Para cuando Joan Crawford y Bette Davis firmaron contrato para rodar What Ever Happened to Baby Jane?, en 1962, las dos ya eran consideradas dinosaurios de un viejo Hollywood del que quedaban solo recuerdos. A los 58 y 54 años, respectivamente, eran veteranas a ojos de directores, productores, la prensa y el público; actrices incapaces de recuperar la gloria de antaño, enfrentadas a la humillación de pocas ofertas cinematográficas y serias dificultades económicas. La película llegó como un salvavidas en ese sentido, pero también selló una rivalidad entre ellas que se arrastraba durante décadas.
El filme, dirigido por Robert Aldrich, cuenta la historia de una senil ex estrella infantil que tortura a su hermana, una famosa actriz en silla de ruedas, ambas enclaustradas en una siniestra mansión en Los Ángeles. Dramático, violento y definitivamente “camp”, el filme se hizo rápidamente de culto y, para bien o para mal, marcó la imagen de sus dos protagonistas para siempre. El set se convirtió en un campo de batalla; una deliciosa hoguera de rumores del que siguen surgiendo cuentos hasta el día de hoy.
A principios de marzo, se estrenó en Estados Unidos Feud (en América Latina puede verse a través de Fox Premium), una nueva miniserie de ocho capítulos que explora la tensa relación entre Crawford y Davis –interpretadas brillantemente por Jessica Lange y Susan Sarandon–, durante la filmación de Baby Jane.
Producida por Ryan Murphy, el nuevo genio de la TV estadounidense, responsable, entre otras cosas, de Glee, American Horror Story y The People v. O. J. Simpson, incluye todos los elementos que hacen tan sabrosa la guerra entre estas dos soberbias enemigas –frases venenosas, puñaladas por la espalda, traiciones grandes y pequeñas–, pero también es presentada como un relato feminista de dos brillantes mujeres enfrentadas a los abusos y la misoginia de los medios y los grandes estudios de cine.
La serie está coprotagonizada por Catherine Zeta-Jones como Olivia de Havilland, Sarah Paulson como Geraldine Page, Judy Davis como la columnista Hedda Hopper y Stanley Tucci como Jack Warner.
Flores para la diva
De las dos, Bette Davis siempre fue considerada la mejor actriz, un asunto que molestaba profundamente a Joan Crawford. Pero el odio entre ellas no comenzó por razones profesionales sino, por supuesto, por líos románticos.
En 1935, cuando ambas estaban en el punto más alto de sus carreras, Bette protagonizó Dangerous junto a Franchot Tone y se enamoró de él, pero Tone ya había iniciado un romance con Joan, que poco después se convirtió en su cuarta mujer. “Joan me lo robó; y lo hizo fría y deliberadamente, sin ningún escrúpulo”, aseguró Davis a un periodista, en 1987.
En 1943, Crawford abandonó definitivamente el estudio MGM –donde había hecho su carrera desde que era una “chorus girl” casi adolescente– y se integró a Warner, donde Davis era la reina indiscutida. La llamaban ‘la primera dama de Hollywood’.
Ansiosa de ganar su simpatía, Joan le envió flores para anunciar su llegada, un gesto que Bette respondió con una serie de insultos y ácidos comentarios. Entre otras cosas, dijo públicamente que Joan “se acostó con todas las estrellas de la MGM, excepto Lassie”, y que “no orinaría sobre ella aunque estuviera en llamas”.
Así las cosas, su enemistad fue escalando a pasos agigantados, culminando en 1945, cuando Joan ganó el primer y único Oscar de su carrera por Mildred Pierce, un rol que Bette había rechazado. Siete años más tarde, Davis filmó The Star, un melodrama que habla de una estrella de Hollywood en decadencia que busca, desesperadamente, resucitar su carrera, personaje que muchos sospecharon estaba inspirado en Joan. “Sí, era Crawford”, confirmó Bette, años después, en una entrevista con “Playboy”.
Nido de víboras
En una de las escenas más célebres de Baby Jane, magníficamente recreada en Feud, Bette Davis, como Baby Jane, empuja a su hermana de su silla de ruedas y la patea en el piso. Según rumores, Bette exageró su realismo, e hirió a Joan en la cabeza. “¡Pero si apenas la toqué!”, se defendió. Años después, sin embargo, aseguró en una entrevista que, cuando mejor lo había pasado con Crawford, había sido “cuando la lancé escaleras abajo en ‘Baby Jane’”.
El famoso filme de horror no se habría rodado si no hubiera sido por la insistencia de Joan Crawford, que necesitaba urgentemente un nuevo impulso para su alicaída carrera. Después de firmar el contrato, decidió que la única actriz capaz de convertir la película en un éxito era su archienemiga. Viajó a Nueva York para reunirse con Bette y, para sorpresa de todos, ella aceptó el papel. Pero el ambiente en el set fue increíblemente tenso, lo que contribuyó a la atmósfera claustrofóbica y oscura de la película. Bette hizo todo lo posible para molestar y humillar a su coestrella; incluso, llegó a exigir una máquina de Coca-Cola en su camerino, una bofetada para Joan, que había estado casada con Alfred Steele, chairman de Pepsi-Cola.
Crawford también jugó sucio y, entre otras cosas, usó un cinturón con pesas amarrado a su cintura durante una escena en la que Bette, que sufría de dolores en la espalda, debía arrastrarla por el piso.
What Ever Happened to Baby Jane? se convirtió en un sorpresivo éxito y, para horror de Crawford, Bette fue nominada a un Oscar como Mejor Actriz gracias a él. La campaña de la primera para quitarle protagonismo durante la ceremonia fue épica. Contactó a otras dos actrices nominadas –Anne Bancroft y Geraldine Page, que residían en Nueva York– para ofrecerles recibir el galardón en su nombre, si es que no podían asistir al evento, en Los Ángeles. Bancroft aceptó la oferta y ganó la estatuilla por The Miracle Worker, un premio que Joan, encantada y radiante de felicidad, recibió sobre el escenario bajo la mirada odiosa de Bette. A fin de cuentas, la realidad es tan o más fascinante que cualquier ficción.
Por Manuel Santelices
Publicado originalmente en Cosas 614