“Me llamo Ricardo de Montreuil, me gustaría estudiar cine y quisiera saber si el señor Lombardi tiene diez minutos para tomarse un café conmigo”. Fue lo que dijo frente a la recepción del hoy desaparecido Hotel de Turistas de Trujillo, en plena Plaza de Armas de la ciudad. Tendría catorce o quince años, y se había enterado de que la delegación de Sporting Cristal estaba hospedada allí –probablemente para enfrentar al Carlos A. Mannucci, que por entonces destacaba en el torneo de fútbol local–. “Me crié en Trujillo y quería estudiar cine… pero mi papá me decía que estaba loco”, recuerda Ricardo.
Esa “locura” lo llevó a atravesar el lobby del hotel y preguntar por Francisco Lombardi para que le contara cómo podía hacer. “Increíblemente, bajó, nos tomamos un café, me contó sobre su carrera y me dijo dónde me recomendaba estudiar”, continúa Ricardo. “A mi papá le llamó mucho la atención que haya tenido esa convicción de buscarlo y, de cierta forma, lo convencí de que me apoyara para estudiar cine –se graduó en el Savannah College of Art and Design, en Atlanta, y más tarde llevó estudios de dirección con Judith Weston, en Los Ángeles–. Nunca más volví a ver a Lombardi, pero gracias a él estoy acá”.
Por “acá”, Ricardo se refiere a Los Ángeles, donde radica desde 2005, año en que debutó en el cine con La mujer de mi hermano. “Toda la producción de esa película costó muy poco, cuatrocientos mil dólares, y en esa época tuvimos el opening más grande para una película en español. Recaudó más de tres millones en Estados Unidos y más de seis en Latinoamérica. Prácticamente, lo que hizo fue conseguirme agentes en Hollywood y, a través de ellos, fui conociendo a más personas; pude hacer Máncora, que participó en la selección oficial de Sundance, y en Hollywood le fue muy bien… Eso me abrió más puertas”, dice Ricardo.
La conquista
En 2010, el cineasta siguió sumando méritos: realizó el cortometraje de ciencia ficción The Raven, que en YouTube se convirtió en un fenómeno viral. Al día siguiente de su difusión ya había alcanzado alrededor de doscientas mil visitas, por lo que no resultó ajeno a grandes estudios como Warner o DreamWorks, que lo contactaron interesados en convertirlo en un largometraje. Finalmente, Mark Walhberg lo llamó para decirle que quería producir la película, y hoy vienen trabajando el proyecto de la mano de Universal.
Brian Grazer, ganador de un Oscar por A Beautiful Mind, y que, entre otros pergaminos, ha producido cintas como Rush, Mulholland Drive” o Apollo 13, también quedó favorablemente impresionado con The Raven. “Creo que la única razón por la que pudimos hacer Lowriders fue porque él y Jason Blum –productor de filmes como Whiplash, The Reader o Insidious– querían hacer la película”, admite Ricardo. “A Hollywood se le hace difícil hacer películas sobre las que no pueden predecir cómo les irá comercialmente. Hasta ahora, el engagement que hemos tenido de la gente ha sido espectacular, pero por falta de precedentes estamos navegando en aguas nuevas. Hasta el momento, la crítica ha sido muy buena en todos los screeners que hemos tenido. Se ha dado un paso grande al poder hacer esta película, que realmente representa a la mayoría de latinos que viven en este país”.
Acerca de la experiencia de dirigir a una celebridad como Eva Longoria, a quien ya conocía previamente, Ricardo apunta que no solo se trata de una actriz “extremadamente profesional” y con “muchísima experiencia”, sino que además, como persona, se aleja del cliché de latina sexy que le atribuyen. “Es una mujer muy inteligente, que ha estudiado mucho y apoya a los movimientos por los derechos de los latinos en Estados Unidos”.
Luego del ascenso de Donald Trump al poder, es inevitable preguntarle por la situación de los latinos. “Es horrible”, reconoce. “Para la mayoría de latinos que viven en este país, es muy difícil, es una situación muy muy triste. De repente los que viven en áreas como el sur de Florida, que son casi como ciudades internacionales, no lo sienten tanto, pero creo que en lugares como Texas, u otros estados no tan diversos, los latinos la están sufriendo más. Es una discriminación basada solo en el aspecto físico”, advierte. “No tiene ningún sentido”.
Por Mariano Olivera La Rosa
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