Juan Paredes Castro, periodista, analista político y colaborador de COSAS, presentó el pasado 4 de mayo su nuevo libro, La presidencia ficticia. En él, recoge sus columnas de opinión realizadas desde inicios de la década de los noventa hasta mediados del 2016 en un análisis profundo de la estructura presidencial y las personalidades detrás del cargo durante 26 años. Conversamos con el hombre de letras sobre esta nueva obra, el desempeño del presidente Pedro Pablo Kuczynski y los desafíos de Keiko Fujimori como líder de la oposición.
Sostiene en su libro que el Presidente de la República no es necesariamente el Jefe de Estado…
Exacto. Digo eso porque mi enfoque va a que sí lo sea. El presidente debe ser el jefe de estado; y el presidente del consejo de ministros, un jefe de gobierno. Ese es el enfoque que tiene mi libro y que viene acompañado de una propuesta de reforma constitucional de Marcial Rubio, constitucionalista y rector de la PUCP.
De ahí nace el título La presidencia ficticia…
El libro, por su título, puede malinterpretarse. Puede entenderse como que tenemos una presidencia de ficción, que no es real. Yo diría que el título no es irrespetuoso ni es fantasioso. En las reglas de juego del poder político no tenemos las piezas en su sitio porque históricamente hemos creado una presidencia muy verticalista, casi nada horizontal y que, abrumada por las prerrogativas y mandatos que tiene, no abarca lo que tiene que abarcar en temas ejecutivos.
¿Desde cuándo se presenta esta situación en el país?
Históricamente la presidencia en el Perú tiene ese defecto, de no ser una jefatura de estado. Y la presidencia del consejo de ministros, no es la jefatura de gobierno. Hacia el año 90 eso se hace más nítido porque tenemos una tendencia autoritaria del presidente. El denominador común han sido las crisis de las presidencias: cómo Montesinos invade el poder con mucha facilidad y cómo hay una injerencia fuerte del poder militar.
¿Y Alejandro Toledo?
El gobierno de Toledo tiene la virtud de nombrar a personalidades de mucho peso en la PCM. Comienza por nombrar a [Roberto] Dañino, Luis Solari, Beatriz Merino, Carlos Ferrero. Eran personalidades fuertes y, sin embargo, no les dio la oportunidad de ser jefes de gobierno. Ahora ya entendemos por qué Toledo quería bajar y supervisar todos los niveles.
¿Cómo le fue a Humala?
La vulnerabildiad presidencial de la época de Fujimori se repite en Humala, cuando la presidencia se vuelve débil y Humala cogobierna con su esposa y con una injerencia militar muy fuerte. Humala cede muchos prerrogativas a las Fuerzas Armadas y quien se mete al gobierno ya no es un Montesinos, sino la señora Nadine.
Hay una crítica a la estructura y además a las personalidades de los actores políticos.
Aunque constitucionalmente la estructura no divide claramente jefatura de estado y gobierno, las personalidades que ocupan los cargos pueden hacer esas distinciones. En el caso de García, eso se ve en un primer momento, cuando ensaya con Jorge del Castillo por un breve tiempo. García asume el 2006, pero el 2008 sucede la crisis de los Petroaudios, cae el gabinete de Castillo y a partir de ahí García vuelve a retomar jefatura de Estado y de gobierno en sus propias manos.
¿Y en el caso de PPK?
Está dejando a Zavala ser jefe de gobierno y PPK está tímidamente siendo un jefe de Estado. Cuando PPK entra en dudas y contradicciones respecto al indulto a Fujimori, es cuando notamos que no sabe si asumir o no su papel como jefe de estado. Como Jefe de Estado, no debería cerrar la opción al indulto (no estoy diciendo que lo dé). Zavala, por su parte, está cumpliendo con su rol como jefe de gobierno.
Desde su análisis ¿qué presidente desarrolló mejor la tarea de Jefe de Estado?
La presidencia de Paniagua hace el ensayo de lo que yo propongo en esos ocho meses que duró su gobierno. En ese corto tiempo de transición, él nombró como Presidente del Consejo de Ministros a Javier Pérez de Cuellar, una figura política del mismo peso. Paniagua hace de la presidencia una jefatura de estado, y Pérez de Cuellar hace de la PCM, una jefatura de gobierno. En muchas columnas sostengo que nuestra transición hubiera sido muy distinta si Panigua estaba más tiempo. Podía haber reconstruido mejor las instituciones que encontró tremendamente resquebrajadas. Fueron 10 años de autocracia de Fujimori, se desnaturalizó el sistema judicial, electoral, se hizo un Congreso a medida de la autocracia de ese momento y muchas de esas cosas subsisten hasta ahora.
¿Cómo evalúa el desempeño de Keiko Fujimori como oposición hasta ahora?
Si bien los primeros meses se pudo comprender que estaba pasando una situación de confusión y de resaca de una derrota, como ya la había tenido antes, ya debería tener una actitud mucho más dialogante a casi un año de las elecciones. El dialogo no es de una sola parte. Tendría que tener el interlocutor adecuado, pero no sé hasta qué punto PPK quiera dialogar. El diálogo que tuvieron post crisis de Saavedra no apagó sino las llamas de ese momento. En un país con instituciones débiles y problemas de igualdad y crecimiento, esa distancia entre dos líderes políticos es inaceptable. Lo otro que le reclamo al fujimorismo es que afectó grave y duramente la institucionlidad del país. La desmoronó. El hecho de que hayamos pasado por tres gobiernos civiles y democráticos, no ha disuelto el compromiso y la deuda que tiene con el país. El fujimorismo tiene una profunda deuda con la democracia y los derechos humanos que debe devolvérsela.
¿De qué manera?
Haciendo del Congreso algo distinto. Ellos deberían encabezar una mayor representatividad del Congreso. Si hay que devolverle la bicameralidad, que se haga. Pero lo importante es que sea un congreso representativo. Luego, fortalecer la institución judicial y el Ministerio Público, donde el fujimorismo metió la mano hasta el fondo. Fortalecer el sistema electoral, que también lo manoseó. El fujimorismo tiene una profunda deuda con las instituciones democráticas.
Y en el tema del indulto, ¿PPK debería otorgárselo a Alberto Fujimori?
El indulto es una facultad estrictamente presidencial. De darlo o no darlo. Pero si no lo va a dar, PPK no tiene por qué removerlo. No hay necesidad de ventilarlo.
Y en su opinión, ¿debería darlo?
Dadas las circunstancias del estado de salud de Fujimori, una cosa es que el presidente opte por un indulto y otra cosa es el indulto humanitario. No habrá ningún cuestionamiento internacional sobre el tema. El indulto pasa por resentir a muchos sectores que todavía no quisieran perdonarle nada a Fujimori porque creen que estuvo detrás de toda esa violencia de estado. Sin embargo, cuando leemos las páginas de la CVR, de lo que se habla ahí no solo es de las muertes que dejó el terrorismo, sino de hacer grandes gestos de reconciliación. El indulto no es amnistía, no va a perdonar las culpas o responsabilidades del señor Fujimori. El indulto perdona el delito cometido. La amnistía olvida los delitos. Esa es la diferencia.
En el supuesto caso de que PPK otorgue el indulto, ¿el país va a reconciliarse o va a dividirse más?
Pienso que el país se va a reconciliar. Se sacaría del escenario un tema de confrontación, incluso para el propio fujimorismo, que es el que su líder esté en la cárcel. El problema es que somos un país al que nos gusta tener elementos de confrontación, y nadie da un paso al costado. Pero no va a ser una medida popular.
¿No debería primero Alberto Fujimori reconocer sus delitos y pedir perdón?
Por supuesto. El fujimorismo tiene una profunda deuda con la democracia y los derechos humanos, pero no es una deuda para que la tenga ahí, ganando intereses. Es una deuda que tiene que pagarla de la mejor manera, que es la oportunidad que tiene ahora con su mayoría legislativa de ofrecernos un sistema democrático diferente. Keiko debe estar en esa tarea y no lo está. Bastaría con que nos devuelvan un congreso sólido, representativo, honesto.
Por André Agurto