Sense8 tiene ese atributo polémico de las buenas series de televisión: su difícil clasificación. Escrita, dirigida y producida por las hermanas Lana y Lilly Wachowski, la obra ofrece dosis de misterio, ciencia ficción, drama, thriller y hasta relato policial que nos impiden circunscribirla a un género particular. Tampoco es que esto importe mucho, sobre todo, porque el relato que propone es, por sí mismo, lo suficientemente complejo. El éxito de la serie quizá tenga que ver con ese argumento difícil de explicar, de conexiones existenciales y empatías fundamentales entre las personas, elementos que interesan a una generación cada vez más ocupada en la búsqueda de su identidad y consciente de la multiculturalidad como un valor latente.
La mayoría de críticos coincide en destacar su tratamiento desprejuiciado de la sexualidad y su conocimiento sobre la cuestión de género. “El mensaje de la serie es el amor. Nuestro tiempo en la tierra es tan corto que amar es la manera en que podemos hacerlo significativo”, dijo la actriz Tuppence Middleton en México.
La historia se inicia con la misteriosa muerte de AngelicaTuring (Daryl Hannah), de la que son testigos inmateriales ocho personajes que viven en diferentes partes del mundo. Los ocho nacieron el mismo día y comparten una serie de dones psíquicos: Nomi, una bloguera y hacker transexual de San Francisco; Will, un policía de Chicago; Capheus, un chofer de autobús de Nairobi; Lito, un actor de novelas mexicanas; Wolfgang, un ladrón profesional alemán; Sun, una empresaria y kickboxer coreana; Kala, una químico-farmacéutica de Mumbai, y Riley, una DJ islandesa.
Es a través de premoniciones y sueños que estos personajes van enlazándose hasta crear un universo común. Las historias personales de cada uno se conectan mental y emocionalmente, al tiempo que intercambian dones y poderes bajo el auspicio vigilante de Jonas (Naveen Andrews), otro “sensate” –como se denominan–, interesado en reunirlos. Pero deben enfrentar a un antagonista, el señor Whispers (Terrence Mann), que goza del mismo poder sensorial e intentará ir tras ellos al penetrar telepáticamente sus pensamientos.
La fórmula narrativa con que las Wachowski interrelacionan los personajes permite una fluidez casi natural. Es una estética potente que nos hace posible cuestionar nuestra propia existencia y el significado real de la distancia en relación con personas que ni siquiera creemos conocer.
El primer episodio, emitido en junio de 2015, presenta a los personajes en sus lugares de origen. La vistosa producción alterna locaciones como Chicago y San Francisco (Estados Unidos), Londres (Reino Unido), Berlín (Alemania), Seúl (Corea del Sur), Sao Paulo (Brasil), Reikiavik (Islandia), México DF (México), Nairobi (Kenia) y Mumbai (India). Desde sus propios contextos empiezan a percibir las conexiones que los vinculan, y formulan el reto de afrontar sus propias historias, que estarán en adelante vinculadas para siempre, como parte de una comunidad que trasciende las fronteras físicas.
UNA PISTA DE BAILE EN MÉXICO
COSAS fue el único medio peruano presente en México, en el set visit organizado por la producción de la serie. Asistimos a la grabación de una escena de la segunda temporada, protagonizada por el actor español Miguel Ángel Silvestre, quien demostró que tiene fibra de bailarín de salsa, de atleta y de galán clásico. La escena se desarrolló en el Salón Los Ángeles, rincón lleno de picardía, extravagancia e historia, donde el mambo, el danzón y el swing no han muerto.
‘La Catedral del Baile de México’, como ha sido bautizada, fue fundada en 1937, en la colonia Guerrero, y desde ese año ha sido frecuentada y saboreada por una larga lista de intelectuales, artistas y revolucionarios, como Diego Rivera y Frida Kahlo, Gabriel García Márquez, Carlos Monsiváis y Carlos Fuentes, quien festejó ahí sus setenta años. Las hermanas Wachowski no son las primeras en filmar ahí. Esta emblemática locación atesora una presencia en el cine mexicano. Ha aparecido en películas, como Esquina bajan…!, una de las cumbres del cine populista de la década del cuarenta; Una gallega baila mambo, entretenida comedia de enredos con Niní Marshall; la cinta de autor Danzón, y recientemente la vimos en el biopic Cantinflas. Durante el rodaje pudimos observar el perfeccionismo y la pasión de Lana Wachowski, quien repitió la escena varias veces para capturar la efervescencia del baile de una marea humana de extras, y la postura, gestos y movimientos de uno de los personajes más humanos de la serie: Lito. ¿Cuál será la versión final? Lo descubriremos el 5 de mayo.
Por Ana Carolina Quiñonez
Publicado originalmente en Cosas 616