la batalla que se libró en la Pampa de Ayacucho (antes conocida como Pampa de Quinua). Así, cada 9 de diciembre, íbamos a la pampa desde San Miguel a las 2:00 o 3:00 de la mañana. Para ello, mi madre cocinaba sus deliciosos potajes, y pasábamos un día maravilloso en la escenificación de la Batalla de Ayacucho. Estas visitas me llenaron de gran inquietud, y hasta hoy me sigo preguntando: ¿por qué habría decidido vivir el primer hombre de todo el Perú en las cuevas de Pikimachay, en Ayacucho? Y, ¿por qué en Ayacucho sucederían hechos históricos tan importantes?
Hoy me siento más orgulloso que nunca de mi tierra, y espero que el cumplimiento de estos 200 años sea un punto de inflexión significativo, no solo para Ayacucho, sino para todo el Perú, para que así podamos encontrar la prosperidad que tanto necesitan, sobre todo los ayacuchanos y la gente del alto andino de nuestro querido Perú.
Augusto Tamayo, cineasta
La batalla de Ayacucho es algo más que un mero combate entre ejércitos poderosos en pugna. Es más que el triunfo espectacular logrado por unos generales brillantes y audaces frente a otros generales igualmente excelentes. Es aún más que la batalla que sella la independencia de un país o de un continente. Es, como otras batallas semejantes y decisivas en la Historia, un símbolo y una imagen. Es el símbolo atávico de la civilización luchando constantemente por un destino mejor para los seres humanos, independientemente de las consecuencias o el azar del resultado.
Es el símbolo de la plenitud y el éxtasis de un momento de gloria. Y es el símbolo de lo absoluto que los hombres que combatieron en ambos lados estaban dispuestos a sacrificar por una idea, por un objetivo superior. Y es una imagen, de esas que se quedan estampadas en la mente, en la memoria colectiva, por lo menos de aquellos conscientes de su valor y trascendencia.
José de la Puente Brunke, historiador
No puedo dejar de relacionar la batalla de Ayacucho con el capítulo once del libro “Paisajes Peruanos” de José de la Riva-Agüero y Osma, en el que relata la visita que hizo en 1912 a la pampa de la Quinua, en el marco de su viaje por la sierra del sur. Caminando por el campo de batalla, hace duras reflexiones sobre la vida republicana del siglo XIX.
Siendo el más distinguido miembro de la aristocracia limeña, lanza una severa crítica a su propia clase social, en el contexto del fracaso de la élite dirigente al no encontrar un adecuado rumbo para el naciente Estado peruano: “¡Pobre aristocracia colonial, pobre boba nobleza limeña, incapaz de toda idea y de todo esfuerzo!”. Sin embargo, en el mismo libro -que todo peruano debería leer- Riva-Agüero nos brinda no pocos argumentos para afrontar con cierto optimismo el futuro de nuestro país. Insiste en la importancia de la integración de la costa con la sierra, ya que esta es “el verdadero Perú”. Pero lo más estimulante para el lector es verificar el interés de Riva-Agüero -con sus aciertos y sus errores- por entender mejor nuestro país.
Mauricio Novoa, historiador
Ayacucho fue un comienzo y un destino. Un comienzo porque nos desvinculamos del servicio a la Monarquía Hispánica, que integramos como un reino por casi 300 años. En este proceso, adoptamos un modelo político inédito (la república) y nos abandonaron los territorios (audiencias y capitanías) que antes tuvieron como cabeza a Lima. Un destino porque iniciamos nuestra vida independiente con una identidad particular, muy distinta a la que encontró Francisco Pizarro en 1531.
La tradición democrática de los cabildos, las universidades, el sistema judicial basado en un proceso, las garantías a la propiedad y a la honra, la Fe Cristiana, la gastronomía (antes que tuviera ese nombre), la música y las danzas, la organización de los ejércitos, la diversidad lingüística, la configuración de las ciudades, en fin, la matriz de nuestra identidad actual, ya existían antes de la batalla en la pampa de la Quinua. Esta matriz se integró con el país milenario para formar la nación que hoy conocemos. El 9 de diciembre de 1824 fue la pugna entre dos visiones del Perú, que es algo muy distinto al nacimiento del Perú. Este nuevo comienzo nos consolidó como una nación que siguió dando frutos en su cultura y en sus héroes.
Suscríbase ahora para obtener 12 ediciones de Cosas y Casas por solo 185 soles. Además de envío a domicilio gratuito y acceso instantáneo gratuito a las ediciones digitales.