Inspirado en el barroco y la fragilidad humana, el artista presentó su primera exhibición individual en Lima, en el Museo de Arte Contemporáneo. Con una formación autodidacta y pasión por la historia del arte, Pascuale conversa con COSAS sobre su proceso y colección «Espejos de una humanidad perdida».

Por Belén Medina Pizarro | Fotos: Briam Espinoza

«Mi trabajo, sobre todo, es una ventana a uno mismo», explica Rafael Pascuale, cuya vida está marcada por los cambios drásticos. El artista acaba de inaugurar en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima su primera exhibición individual, titulada «Espejos de una humanidad perdida», que explora temas introspectivos y la violencia humana. Su obra, catalogada como neobarroco, se caracteriza por su capacidad por conectar con el espectador. De formación autodidacta, Pascuale nos comenta sobre su aprendizaje artístico, su llegada a galerías en el extranjero y su fascinación por la historia del arte.

«Espejos de una humanidad perdida» es la primera exhibición individual del artista.

El camino de un artista autodidacta

Rafael se adentró en el arte de manera autodidacta. Desde muy pequeño, sintió la necesidad de dibujar para abstraerse de su entorno. Originario de Callao, a los 11 años se mudó junto a su familia a Miami, donde vivió toda su adolescencia hasta que decidió regresar al país para encontrar su camino. «Estaba en un limbo y yo siempre he necesitado un cambio para mejorar. Siento que es importante para que la rueda siga girando», explica.

Fiel a su necesidad de realizar cambios bruscos, dejó su vida en Estados Unidos y pasó brevemente por Diseño Gráfico en la USIL, para luego estudiar Artes en la PUCP, aunque solo por un año: «no pude, ya que era tan inherente en mí hacer arte que me frustraba que me digan no a todo sin una razón evidente». Durante ese período, trabajó vendiendo comida para comprar sus materiales y, a pesar de todo el esfuerzo, la experiencia en la escuela de arte no le llenaba. «Creo que fue otra de las decisiones drásticas. Voy a salirme y ver cómo hago», contó.

Rafael siguió practicando su arte a través del ensayo y error y, paralelamente, trabajó en bares durante la noche para mantener su proyecto. «De ahí, me contactaron con un par de artistas y comencé a ser su asistente». Pasó por los talleres de Fernando Bryce, quien le enseñó la sutileza y delicadeza de la tinta china, Ximena Garrido-Lecca, con quien aprendió sobre composición, y Nicole Franchy, quien le enseñó sobre las construcciones. Fue un trabajo duro, aunque enriquecedor.

Cuadro de Pascuale en la exhibición «Awakening», Nueva York.

Obra de Pascuale en la exhibición berlinesa «Enter the Arcane» durante el Art Week.

En 2019, Pascuale tomó su última decisión drástica, al menos hasta el momento: dejó su trabajo para dedicarse al arte a tiempo completo. «El esfuerzo y la vida sacrificada fue lo que me puso los pies en la tierra. Me hizo entender que no se trata de mí, se trata de la obra y del proceso. Todo lo demás está hecho para el proceso», menciona.

Y a partir de ese momento, las oportunidades empezaron a surgir. Estuvo en pequeñas exposiciones colectivas hasta que, a fines de 2019, presentó varios cuadros en la galería Georges Berguès en Nueva York. A partir de eso, una galería en Nueva Orleans presentó sus obras en 2020 y, después de la pandemia, empezó a vender la mayoría de su trabajo en Berlín, ciudad donde ha dejado todos sus cuadros.

«Al ser autodidacta, soy un investigador por naturaleza. Me encanta la historia del arte, pero, sobre todo, la parte técnica». Rafael reconoce que su técnica ha mejorado gracias al ensayo y error y al internet, a través del cual investiga. «Siempre he sentido que el error de ahora es la respuesta de lo que viene luego», comentó.  Su obra se inclina a temas introspectivos y «profundamente humanos» que, junto a su pasión por la historia, lo han llevado hacia la corriente del barroco.

«Junté mi gusto por la historia con mi búsqueda de la fragilidad y la muerte. Y comencé a ver barroco».

Junto a los óleos, Pascuale presenta en la exposición varios cuadros de tinta china.

Una mirada hacia el barroco

Rafael inició su búsqueda artística en un ámbito más personal, que es su interés por la fragilidad humana y la mortalidad. «Yo me veo reflejado en eso. [Por el asma] he vivido casi toda mi niñez en hospitales. No sé si las personas que no tienen asma se dan cuenta lo profundamente doloroso y difícil que es sentir que te mueras todo el tiempo», contó el artista. Los encuentros con la muerte han llevado a Rafael a retratar la sensación de mortalidad. En una ocasión, un accidente dejó al rostro del artista momentáneamente desfigurado. «Lo primero que hice fue mirarme en el espejo. Y cuando estuve postrado en la cama lo único que pensaba era qué hubiera pasado si me hubiera realmente desfigurado. ¿Quién sería yo?», se preguntó.

A partir de ese incidente, el proceso de investigación del artista se inclinó por las enfermedades y los cuerpos: «junté mi gusto por la historia con mi búsqueda de la fragilidad y la muerte. Y comencé a ver barroco». Rafael empezó a estudiar el trabajo de artistas como Caravaggio, José de Ribera, Rubens, Van Dyck, entre otros.

«Judith y Holofernes» (1599) de Caravaggio.

«Ticio» (1632) de José de Ribera.

Para Pascuale, los mártires barrocos y la crudeza de la carne son símbolos de la fragilidad humana. Asimismo, se inclinó por retomar esta corriente por su capacidad de «llevarnos a mirar hacia adentro» y reflexionar. Para el artista, el arte barroco tiene esta fuerza reflexiva y el neobarroco — corriente en la que ha sido catalogado por el curador Ramón Mujica — lo lleva a un plano actual. «El neobarroco es la necesidad de plasmar estas sensaciones de la época. Sensaciones acerca de la carnalidad, la corporalidad y de lo trascendental».

Por último, Rafael señala que también siente una necesidad por mostrar su entorno y eso lo halla en el arte virreinal: «Me hallo peruano por el arte peruano barroco, porque mi visión del ser humano, del mundo, de la idiosincrasia viene del entorno donde estoy, que es Lima».

«La deshumanización no es sólo es un acto hacia el prójimo, es un acto a sí mismo».

«Espejos de una humanidad perdida»

«Espejos de una humanidad perdida» surge por la necesidad de hacer una obra introspectiva y en palabras de Pascuale, “es una especie de espacio alterno que te saca completamente de lo que está afuera». Los cuatro grandes óleos y los dibujos en tinta china muestran amalgamas de figuras humanas sin identidad.

«Cuando uno ve un rostro, uno se proyecta en él, pero, cuando no tienes eso, ¿qué te queda? Ver hacia adentro», comenta. El artista obtuvo las ideas para la colección luego de su primer viaje a Europa, en 2023. Después de años investigando el barroco, verlo en persona cambió su perspectiva y fue sobrecogido por la gran dimensión de las obras en el Museo del Prado y las iglesias italianas. «Justo había visto a una persona morir antes de ir a España. Ver ese cuerpo cómo va cambiando, deteriorándose mezclado con el viaje, me dije que tenía que replicar esa sensación que tuve en las iglesias».

Basándose en la idea de que la deshumanización completa «proviene del alejamiento de sí mismo», Pascuale retrata en sus cuadros la capacidad del humano de ser violento y de destruir al prójimo. Sin embargo, también explora la aceptación de la muerte, el tiempo, el nacimiento y el entendimiento propio.

Para algunas obras, Pascuale se ha inspirado de «Las tres gracias» y «El rapto de Europa» de Rubens.

La introspección y la reflexión son pilares de esta colección. En palabras del artista,  la «deshumanización no es sólo es un acto hacia el prójimo, es un acto a sí mismo», por lo que él considera que su obra profundiza en temas a los que la gente prefiere no enfrentarse.  «Uno se ve enfrentado a sí mismo en los cuadros. Es un espejo y lo único que queda es buscar en el interior para recuperar esa humanidad.»

Suscríbase ahora para obtener 12 ediciones de Cosas y Casas por solo 185 soles. Además de envío a domicilio gratuito y acceso instantáneo gratuito a las ediciones digitales.