La llamada de Antônio Grassi entra quince minutos antes de lo pactado, y el sonido que emite la computadora, desde mi escritorio, parece anunciar, digitalmente, una hecatombe, pues enseguida, como si todo estuviese perversamente coordinado, los sonidos de la construcción del edificio de al lado estallan en todo su esplendor. Para escuchar lo que dice Antonio, debo pegar mi oreja a la pantalla, o al teclado… ¿Dónde diablos está el parlante en esta laptop?
–¿Hola? ¿Gabriel?
–¡Hola, Antônio! ¿Cómo estás? Qué gusto escucharte. ¿Me escuchas bien?
–Bien, ¿y tú?
–Estupendo. Dame un segundo, que voy por mi libreta…
Antônio es brasileño. Nació el 12 de junio de 1954 y es un famoso actor de telenovelas en su país. Ha participado en casi cuarenta entre 1987 y 2014. También ha sido ejecutivo de TV Brasil, y ha ocupado muchos cargos como gestor cultural, entre los cuales se encuentran los siguientes: secretario de estado de Cultura de Río de Janeiro (2002), presidente del Teatro Municipal de Río de Janeiro (2002), vicepresidente del Fórum Nacional de Dirigentes y Secretarios de Estado de Cultura (2002), presidente de Funarte (Fundación Nacional de las Artes, 2003-2006) y presidente del Comité de Gestión de Programación Cultural de la Feria de Frankfurt (Frankfurt, 2013).
Ahora es director ejecutivo del Instituto Inhotim, el gran jardín museo de Brasil situado en Brumadinho, a sesenta kilómetros de Belo Horizonte, un lugar donde la cultura convive en absoluta armonía con la naturaleza. Las obras e instalaciones –de los más importantes artistas brasileños e internacionales, como el polémico Matthew Barney– se exhiben en medio de un jardín botánico de grandes dimensiones. Desde una casa ubicada en algún lugar de ese jardín me habla Antônio, un hombre con cuerpo de luchador, sonrisa afable y rostro de soldado romano.
Vida de artista
Mientras Antônio ocupó cargos importantes en empresas e instituciones gubernamentales, actuó poco, básicamente por falta de tiempo. Tiene formación en ciencias sociales, y desde muy chico se interesó por las discusiones políticas en torno al arte y la cultura. Después de la experiencia en el Secretariado de Cultura, el cantante Gilberto Gil, en ese entonces ministro de Cultura de Brasil, lo invitó a ser presidente de la Fundación Nacional de las Artes. Obviamente, no faltaron las críticas: ¿Qué hacía un cantante como Gil de Ministro de Cultura? ¿Qué hacía un actor como Antônio en la Funarte? Pero también hubo muchísimos elogios de personas que veían con buenos ojos que un artista estuviera dentro de las corporaciones políticas culturales del Ministerio de Cultura.
–¿Sabes que Salvador del Solar es el ministro de Cultura del Perú?
–Interesante, sé quién es, lo conozco por nombre, pero no me he puesto en contacto con él como ministro de Cultura.
–Algunos dicen que podría postular a la presidencia del Perú. ¿Postularías a la presidencia de Brasil?
–No, mi colaboración en las instancias políticas ya fueron suficientes; ahora estoy abocado a actividades artísticas y culturales.
–¿Cómo podrías definir la situación política en tu país?
–Muy confusa. Y no es solamente Brasil. Hay una asunción de la derecha, muy violenta, y eso lo vemos incluso en los Estados Unidos, con Trump. Pienso que la asunción de Trump como presidente es una señal, un semáforo rojo; hay que prestar mucha atención. Así como en Francia, con Le Pen… En todo caso, pienso que los conceptos de derecha e izquierda ya fueron superados, pero creo que hay una cuestión que sí contamina, y tiene que ver con el moralismo de una iglesia, de una religión que está dentro del congreso de Brasil; pienso que eso es algo muy peligroso. Y este no es solo un fenómeno brasileño. En Europa hay este temor por la seguridad debido a la consolidación de personalidades muy fascistas. Vivimos un momento muy complicado en el mundo.
–¿Es un cliché ligar al arte con la vida bohemia?
–La visión de los artistas está directamente ligada a una visión de libertad, a romper con las fronteras, las barreras; hay una cierta liberalidad que pienso que es propia de las actividades artísticas.
–¿Todo artista es un transgresor?
–Yo pienso que sí.
–¿Lo fuiste?
–Siempre. Hasta ahora. Incluso haciendo las actividades que estoy haciendo, tengo una visión libertaria.
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Por Gabriel Gargurevich Pazos