Modelos anónimas y sugerentes, escasas de lencería y abundantes en maquillaje, de tez suave pero labios carnosos. Así eran las musas de Alberto Vargas, el artista peruano reconocido por ser el padre de las llamadas pin-up girls. Su arte, hecho a base de aerógrafo y acuarela, refleja la belleza de las actrices y bailarinas norteamericanas de la década de 1940 hacia adelante. Su talento lo llevó a publicar su trabajo en revistas como Esquire y Playboy.
Primeros años
Vargas nació en Arequipa un 9 de febrero como hoy, en 1896. Fue hijo del reconocido fotógrafo Max T. Vargas, quien le inculcó a él y a su hermano la pasión por el arte. Don Max Vargas quería que sus hijos sean fotógrafos, como él. Por eso, envió a Suiza al pequeño Alberto, de 15 años, para que estudie fotografía. Su objetivo era que, a su regreso, se encargara del estudio de la familia.
Sin embargo, Europa, su arquitectura, los museos, los movimientos artísticos y todo con lo que tomó contacto, cambiaron su visión para el futuro. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, Alberto tuvo que volver a Arequipa. En el camino de vuelta, hizo una escala en Nueva York, ciudad que también hizo que su proyecto artístico diera un giro de 180 grados. Y se quedó a vivir a vivir allí.
The Ziegfeld Follies
Ya en Nueva York, en 1919, Vargas comenzó a trabajar como ilustrador de moda y retratista oficial de las estrellas de Broadway de la compañía The Ziegfeld Follies. Ingresó como reemplazo del ilustrador austriaco Raphael Kirchner y se quedó por 12 años.
Fue por esos años también que conoció a su musa y futura esposa, Anna Mae Clift. Era un rubia y esbelta modelo, empleada de The Greenwich Village Follies, la competencia de The Ziegfeld Follies. Comenzaron a trabajar juntos, ella posando y él pintando, y se casaron en 1930.
Durante la Gran Depresión, en 1929, Vargas tuvo que dejar Nueva York y buscar trabajo en otros lados. Fue así como llegó a Hollywood. Llegó a trabajar para grandes productores, como 20th Century Fox y Warner Bros. Hizo afiches para algunas películas y llegó a retratar a divas como Greta Garbo, Shirley Temple, Ava Gardner, Ann Sheridan, entre otras. Esta época, nuevamente, duró poco. Una huelga sindical para lograr mejores pagos en la que participó solo consiguió que las productores no lo tomaran en cuenta para futuros trabajos.
La época de Esquire
Vargas tenía una buena estrella. Aún sin empleo, volvió a Nueva York y, casualmente, el editor de la revista Esquire estaba en la búsqueda de un reemplazante para el dibujante George Petty, famoso por sus ilustraciones de “chicas calendario”.
Vargas comenzó a trabajar para la revista y su primera obra se publicó en 1940. Cada una de las chicas que retrataba iba acompañada de su firma. Se les empezó a conocer como las Varga Girls (sin la “s” al final). Los lectores de Esquire no extrañaron mucho a Petty y las Varga Girls eran requeridas por la audiencia.
Tiempos de guerra
A la par que trabajaba en Esquire, Vargas desempeñó trabajos en publicidad y además en la ilustración de calendarios. Sus Varga Girls llegaron a ser parte de la cultura pop de la época. Incluso se convirtió en el ilustrador favorito de los soldados estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, que tatuaban a las musas de Vargas en su cuerpo o las llevaban pintadas en el fuselaje de los bombarderos.
Playboy y ocaso
La relación entre Vargas y Esquire se complicó nuevamente por abusos contractuales. Pero allí mismo, en 1960, Hugh Hefner (otro ex Squire) lo contrató para ilustrar las páginas de Playboy. Vargas le agregó una S a la firma en sus obras a la vez que le quitó un poco de ropa a sus retratadas. Sin embargo, su arte continuó sutil y sugerente.
Vargas continuó trabajando para Playboy, pero un suceso marcaría el declive de sus ganas de seguir pintando. Fue la muerte de su esposa en 1974. A partir de ese entonces, su luz se fue apagando, de a pocos, hasta que en 1983 falleció.
Por André Agurto.