Pocos debuts ocurren con tanta certeza.  El primer largometraje de la francesa Houda Benyamina, Divines, ha arrasado con crítica y premios alrededor del mundo, además se ha ganado el corazón de un público sediento de nuevas historias y de nuevos protagonistas

Divines

Dounia (Oulaya Amamra) y Maimouna (Déborah Lukumuena).

El género es complejo. Por un lado es una película de «coming of age», ese momento entre la adolescencia y la adultez donde la historia traza una línea imaginaria entre ambas etapas, casi siempre a través de un hecho trascendental en la vida del protagonista. Por otro, Divines es una historia de amistad femenina: dos niñas creciendo juntas en un «banlieue» (término francés con el que se le denomina a los suburbios) de París y todo lo que eso implica. Finalmente, este es también un thriller que explora la vida de gueto de la capital francesa. Crecer rodeado de violencia y pobreza, y saber que no hay forma de escapar. 

Oulaya Amamra, la hermana menor de la directora que también hace con esta cinta su debut cinematográfico, interpreta a Dounia. Hija de una alcohólica dispuesta a tener sexo con quien se lo proponga y habitante del «barrio roma» del banlieu, zona sin agua o luz, su vida gira en torno a su deseo de tener dinero y a su amistad con Maimouna (Déborah Lukumuena). La cinta abre con ambas amigas en snapchat, riendo en momentos random, un vistazo a ese lenguaje común que se forma entre quienes comparten cada momento. En mitad de la vida en la periferia, ambas son el solaz de la otra, y queda claro desde el minuto uno. 

Como lo pide el género, las cosas se complican, pero no con un evento que llega, sino con toda una vida que explota. Dounia está cansada de la pobreza y de la hipocrecía. Una escena memorable la muestra torturando hasta las lágrimas a una de sus profesoras, presa de la rabia de estar aprendiendo un oficio que no la sacará de la pobreza de la forma espectacular en la que sueña. Cuando la maestra le pregunta qué planea hacer, la adolescente adopta pose de gangster y solo responde «Money, money, money».

Es así como termina involucrándose con Rebecca (Jisca Kalvanda), traficante local y experta en mantener a sus trabajadores en regla con una mezcla de abuso y manipulación digna de un gurú y su culto. Además, a la mezcla se suma Djigui (Kevin Mischel), bailarín que soporta los prejuicios sobre hombres y danza, y que como Dounia tiene grandes sueños y quiere salir del lugar donde está. La atracción entre ambos tiene una suavidad que contrasta con el ambiente que habitan. 

Esta es una historia violenta y también es la narrativa de dos niñas descubriendo el mundo, pensando en qué pasará al salir del colegio y enamorándose por primera vez. Es una historia de gueto donde hay muerte y enfrentamientos con la policía, retratos de un espacio donde reina una violencia cruda y donde la miseria se ha normalizado. Pero también carga toda la ternura de una verdadera amistad durante una edad complicada. El tipo de amistad que difícilmente se explora en el cine, y más aún cuando lo que se quiere es contar un cuento de violencia. Otro punto a resaltar es la cualidad femenina de toda la narrativa. El filme no escatima en plot twists ni en capturar la rudeza de la realidad, pero lo hace siempre a través de la mirada de las protagonistas, sin jamás victimizar o reducir. 

Esta es una película de extraordinaria sensibilidad. Aunque las comparaciones con Bande de filles (de la francesa Céline Sciamma) no se han hecho esperar, lo cierto es que estamos ante una visión más exacta de las niñas del banlieue. Y ante otro tipo de niñas. Mientras Sciamma desgastaba momentos en una cinematografía preciosa pero tal vez poco acertada, Benyamina emplea fuerza y determinación para empujar una historia activa, guiada por una protagonista que parte de no tener nada que perder y que hace lo imposible por vivir sin miedo. La interpretación de Oulaya Amamra alcanza niveles absolutamente fascinantes. Talento de proporciones increíbles. 

Finalmente, es necesario resaltar el casting del filme. No hay performance que no sea exactamente lo que la película precisa y el grupo de actores disfruta de una química perfecta. Se ve entre Keving Mischel y Oulaya Amamra, pero especialmene entre Oulaya y Déborah Lukumuena, cuya relación de mejores amigas en la pantalla tiene la firme tangibilidad de la realidad. Incluso Jisca Kalvanda, cuyo personaje nos mantiene esperando peligro, mantiene una fluidez perfecta con «amigas» y «enemigas». 

Netflix y el cine de culto

En 2016 Netflix comenzó un nuevo giro que promete ampliar su oferta. El servicio de streaming, que está haciendo hincapié en producciones originales, empezó a comprar los derechos de distribución de películas que recogieran premios. En Cannes 2016, donde Divine se llevó la Cámara de Oro, el premio a mejor primer largometraje, y la Palma Queer; Netflix también compró los derechos para Aquarius, película con una Sonia Braga de proporciones épicas. 

Este giro podría ser determinante para «el otro cine». Divines, que tal vez no sería el éxito de taquilla que Hollywood espera de sus producciones, logró una nominación a los Globos de Oro por su popularidad en Norteamérica, ganada gracias a los premios, pero sobre todo al acceso rápido que Netflix le permite al público. Podríamos estar hablando de la plataforma que transforme el cine de autor en una alternativa tan masiva como aquel producido por los estudios. 

Hay que ver Divines. La escena del Ferrari les será inolvidable. 

Por Alejandra Nieto.