Construye Identidad es la iniciativa de un grupo de jóvenes arquitectos que saben que todo conocimiento es resultado de la experiencia humana, y por lo tanto valioso. Por ello, recorren costa, sierra y selva investigando las formas tradicionales de construcción y proponiendo una revalorización en favor de los habitantes de cada región.
El proyecto
Con cinco años de experiencia, el equipo dirigido por Marianne Trauten, Lía Alarcón y Rolando Tafur ya tiene metodología y una definición clara de modos y objetivos. Para empezar, Construye Identidad no es un proyecto vertical. No tiene que ver con llegar a una comunidad a «ayudar» o con ningún tipo de asistencialismo.
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Se trata de un mutuo aprendizaje con vocación de servicio. El proyecto, aunque dirigido por arquitectos, es interdisciplinario y participativo. Es decir, además de contar con el apoyo de profesionales como comunicadores o sociólogos, se basa en la participación ciudadana, especialmente de aquellos con conocimiento en construcción, como maestros de obras. La idea es lograr nuevas formas de entender los materiales y la relación entre la arquitectura y las personas a las que debe servir.
Las barreras
¿De dónde vienen nuestras casas? La arquitectura está fundamentalmente ligada a las personas y a su relación con el exterior. El problema ocurre cuando esta relación se ve cortada por lo que los tres directores han denominado el «imaginario», cuya voz en este caso suena a mezcla entre herencia del colonialismo y hegemonía de una idea única de progreso. «Todavía tenemos la idea del ‘material noble’, que solo puede ser ladrillo o concreto. Lo cierto es que el valor del material tiene que ver con sus características funcionales», explica Lía Alarcón. Por ejemplo, el adobe mantiene durante la noche el calor acumulado durante el día, y durante las horas del sol, mantiene el frescor de la noche. Sin embargo, tanto el estado como nuevas generaciones en la sierra se empeñan en construir con ladrillo en zonas donde este se sobrecalienta con facilidad o deja que penetre el frío. «Hemos visto escuelas de las que los pobladores se sentían orgullosos, pero donde los niños salían al patio a hacer clase porque el calor, el frío o las corrientes de aire se filtraban en sus salones. No se trata de material, sino de cómo funciona», completa Lía.
«Los pobladores eran conscientes de cuál funcionaba mejor, pero los más jóvenes tenían la grabada la idea de que la tierra es estancamiento y el cemento, progreso«, explica Marianne Trauten. El problema no era funcionalidad o desconocimiento, sino una creencia fuertemente enrraizada y validada constantemente por los medios y nuestra misma idiosincracia.
Casa tomada
Desde su primera investigación, aquella que dio origen al proyecto en el poblado de Patalá, en Junín, el grupo se concentra en paralelo en las relaciones entre las personas y sus casas; y en las posibilidades de los materiales y técnicas locales.
«Descubrimos que la gente no se veía la casa como un todo, sino que se tenían determinados prejuicios para cada parte«, cuenta Marianne. Por ejemplo, el piso se relaciona con salubridad y el techo con funcionalidad; las puertas y ventanas son vistas desde la seguridad. Las paredes, sin embargo, cumplen una función solamente decorativa, y era ahí donde se presentaba, en la región sierra, más conflictos con los materiales.
Por otro lado, en la selva, los pobladores quieren espacios abiertos, pero un techo firme para protegerse de la lluvia. La madera es un material muy bien visto, sin embargo, el «progreso» ha entrado en forma de calaminas reemplazando las hojas de palma. «Cuando les preguntamos por los techos tradicionales, nos dijeron que la hoja había disminuido. Lo cierto es que había factores que tomar en cuenta, como que en la selva las personas se están acostumbrando a vivir en comunidades, es decir más gente en un espacio más pequeño, lo que se traduce en escases de ciertos materiales», comenta Rolando Tafur sobre la particular problemática.
Tiempo de soluciones
«A través de una innovación podíamos cambiar la idea que tienen de un material tradicional. Por ejemplo, la gente quería tarrajear con cemento, porque lo veían más presentable», cuenta Marianne sobre su trabajo en Patalá. No se trata solo de aprender, sino de desarrollar soluciones que combinen el conocimiento académico y el tradicional. «Con la ayuda de un experto de la zona, desarrollamos un tarrajeado de tierra impermeable gracias al mucílago de cactus.», concluye.
En este sentido, Construye Identidad va más allá del mero trabajo arquitectónico o de investigación.
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En principio se quiere revalorizar las técnicas locales, pero además se llega a apreciar el conocimiento las personas expertas y la herencia de todo un pueblo. «Mucha gente mira la construcción tradicional sin darse cuenta la cantidad de información que tiene cada casa en sí misma. Por qué se eligieron ciertos materiales, por qué la forma, etc. Todo corresponde a algo», explica Marianne.
El trabajo de valorización llega más allá del conocimiento de los mayores o de los expertos constructores, y se vuelve vitan en comunidades donde la mujer tiene un rol menor. En muchos de los focus groups o entrevistas que se llevaron a cabo, se tuvo que separar a los grupos por género, porque en la mayoría de reuniones los hombres no dejan hablar a las mujeres. «Estábamos en una comunidad Ashaninka y necesitábamos un material que solucionara marcos de ventanas. Teníamos un plan, pero nos dimos cuenta de que sería demasiado pesado. Empezamos a investigar sobre los tejidos que hacían las mujeres con las hojas y lo incorporamos al diseño«, cuenta Lía sobre la experiencia en Alto Sondeveni, en Satipo. «Cambiando las formas de los tapetes, podían servir como acabado. Se sentía el orgullo de que no solo los hombres trabajaran el centro comunal, sino que ellas fueran una parte activa, también como poseedoras de conocimientos valiosos.»
Futuro
«Si tenemos economías, historias, climas y comunidades similares, no tiene ningún sentido de que todos investiguemos por nuestra cuenta y que cada uno crea que está descubriendo la pólvora», afirma Marianne sobre los planes de expansión. Ella tiene experiencia en construcción e investigación en África (tanto en Sudáfrica como en la rivera del Nilo) y espera crear un vínculo de experiencia con las poblaciones que comparten nuestra franja climática. El proyecto suena y es ambicioso, pero es el ideal de investigación en un país que continúa siendo uno de los menos desarrollados en construcción de la región, y que, al mismo tiempo, debe entender que ha llegado la hora de construir y diseñar desde su propia visión del mundo. Como en la gastronomía, ha llegado el momento de que el Perú se mire a sí mismo para desarrollar la arquitectura que necesita.
Por Alejandra Nieto
Fotos cortesía de Construye Identidad