La obra de Randall es imposible de aprehender en una foto.
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La imagen, por su condición estática, impide dar cuenta, por ejemplo, del movimiento constante de “Apacheta”, la escalera giratoria en forma de caracol que recibe a los visitantes y que exhibe sobre sus peldaños rocas de cobre y de plata en estado bruto que, a su vez, dan vuelta en sentido contrario al del gran armazón metálico; o de las diferentes perspectivas de abordaje que ofrece “Tribuna”, la imponente instalación hecha de más de quince toneladas de mayólicas que da nombre a la muestra. Para entenderla en su totalidad, se precisa la experiencia: transitar por los pasillos que naturalmente ha formado “Tribuna”; plantarse frente a “Apacheta” y observar con calma su movimiento envolvente y contradictorio, que, como expresa su creador, nos remite a la forma de un taladro de excavación, pero también a la estructura del ADN.

“El nombre viene de los montículos de piedras que tienes cerca de los nevados de los apus en la sierra.
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De niño, cuando mi padre me llevaba de viaje, me hacía cargar una mochila con una piedra para dejarla en la apacheta. Me gusta este acto espiritual de llevar este peso que te representa a ti y a tu familia, y dejarlo en un espacio energético”, dice Ishmael sobre la estructura ubicada en el ingreso del Palacio de la Exposición, en el MALI, lugar habitual de la boletería del recinto.

La escalera de “Apacheta” no lleva a ningún lado y, al igual que las piedras que se posan sobre ella, solo gira sobre su eje, en un intento por cuestionar conceptos –en apariencia diferentes– relacionados con las nociones de progreso, con las de ascendencia de niveles en la escala social y hasta con las de minería, y las implicancias de esta última en la sociedad peruana.

“Tribuna”, vista desde fuera.

Una huaca invertida, un auditorio

“Tribuna”, por su parte, tampoco es estática. A pesar de ser una estructura recia que evoca resistencia y concreción, no se impone, autoritaria, sobre el espectador, sino que le pide detenerse ante ella desde diferentes flancos. “No estás encerrando a nadie, estás invitando a la persona a que reflexione”, dice Ishmael. Esa reflexión nace al entrar y al salir; al entrar nuevamente; al mirar la pieza desde arriba; al pararse en su corazón, en su centro, pero también a sus espaldas. Las posibilidades son múltiples, así como las interpretaciones que surgen.

“Mi vista favorita es desde arriba. Tienes un hoyo, como un tajo abierto”, dice el artista.
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“Me gustó que pueda tener una connotación espiritual andina relacionada con esta costumbre de cambiar tu casa de adobe a material noble y enchaparlo, porque cuando tienes un poco más de plata, eso es lo que haces”, agrega. “Desde arriba tienes estos perfiles con los colores simbólicos del Perú, los de las mayólicas, que representan el modernismo vernacular peruano”. Quizás no sea casualidad que esa belleza multicolor de las mayólicas se aprecie mejor desde arriba; quizás sí sea necesario salirnos de contexto y ver el panorama macro para poder valorar al Perú colorido y multiforme que este montón de mayólicas apiladas representa.

Las bases del Perú

Solo si miramos la estructura desde afuera nos daremos cuenta de que asoman lomos de libros, atrapados entre baldosa y baldosa, sobre temas relacionados con la historia del Perú y su geografía, la administración tributaria, el conflicto armado interno, y hasta lógica y filosofía. Títulos tan alusivos como “Pero ¿tiene el Perú salvación?”, “Todo es negociable”, “Cómo hacer amigos e influir en las personas”, “Lima: sector informal”, “¿En qué momento se jodió el Perú?” y uno que expresa una preocupación más personal del artista y del sector en que se desempeña, y que, además, está en inglés: “How to survive and prosper as an artist”, una suerte de manual de autoayuda para luchar contra las frustraciones propias del artista.

Detalle de “Tribuna”. “Un río hace valles; un huaico, también. Entonces, se puede decir que el paisaje está hecho de huaicos”, dice Ishmael.

“Es nuestro estado actual, política y socialmente hablando. Está todo aquí encajado, casi como un mausoleo, una fosa. Los libros están enterrados, no los puedes leer”. Estos libros, material de construcción en el universo artístico de Ishmael, son, literalmente, los cimientos de su obra, junto con las mayólicas. Metafóricamente, son los cimientos de nuestra realidad, de una estructura no solo física, sino también social, sostenida por literatura de segunda mano, cemento y baldosas unidos de manera desprolija; porque Ishmael tampoco tarrajea nada. “Me gustó mucho que estén en la parte de atrás, de tribuna. Es como hablar de la espalda, de todo lo que quieres esconder. Esto es lo real, el lado sin maquillaje”, dice el artista.

Por Vania Dale Alvarado
Fotos de Iván Salinero / PHOSS

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