La tradición iniciada en El Carmen, Chincha, por el mítico Amador Ballumbrosio, heredada de sus ancestros africanos, continúa y se expande a través de sus hijos. Un legado cultural vinculado de alguna manera a la música.
La leyenda dice que Amador Ballumbrosio sufrió un accidente cuando tenía apenas cuatro años y que se salvó solo de milagro. Es así como su madre Isabel entendió que Amador estaba destinado a algo grande. “A lo largo de los años este mito se fue haciendo realidad”, explica Chebo, su hijo, y desestima la importancia de precisar la exactitud de la historia. “Mi abuela Isabel era una mujer muy creyente, y cuando tú crees en algo se te da”. Pero el propio Amador parecía consciente de que le tocaba una labor importante. Chebo lo observaba de cerca: “Lo veía tan único, tan él, con algo de magia. Era diferente a los otros papás. Cómo olía, cómo caminaba, cómo te dirigía la palabra… sabías que ese hombre venía de otro lugar”.
Venía de sus antepasados africanos, que explican que sea Chebo, cuyo nombre completo es Amador Eusebio, quien lleve el nombre paterno pese a ser el tercer hijo varón, una tradición musulmana que respetaron. También venía de sus abuelos que fueron esclavos en un Perú de todas las sangres. Los Ballumbrosio pertenecen a una vida rural y convivieron con la adoración por la Virgen del Carmen y con la tradición surandina.
En su casa, doña Adelina Guadalupe confundía el nombre de sus quince hijos, pero se encargó de alimentarlos, sanarlos y dar equilibrio a todos. Fue ella, aseguran sus hijos, quien permitió a don Amador hacer lo que hizo. En esa casa de El Carmen comían primero los más pequeños y el mayor, al final, en un ritual de solidaridad que se repetía en todos los ámbitos cotidianos de la vida familiar. Pero, sobre todo, los hermanos Ballumbrosio convivieron con la música y entendieron que en ella estaba su búsqueda, su convicción y su origen. Incluso, después de la muerte de don Amador, ocurrida en junio de 2009.
Miguel Ballumbrosio ha pasado los últimos quince años entre Europa y Perú, difundiendo la música afroperuana y fusionándola con otras tradiciones. Hace diez meses regresó definitivamente a El Carmen para liderar un proyecto familiar: el Centro Cultural Amador Ballumbrosio. “Los pueblos con cultura viva necesitan un lugar donde proteger la memoria”, explica Miguel. “Aquí en el Perú los afroperuanos tenemos un legado afro, pero también andino, y queremos reafirmar esa identidad afroandina desde el mismo El Carmen. Hay muchas personas que no son conscientes de su propia historia”, asegura.