El personaje que encarna Aldo Miyashiro en Calichín es una imagen recurrente en el imaginario local: el futbolista talentoso que, en su ruta al estrellato, se desvía por el alcohol y la indisciplina. Pero también representa al padre ausente y a los males de la familia disfuncional peruana.
Ricardo Maldonado, director del filme, señala sin dudarlo que esta no es una comedia cualquiera. Es una con toques de drama. Recuerda cómo en el avant premier observó a personas que soltaban algunas lágrimas en la sala. Parte de este efecto, señala, ha sido la elección de Miyashiro como protagonista. “Era el antihéroe idóneo para hacer de Calichín. Él juega con ese lado torpe, de barrio, irresponsable, pero con mucho carisma”, asegura. “No existen muchos actores como él que te puedan levantar el rango y que sean hilarantes y, a la vez, convincentes cuando tienen un momento feeling”.
Renzo Maldonado, productor ejecutivo de la cinta y hermano de Ricardo, no rehúye la etiqueta de “cine comercial” que tiene el filme que han preparado. Todo lo contrario. Asegura que esa siempre ha sido la ambición de Calichín. Junto a Ricardo, comparte el sueño de ver un cine peruano heterogéneo y exitoso. “Antes me decían que era un optimista iluso al pensarlo, pero creo que estamos a diez o quince años de ese objetivo”, añade Ricardo. “Esto es como unos Juegos Olímpicos. Hemos comenzado a correr los cien metros planos, que es el cine comercial. Pero necesitamos más documentales, más cine de autor, más cine experimental”.
Los hermanos, dupla al mando en la productora Cine 70, coinciden en que en el Perú no solo se tienen que hacer comedias. Se debe diversificar. Sin embargo, celebran la respuesta del público ante este género, de lejos el más demandado por los peruanos. Renzo señala que, en los últimos cuatro meses, ha habido un comportamiento histórico. “En un momento dado, las películas más vistas en la taquilla eran dos producciones peruanas que, juntas, pasaban el millón de espectadores. Eso es algo que nunca se había visto”.
Se trató de Margarita y La peor de mis bodas. Si a ellas se suma Siete semillas, que llevó un promedio de medio millón de espectadores, se observa un patrón importante. “Han tenido muy buena acogida y le ganaron a los tanques estadounidenses con los que compitieron”, añade Renzo. “Creo que ha habido una evolución por parte de los productores. Cada vez sueltan mejores contenidos y la gente también exige más calidad”.
Ricardo resalta la importancia del factor promoción, de saber vender la película. “Pero, además, tu producto tiene que ser tan bueno como los que vienen de afuera, porque el exhibidor va a poner en su sala lo que lleve más gente al cine”, señala. En ese sentido, hacen hincapié en la necesidad de que existan incentivos tributarios para motivar un mayor financiamiento de las empresas en favor de las producciones locales. Ponen de ejemplo el exitoso caso colombiano, donde gigantes como Netflix han incursionado con productos de altísima calidad. “Eso deja mucha riqueza para el Estado, genera muchas oportunidades para la industria y mueve la economía de una forma muy potente”, asegura Ricardo.
En el caso de Calichín, la producción duró cinco semanas, tres de las cuales se filmó en diversas provincias de la sierra peruana como Canta, Obrajillo, Lachaqui y Matucana. Tras el estreno comercial, Ricardo y Renzo no pierden la energía. Ya tienen en mente al menos cuatro proyectos con Cine 70, uno de ellos en camino. Se trataría de una comedia, pero de acción, con balaceras, explosiones y locura, según comentan entre risas. Renzo añade que su productora, de origen publicitario, cumplirá 47 años en 2017. “Somos ‘calichines’ de 47 años”, dice, y ríe junto a su hermano, con un optimismo desbordante hacia el futuro.
Por Stefano De Marzo
Foto de Paola Jiménez