Neil Fraser es el nombre detrás del seudónimo que nos ha enseñado tanto sobre música. Mejor conocido como Mad Professor, el productor y músico guyanés encontró desde niño su pasatiempo favorito en la electrónica y la inspiración en la música. El resultado: convertirse en uno de los músicos más influyentes del dub.
“El reggae es la madre del dub. Sin reggae, no habría dub”, responde a Cosas desde su estudio en Londres, donde vive desde los 13 años.
Fraser, además, es un prolífico productor que ha trabajado al lado de Beastie Boys, Massive Attack, Jamiroquai, Depeche Mode, Rancid, entre otros grandes. Una de las colaboraciones y trabajos a dúo por el que más se le conoce es con la leyenda jamaiquina del reggae, Lee «Scratch» Perry. “De él aprendí que las voces son lo más importante es una canción”, sostiene.
Música y tecnología
Mad Professor es un gran fanático no solo de la música, sino de los distintos aparatos con los cuales escucharla. Su estudio en Londres, Ariwa, es un lugar donde convergen instrumentos nuevos y, sobre todo, antiguos. Y es que este loco profesor tiene un cariño especial por la música análoga.
Sin embargo, expresa que “no permite que la tecnología influya en su sonido”. Resalta que uno de los aspectos positivos de los avances tecnológicos es que los músicos no tengan que juntarse como lo hacían en las décadas de 1980 y 1990. Lo negativo, no obstante, es que “hace que se vuelvan flojos”.
Cumbia y Lima
Lima tiene el privilegio de haber sido varias veces escenario de un concierto de Mad Professor. Este jueves, el artista se presentará nuevamente en un evento que lo reunirá con el DJ Alan Malcolm, Rafael M de Novalima, y más.
De las cosas que más le gustan hacer cuando viene a Lima, Fraser dice que no puede irse sin comer un cebiche acompañado de una chicha morada. Además, se considera un seguidor de la música de Los Chapillacs.
No descarta trabajar en un proyecto de cumbia con artistas peruanos (como lo hizo con Mario Galeano de Frente Cumbiero), pero apunta que primero quiere escuchar más del género.
Por André Agurto